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La decisión de Estrella

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Susana Gómez Castro ILUSTRACIONES

Adolfo Ruiz Mendes


www.pfizer.es Texto: Susana Gómez Castro Ilustraciones: Adolfo Ruiz Mendes / Cósmica®

www.weeblebooks.com info@weeblebooks.com Madrid, enero de 2020


Qué quieres ser de mayor? Es una pregunta importante que puede marcar las aspiraciones y sueños de los niños y niñas. Los referentes, los héroes, son una influencia clave en su búsqueda y descubrimiento de metas a alcanzar. En el caso de las niñas, resulta más complicado encontrar figuras femeninas que sean referentes en las carreras STEM.

Es un orgullo para nosotros haber podido desarrollar este cuento que pone en valor la importancia de que las niñas puedan aspirar a ser lo que ellas quieran, lo que más desean. Está en nuestra mano impulsar el cambio e incrementar la visibilidad de las mujeres para que las niñas crezcan soñando ser lo que deseen sin condicionantes y que luchen por alcanzarlo, sin ningún límite ni barrera.

La Decisión de Estrella trata sobre cómo nuestra protagonista descubre qué quiere ser gracias a conocer la historia de mujeres inspiradoras que la invitan a soñar con llegar muy lejos y a tener plena conciencia de que puede llegar a alcanzar aquello que más desea. Esto es esencial, la mente de las niñas, y también los niños, no tiene límites por lo que contar desde la infancia con roles inspiradores que les marquen el camino puede suponer una gran diferencia en su futuro.

En Pfizer, estamos comprometidos en el impulso del talento femenino y somos conscientes de que, para ello, debemos apostar por la educación. Espero que este cuento ofrezca a niñas y niños, madres, padres y familiares un momento de reflexión, diversión y aprendizaje. Sergio Rodríguez Director General de Pfizer España

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DEDICADO Al coraje y al espíritu de superación de la mujer para alcanzar metas estelares

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Susana Gómez Castro

Ilustraciones: Adolfo Ruiz Mendes / Cósmica®

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pesar de que era la primera vez que viajaba en avión, Estrella no estaba nada nerviosa, todo lo contrario, parecía que volar era algo que había hecho toda la vida y que le proporcionaba paz. Mientras miraba a través de la ventana, distraída, esa paz se vio truncada porque notó un revuelo a su lado.

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Eran sus hermanos gemelos, Fran y Mario, que se empeñaban en sonsacarle a su madre, Carol, a dónde se dirigían. Como el vuelo desde Tenerife duraba casi tres horas, después de tanto insistir, su madre les confesó que iban a Madrid y que luego cogerían un tren, pero que ya no les decía más.


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strella, disgustada porque no la dejaban disfrutar del vuelo, les dijo que se estuvieran callados, que molestaban a más gente; pero ellos la llamaron pelota, amargada… En fin, los trucos a los que recurren los niños de siete años algo mimados.

Alberto, su padre, los regañó, harto de que siempre utilizaran a su hermana como blanco de sus iras. Estrella miró hacia arriba con aire cansado y volvió a contemplar el cielo, tratando de alejarse, mentalmente al menos, de esos dos brutos.

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n el fondo, Estrella también tenía curiosidad por el sitio al que iban, pero su madre les había dicho que era una sorpresa, prefería no preguntar y descubrirlo por sí misma. Pensaba esto mientras aterrizaban, cosa que le parecía casi tan fascinante como el despegue porque un hormigueo le recorrió el estómago. ¡Ya estaba deseando montar en el avión de vuelta! Fueron a la estación y Estrella se fijó que el itinerario de su tren pasaba por Segovia y terminaba en Salamanca; así que, mientras sus hermanos seguían preguntando a su madre si se dirigían a Disneyland, ella ya imaginaba por dónde iban los tiros.

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inalmente, llegaron a Salamanca, y Carol dijo: «¡Ya estamos aquí!». Estrella sonrió y los gemelos protestaron. Su padre les explicó que se trataba de una ciudad histórica, que quizás eran aún pequeños, pero que seguro que la disfrutaban. No pareció que lo entendiesen: se cruzaron de brazos y, enfurruñados, estuvieron un buen rato sin decir nada, cosa que agradecieron todos.

Después de dejar las maletas en el hotel, dieron un paseo hasta su primera parada, las catedrales (la Vieja y la Nueva), donde los esperaba Ana, una profesora amiga de Carol que les haría de guía.

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Estrella la impresionó la fachada de la Catedral Nueva, nunca había visto tal cantidad de adornos sobre una puerta. Los gemelos, sin embargo, se fijaron en la altura de la torre y le preguntaron a Ana si se podía subir hasta arriba. La guía se rió y les dijo que sí, que había unas escaleras de caracol de unos doscientos escalones que llegaban a un lugar llamado Ieronimus, desde donde se veían las dos catedrales por dentro y por fuera.

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l nombre les daba igual, pero oír esa cantidad tan grande de escalones revolucionó de nuevo a los chicos, que gritaron: «¡Una carrera hasta arriba!, el último en subir es un flojo». Y se fueron corriendo. Estrella intentó no dejarse llevar por el impulso, pero, al fin y al cabo, era una niña de nueve años y, un par de segundos más tarde, salió disparada tras sus hermanos. A pesar de que ellos estaban muy altos para su edad, Estrella los alcanzó ¡y ganó!

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uando los padres y la guía llegaron, los encontraron jadeando. Preguntaron quién había ganado y los gemelos dijeron que Estrella había hecho trampas.

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lberto dijo: «O sea, que os ha ganado». Ellos protestaron, pero Ana intervino para evitar la crisis y les preguntó qué querían ser de mayores. Ellos olvidaron el enfado y contestaron que Fran iba a ser futbolista y Mario veterinario. Luego, preguntó lo mismo a Estrella, y la niña se quedó pensando unos segundos, inmóvil. No tenía ni idea. Quería hacer algo importante, dejar huella, volar alto…, pero no sabía cómo.

Mientras meditaba una respuesta, sus hermanos decían unas cuantas ocupaciones absurdas: «¡Espantapájaros!», «¡fabricante de aire!». «Ya estamos…», pensó Estrella. Sus padres regañaron una vez más a los gemelos; ella trataba de ignorarlos porque, claro, eran sus hermanos pequeños. Sin embargo, esa vez le importó menos, puesto que seguía dándole vueltas a la pregunta sobre lo que quería ser de mayor.

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ecorrieron las torres medievales de la Catedral Vieja, parte del itinerario de Ieronimus, y Ana les explicó los estilos arquitectónicos, retablos, capiteles, coros… Estrella los miraba admirada porque eran algo nuevo e impresionante para ella. Imaginaba los rudimentarios medios con los que, con esfuerzo y destreza, habían trabajado

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los artesanos de los siglos XII y XVIII, y se maravillaba. Una de las cosas que más le llamó la atención fue la capilla de Santa Bárbara de la Catedral Vieja, donde había una moderna estructura móvil que desplazaba el retablo y permitía ver unas pinturas del siglo XIII ¡que habían descubierto recientemente! ¿Qué más misterios escondería ese edificio?


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l salir de la Catedral Nueva, se encontraron a muchas personas sorprendidas ante la fachada. ¿Qué estaban mirando que ellos no habían visto? Entre la rica decoración había… ¡un astronauta! ¿Cómo era posible aquello si las catedrales se habían construido siglos antes? El estupor duró hasta que Ana, divertida, explicó que aquel astronauta lo habían esculpido en 1992, cuando llevaron a cabo una importante restauración de la catedral.

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strella estaba impresionada no solo por visitar una ciudad tan bonita, sino también porque imaginaba la aventura de ser astronauta. Si le había gustado tanto el avión, ¿cómo sería eso de volar por el espacio?, ¿de estar cerca de las estrellas y la luna?, ¿de descubrir nuevos planetas? Mientras lo pensaba, vio de reojo cómo Fran le decía algo al oído a Mario, y este se reía. Sintió deseos de preguntarles qué cuchicheaban, pero, conociéndolos, prefirió no hacerlo.

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l hotel no quedaba lejos, pero ya anochecía y, después del viaje y la visita, estaban muy cansados. Se notaba porque los cinco, incluidos los gemelos, volvían en silencio, eso sí, con una sonrisa de satisfacción por todas las cosas interesantes que habían visto. Pero la noche deparaba más sorpresas.

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strella no tardó en dormirse y soñar. Al principio, no sabía dónde estaba, era como el coche de su padre, pero más grande. Escuchó una cuenta atrás en inglés: «Ten, nine…» hasta llegar a «one, now!». De pronto, hubo un ruido ensordecedor y se emocionó. Como era una chica valiente, se incorporó para mirar por la ventana, y en vez de la carretera, vio cómo aquel vehículo se alejaba de la Tierra. «Estoy en un avión», pensó en un primer momento, pero subían en vertical hacia el cielo, y entonces se dio cuenta de que era una nave espacial. Miró hacia delante y vio dragones, serpientes, caballos con alas, carros triunfales, soles y otros astros. Era tan bonito que apenas pestañeaba, pero pronto se fijó en que no estaba sola en la nave.

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o sabía si habían estado desde el principio, pero había tres mujeres con ropa medieval sentadas junto a ella. A pesar de la sorpresa y de que no entendía qué hacían ahí, no se asustó. Antes de que dijera nada, una de ellas la saludó: «Hola, Estrella». «¡Saben mi nombre!», pensó. Y continuó la segunda: «Somos Isabel, Lucía y Beatriz, y estamos aquí porque eres una persona muy especial y queremos contarte algo. Sabemos que tus hermanos, aunque son buenos muchachos, te bloquean. No dejes que eso pase, saca todo lo que tengas dentro y, cuando lo hagas, conseguirás cosas importantes».

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e parecía un sueño raro, pero se lo estaba pasando bien y las mujeres eran muy simpáticas. De pronto, se despertó, y en vez de olvidarse rápidamente de lo que había soñado, como solía ocurrirle,

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se acordaba de todo, como si en realidad lo hubiera vivido. ¿A qué cosas importantes se referían? Mientras lo pensaba, entró su madre en la habitación: «¡Venga, arriba! Hoy vamos a la Universidad».


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l llegar a la Universidad, Estrella vio a Ana y se alegró de que los acompañara la misma guía. Recorrieron claustros, patios y aulas hasta que, al entrar en una sala, miró hacia arriba y algo la dejó perpleja: había una bóveda con una pintura que representaba el cielo, pero no un cielo cualquiera. ¿Dónde había visto eso antes?

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e repente, lo recordó: ¡era el mismo cielo con el que había soñado! No salía de su asombro. ¿Cómo era posible que lo hubiera visto en sueños antes que en la realidad? Ana, que se había dado cuenta de lo que la había impresionado, le explicó que lo llamaban El Cielo de Salamanca, una pintura de 1480 de Fernando Gallego. «Yo ya lo había visto», aseguró, sin atreverse a confesar que lo había soñado.

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ntonces, Ana cogió un libro y le dijo: «Mira, esta fue Lucía de Medrano, quien con solo veinticuatro años ocupó la Cátedra de Latín en esta Universidad. Fue la primera mujer de la historia en llegar a catedrática». Estrella no daba crédito a lo que estaba viendo. Ana sonrió y le dijo: «Me recuerdas a otras mujeres visionarias, adelantadas a su tiempo, que lograron hacer cosas importantes».

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ra la famosa Lucía quien le había hablado en su sueño. La sorpresa no terminó ahí, la guía pasó unas páginas y le enseñó la foto de otra pintura: «Esta mujer es Beatriz Galindo, a quien llamaban la Latina. Una escritora que, además de su afición a las letras, dominaba tanto el latín que la reina Isabel la Católica la quiso como profesora para ella y para sus hijos».

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strella no entendía nada. «¡Beatriz e Isabel! ¡Las otras dos mujeres con las que soñé!». Sentía algo extraño pero muy agradable, como una conexión cósmica. Pensaba que todas esas señales querían decirle algo, pero ¿qué? De pronto, su padre, que se había retrasado, llegó corriendo con la cara desencajada: «¡No encuentro a los gemelos, se han perdido!».

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ios mío, ¿cómo ha sido?», dijo la madre. Alberto explicó que en la entrada de la Universidad le habían pedido jugar al escondite y, por no oírlos, había cedido. Y al darse la vuelta, ya no estaban. Ana dijo: «Bueno, son pequeños. Si nos dividimos, podremos encontrarlos». Carol dijo: «Me parece buena idea. Estrella, por favor, quédate aquí y no te muevas, te dejo mi móvil para que nos avises si aparecen».

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strella asintió, obediente, y se quedó sentada en un pequeño despacho. Al principio, se entretuvo con un juego del móvil, pero pronto ató cabos: las risas de los gemelos frente a la fachada, el cuchicheo al oído… «¡Ya sé dónde están!». Y sin dudarlo, corrió hacia allí.

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e paró un segundo en la puerta de la Catedral Nueva, miró hacia arriba y pensó: «Por ahí». Entró como un rayo y subió por un lado distinto al del día anterior. No conocía el camino, pero deducía por dónde tenía que ir. Apareció frente a una ventana grande que daba a un techo inclinado. Al abrirla, oyó a sus hermanos lloriqueando a lo lejos. Parecía peligroso, pero debía socorrerlos, así que salió por la ventana y avanzó por el techo.

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espués, saltó una valla y apareció en la cubierta de la Catedral, rodeada de pináculos. ¡Daba mucho vértigo! Oía a sus hermanos cerca, pero no los veía. Abrió una pequeña puerta y, a través

de un hueco estrecho, por el que pasó a gatas y sin saber lo que se iba a encontrar, continuó adelante, decidida, porque tenía que ayudar a sus hermanos. Finalmente, alcanzó otra terraza. ¡Daba aún más vértigo!

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l fondo, estaban sus hermanos abrazados. Al verla, los gemelos gritaron: «¡¡Estrella!!». Y se lanzaron a sus brazos, llenos de lágrimas. «No pasa nada, chicos, ya está. Venga, vamos a volver, que no quiero que papá y mamá se preocupen». Una vez en la puerta de la Catedral Nueva, Estrella llamó a su padre para decirles que los había encontrado. Cuando llegaron, le preguntaron: «¿Cómo lo has sabido?». Y Estrella dijo: «Ayer, cuando estábamos mirando al astronauta, Fran y Mario cuchichearon algo, y hoy me he dado cuenta de que lo que querían era llevarse al astronauta de la Catedral a casa, por eso han vuelto». «Lo sentimos, hemos pasado mucho miedo —dijeron los chicos—. Estrella, has estado genial, eres supervaliente. Ya no queremos a ese astronauta, ¡tú eres nuestra astronauta!». Y le dieron un abrazo que conmovió a Estrella. Ana la felicitó por su valentía e inteligencia.

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asados unos días, llegó la hora de regresar a casa. En el avión de vuelta, Estrella pensó: «Otra vez volando. ¡Qué emocionante!». De pronto, las piezas encajaron en su cabeza y ya no tenía

ningún tipo de duda: «¡Ya sé lo que quiero ser de mayor!, ¡quiero ser astronauta!». El avión se alejaba convertido en un transbordador espacial mientras Lucía, Beatriz e Isabel la observaban sonrientes.

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l Comité de Diversidad de Pfizer España está formado por más de veinticinco voluntarios de diversos departamentos. Nuestro objetivo es asegurar que Pfizer sigue creciendo como compañía igualitaria e inclusiva, que apuesta por el bienestar de sus profesionales y que trata, junto con la Unidad de Recursos Humanos, de que Pfizer sea un lugar increíble de trabajo donde puedan desarrollar sus capacidades y se premie su talento, sin importar el género, la edad o la condición sexual. A nivel internacional, este Comité de Diversidad es parte de la iniciativa DICE (Diversity & Inclusion Council Europe), promovida por Pfizer en Europa. En el Comité de Diversidad de Pfizer España, creemos que este cuento es un ejemplo de nuestras iniciativas globales dirigidas al empoderamiento femenino. La decisión de Estrella muestra que existe una amplia variedad de profesiones y que el hecho de ser mujer no supone una limitación para acceder a ellas. Nuestro compromiso es transmitírselo a las más jóvenes.

Con este tipo de proyectos, visibilizamos el papel de la mujer en la ciencia y las profesiones de las que han sido alejadas tradicionalmente por ser consideradas masculinas. El objetivo es aumentar la autoestima y la ambición profesional de las niñas y colaborar de esta y otras formas en el cumplimiento del ODS 5. Igualdad de Género, de la Agenda 2030. Gracias al Plan de Igualdad de Pfizer España, que se lleva implementando desde 2016, seguimos creciendo como compañía igualitaria e inclusiva, que apuesta por el bienestar de sus profesionales donde cada Profesional pueda desarrollar sus capacidades y se fomente el talento, sin importar el género, la edad o la condición sexual.

Comité de Diversidad – Pfizer España

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Con nuestros libros queremos hacer una educación más divertida, alegre y al alcance de todos.

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