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Atlas de lugares comunes. Cuaderno para artistas Pablo Helguera Mutaciones de la imagen. 20 años de cine mexicano. 2000/2020 Varios próximamente:autores Arte sonoro: una indisciplina José Iges

Mutaciones de la imagen 20 años de cine mexicano

2000/2020

Mutaciones de la imagen 20 años de cine mexicano

2000/2020

de arte y pensamiento S.L. Coordinación Editorial: César R. Oliveros

ISBN edición española: 978-84-120832-9-3 D.L.: M-20119-2022

ISBN edición mexicana: 978-607-99962-0-8

Ediciones EXIT la LIBRERIA Colección MAX & ROCCO Libros

Coedición:Editora:www.exitlalibreria.comRosaOlivaresProduccciones

Textos: Abel Muñoz Hénonin / Sonia Rangel / Heriberto Mojica / Sergio Rodríguez-Blanco / Alfredo González Reynoso / Álvaro A. Fernández / Ignacio M. Sánchez Prado

Ilustración de portada: Ya no estoy aquí (Fernando Frías de la Parra, Coproducción México-Estados Unidos; PPW Films, Panorama Global, Agencia Bengala, 2019), Fotógrafo: Damián García.

Reproducida bajo el amparo del artículo 148 de la Ley Federal del Derecho de Autor.

Julio de 2022, Ciudad de México, Mexico

Corrección de textos: Amelia Nava Diseño Gráfico: Jaime Narváez

Mutaciones de la imagen 20 Años de cine Mexicano

La fuerza poética de las imágenes Sonia Rangel

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Blockbuster nacional La emergencia de géneros en tiempos de crisis Álvaro A. Fernández

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En los albores (históricos) del streaming Abel Muñoz Hénonin

Querida Nancy: de la memoria de una tribu sexodisidente, de la creación sáfica y de cómo desaletargar los modos de ver Sergio (AlgunosRodríguez-Blancode)Losverdaderos nuevos autores del verdaderamente nuevo cine mexicano Heriberto ReferenciasMojica

El Nuevo orden que algunos soñaron: Crítica de la ideología onírica de Michel Franco Alfredo González Reynoso

Presentación: Mutantes César R. Oliveros

El cine mexicano del contrato social neoliberal a la paradoja transnacional Ignacio M. Sánchez Prado

CésarMutantesR.Oliveros

9 ¿Por qué hacer un libro sobre cine mexicano? ¿Qué tanto puede pasar en un lapso de 20 años? ¿Qué tan relevante puede ser una película en México? ¿Se ha desvirtuado el cine al convertirlo en el “entretenimiento de masas” al alcance en las plataformas digi tales o se ha democratizado? ¿Tiene cabida el documental y cine de autor en un sistema neoliberal absorbente que busca ganan cias más que experiencias estéticas? ¿Existe un verdadero nuevo (nuevo) cine mexicano? ¿El cine aún puede ser un arma ideoló gica? ¿Una película puede ser una declaración clasista y racista sin “pretenderlo”? ¿El cine mexicano puede ser un fenómeno de taquilla rentable que llene las expectativas de los grandes merca dos? ¿Cómo se ha administrado el fracaso del séptimo arte nacio nal? ¿El cine de los últimos 20 años está a la altura de los cambios sociales, sexuales y de género?…

Decenas de preguntas nos asaltan cuando tratamos de es cribir algo “nuevo” sobre el cine nacional. No tenemos respuestas dogmáticas o exhaustivas que desempañen del todo cada punto que toca el fenómeno CINE, pero en estos ensayos se tratarán de desmenuzar respuestas o complejizar las preguntas e iniciar de bates con destino incierto aún. Mutación significa cambio, error, alteración más o menos natural. El cine mexicano es un mutante que ha ido cambiando y alterándose para sobrevivir, que se ha ido adaptando, por ejemplo, a la precariedad gubernamental local, o a los obscenos presupuestos de Hollywood o Netflix. Este mutante

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ha ido de las pantallas grandes a las pantallas de los celulares y las tablets ( streaming) , del documental experimental a las comedias de situación y de los taquillazos al cine de autor. El cine mexicano del 2000 al 2020, que es la temporalidad que buscamos abarcar en esta compilación de ensayos, ha sufrido numerosos cambios que han sumado y restado vida a este ente abstracto llamado cine nacional. Veinte años en los que este mutante ha sido un sobrevi viente, que ha salido más o menos bien librado de una industria muchas veces implacable, caníbal y endogámica. Amores perros (2000) de González Iñárritu es el punto de partida y el pretexto para hablar del cine desde algunas de sus innumerables aristas. Cuando se estrenó esta película casi nadie vislumbraba el éxito que obtuvo y que posicionó a México nuevamente en el plano ci nematográfico internacional. No fue algo fortuito, sino que conta ba con un presupuesto decente, con un guion sólido de Guillermo Arriaga, tenía lo necesario comercialmente para que gustara a la mayoría del público no especializado, pero a la vez no perdía (o eso trataba) ciertos toques de cine de autor, que le interesaba a ciertos nichos, aunque con los años tiene más detractores que adeptos. Tampoco hay que olvidar la banda sonora que incluía a músicos de pop, rock y hip-hop , ampliamente identificables en ese mo mento que le daba un aire “moderno”. Lo que pasó con Amores perros fue algo que no había pasado hacía muchos años en el cine mexicano; la creación de un fenómeno más allá del filme y que hasta este momento vivimos réplicas de ese terremoto. Directores mexicanos dirigiendo en Hollywood, premios en festivales impor tantes (o al menos los oficiales); actores y actrices de México tra bajando en el extranjero o el reciente éxito internacional de Roma de Alfonso Cuarón . No quiero decir que sólo se deba al fenómeno Amores perros, pero algo tuvo que ver Tampoco creo que el éxito se mida de acuerdo con el nivel de internacionalización o el re conocimiento fuera de tu país, pero sí puede ser un indicador de que algo está pasando, de que algo está vivo y atraviesa fronteras culturales y físicas.

¿Qué ha pasado después de Amores perros ? Seguramente mucho, pero ¿a ese nivel? ¿Realmente importa, como ideal, llegar a ese público masificado? ¿Es justo darle ese peso a una película

hasta cierto punto con intenciones comerciales? ¿En dónde que da el arte por el arte? Aunque sabemos que disociar arte y dinero es cada vez más difícil, es más, sería ingenuo pensar que alguna obra no tenga pretensiones económicas. Pero ver sólo la superfi cie de toda corriente artística nos deja ciegos culturalmente, por que el subterráneo siempre está activo, en algunas épocas más que en otras, el cine hecho sin grandes apoyos presupuestales o sin “Gaeles Garcias” actuando, existía a la par de Amores perros, existe y espero que siga existiendo. Me refiero a estas películas y directores que están lejos de reflectores, comprometidos con las historias que quieren contar, ya sea a nivel ficción o documen tal. Sin el afán de idealizar o romantizar este cine “independien te”, tenemos que aceptarlo como necesario en una industria que empezó como entretenimiento y terminó como un movimiento de culto, para regresar de nuevo al entretenimiento de masas..., como un uróboros, con directores que visual, teórica y filosófi camente están al nivel de cualquier artista consagrado en otra disciplina. El documental mexicano ha ido ganando terreno de manera muy discreta y sin hacer alarde en este “submundo ascéti co”. El cine de Eugenio Polgovsky, por ejemplo, que resalta en dos de los ensayos, está plagado de imágenes poéticas y de un ritmo y estética que van en contra de la lógica del ruido, la acción y la ra pidez. Este tipo de cine también se hizo después del 2000, el año en el que los autos iban a volar, los robots serían nuestros sirvien tes (eso más o menos ha sucedido) y estaríamos poblando otros planetas, como se pronosticaba en el cine de ciencia ficción de los 60 y los 70. Somos hijos de la distopía futurista o del sin futuro. El año 2000 no pudo parir mas que mutantes y cineastas mutantes, entendidos como estos seres que viven en una sociedad aparte en las alcantarillas, escondidos de la gente “normal”. Vivir en México es como estar en un videojuego en modo difícil. Hacer cine y vivir de ello es jugar en modo extra difícil. Lo que hemos visto crecer a nivel filmográfico en México es un monstruo que ha pasado por devalucaciones, terremotos, violencia, pandemias… y que aún así ha logrado sobrevivir y posicionarse en el terreno internacional como un cine sólido, que va más allá de lo exótico, lo colorido o nostálgico (cine de oro), que ha superado el cine

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condescendiente, victimista y que tiene un lenguaje propio (o en en ese proceso está) a pesar de un sistema económico, político y cultural que tiende a la homogeneización. Esto es tentador, tener nuestro propio Adam Sandler (en sus comedias familiares), hacer enredos bobos, facilones, con matices eróticos, animaciones com placientes que muestran el México que los extranjeros quieren ver, “¡eh!, tequila, tacos, una familia numerosa, pobre, pero honrada; actrices rubias y de ojos azules junto a hombres de dos metros, musculosos y bronceados, es tentador porque funciona. Este cine también tiene cabida en la industria y muchas veces es apoyado con dinero estatal. Es aparentemente inofensivo, pero sigue repli cando estereotipos nocivos para una sociedad maleable y adicta a la inmediatez. Por otro lado, tenemos un cine que busca alejarse de este “cine blanqueado”, con personajes “del barrio”, interpre tados por personas que no son actores profesionales, buscando hacer historias más creíbles y hasta cierto punto cercanas. Es el caso de Ya no estoy aquí de Fernando Frías. Una película que se queda corta y resulta demagógica, porque a mi parecer termi na por elogiar a Estados Unidos más que hacer una denuncia del maltrato que sufren los migrantes. Pareciera parte de la campaña de Donald Trump y te hace sospechar más con el apoyo nueva mente de una plataforma como Netflix. El cine ha sido conocido como un arma ideológica capaz de transformar socieades y pienso que hasta cierto punto es acertada esta acepción. En este afán de buscar un lugar en el mundo con una personalidad propia que damos en el desamparo de no saber quiénes somos y es normal porque vamos a una velocidad nunca antes vista con información y “facilidades” que antes no se tenían para hacer y ver cine. Sería acertado asimilar este libro como el análisis de una época, pero también como una incitación para permanecer curiosos de lo qué pasará en los años venideros.

El cine es una disciplina relativamente nueva, si nos basamos en la historia del arte, que ha ido cambiando al ritmo acelerado y esquizofrénico como lo es la actualidad. El cine es un reflejo de la sociedad de cada época, como sí pudiéramos contar una historia paralela por medio de él. Eso es lo que nos interesa: entender (o tratar de entender) lo que está pasando a un nivel social, político,

sexual, cultural…, a través de historias ficticias y reales que se van ro dando en determinado momento. La representación de imágenes, en este caso, de la sociedad mexicana, desnuda nuestra cosmovi sión, prejuicios, miedos, herencias, complejos, traumas, filias y por supuesto una estética propia.

Ya veremos.

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Por todo lo anterior, consideramos prudente presentar Mu taciones de la imagen. 20 años de cine mexicano. Siete puntos de vista que cuentan, cada quién desde su disciplina, cómo ha ido sobreviviendo este monstruo en proceso de convertirse en algo que todavía no sabemos bien qué será. Contra todo pronóstico el cine mexicano no ha muerto, sólo está mutando y al parecer goza de una extraña buena salud.

Fotografía de portada: Ya no estoy aquí , Fernando Frías de la Parra, Coproducción México-Estados Unidos; PPW Films, Panorama Global, Agencia Bengala, 2019), Fotografo: Damián García.

Aunque independientes, los ensayos que contine este libro, se encuentran conectados mediante temas que los entretejen y atraviesan. La violencia, el género, la política, los nuevos medios, el exceso de pantallas, la administración de la crisis, la aparente internacionalización, la experimentación, la exotización, la descolonización cultural y todo lo que involucra hacer cine en un país como México. Amores perros (2000) es el punto de partida y el pretexto para analizar lo que ha pasado desde entonces en el cine nacional, que se encuentra inmerso en un mundo cada vez más veloz y desigual, donde los creadores viven en un mundo distópico y que irónicamente supera los filmes de ciencia ficción distópicos que se hacían en los 80 (y se siguen haciendo). Mutaciones de la imagen. 20 años de cine mexicano son siete puntos de vista no definitivos, que cuentan, cada quién desde su disciplina, cómo ha ido sobreviviendo este monstruo llamado “cine mexicano” que está en proceso de convertirse en algo que todavía no sabemos bien qué será y que contra todo pronóstico no ha muerto, sólo está mutando y al parecer goza de una extraña buena salud. Ensayos de: Abel Muñoz Hénonin, Sonia Rangel, Ignacio M. Sánchez Prado, Álvaro A. Fernández, Alfredo González Reynoso, Sergio Rodríguez-Blanco y Heriberto Mojica.

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