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Ad gentes jul-ago

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ISSN: 0185-8424

REVISTA AD GENTES. PUBLICACIÓN BIMESTRAL DE LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIO EPISCOPALES DE MÉXICO A.R. www.ompe.mx

$15.00 MXN

AÑO LIII No. 607

Julio-Agosto 2020

Vocaciones Nativas

Esperanza de las Iglesias jóvenes Es el Señor quien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Papa Francisco La oración une las mentes y los corazones, y, sobre todo, ayuda a ponernos en sintonía con el Único Necesario en estos momentos. Pbro. José Refugio Ochoa González



Mensaje del director

Durante las emergencias, instintivamente pensamos primero en nosotros mismos, en nuestras familias y en las personas cercanas a nosotros. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para protegerlos. Aunque si esta reacción es fundamentalmente buena, debemos tener cuidado de no terminar pensando sólo en nosotros mismos […] La propagación pandémica de un virus debe producir un "contagio" pandémico de la caridad. La historia juzgará a nuestra generación por la fuerza del amor desinteresado que esta emergencia común habrá generado y difundido o si no lo hizo. Agradecemos a la gente heroica cuyo amor y coraje ya ha sido una fuente de curación y esperanza en las últimas semanas. Cardenal Luis Antonio Tagle, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y Presidente de Cáritas Internacional.

P. Antonio de Jesús Mascorro Tristán, MG Estimados lectores de Ad gentes, reciban un afectuoso saludo desde la sede nacional de las OMPE México. Que estos tiempos complicados que estamos viviendo provoquen en nosotros empatía con nuestros hermanos, sobre todo con los que padecieron la muerte de sus seres queridos a causa del COVID-19. Que el Dios de la vida haga renacer la alegría y el gusto por vivir en aquellos que más padecieron los estragos de la pandemia. Oremos juntos para que pronto se restablezcan los empleos y la economía de nuestro país en beneficio de todos los ciudadanos, pero sobe todo, de los que se vieron más afectados y perdieron sus empleos, y aquellos que con sus esfuerzos viven día a día. Les pido que oremos de manera muy especial por el eterno descanso del P. Juan Francisco Espino, padre Paco, como le decíamos de cariño los amigos. Los que lo conocimos sabemos de la dedicación y entrega que tenía por la misión ad gentes, y el gran servicio que realizó en la Arquidiócesis de Puebla como Director Diocesano de Misiones. Sin olvidar el admirable desempeño que realizó como Secretario Nacional de la Pontificia Unión Misional, aquí en OMPE México. Que Dios premie con la gloria eterna su amor, alegría, generosidad, cercanía humana, escucha atenta y demás virtudes que lo consolidaron como un gran ser humano, hijo de familia y sacerdote. Por otro lado, el próximo 16 de agosto celebraremos la Jornada de las Vocaciones Nativas, con el lema: Esperanza de las iglesias jóvenes. La vocación al sacerdocio y a la vida religiosa en tierras de misión van en aumento cada día, por lo que es fundamental la infraestructura y organización de espacios dignos para el estudio, la alimentación y la vivienda. Por ello, es necesario que todo el Pueblo de Dios mantengamos viva y eficaz la oración y el apoyo material por las misiones. En nuestro país la Obra de San Pedro Apostol recoge las ayudas espirituales y materiales, a fin de apoyar a los seminarios y a las casas de formación de jóvenes religiosas, así como a la necesaria preparación de los mismos formadores, en esta Jornada de Vocaciones Nativas. Que nuestra oración se eleve al cielo con actitud solidaria para con los misioneros que entregan la vida por el reino; que fortalezca y dé vida a una Iglesia que tiene la encomienda de hacer llegar la Buena Nueva de Jesucristo a todas las gentes. Antes de despedirme quiero anunciarles una agradable noticia: El Papa Francisco ha autorizado a la Congregación para las Causas de los Santos promulgar el Decreto por el cual la Iglesia reconoce el milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios Paulina Jaricot, la fundadora de la Pontifica Obra de Propagación de la Fe. Toda la Familia de las Obras Misionales Pontificias nos llenamos de gran alegría y agradecimiento, ya que pronto habrá fecha para su beatificación. Que Santa María de Guadalupe, Misionera del Tepeyac, interceda por cada uno de nosotros y por los misioneros, para que Dios siga suscitando vocaciones misioneras ad gentes, y a nosotros nos aliente a ser esos discípulos misioneros siempre dispuestos a construir el Reino de Dios en nuestro entorno. Que así sea.


AÑO LIII NO. 607 JULIO · AGOSTO 2020

Propietario

OBRAS MISIONALES PONTIFICIO EPISCOPALES DE MÉXICO A.R. Director General

P. ANTONIO DE JESÚS MASCORRO TRISTÁN, MG Secretario Nacional de la Pontificia Obra de la PF

PBRO. LUIS ALBERTO CASTILLO HERNÁNDEZ

LA VOZ DEL PAPA Las palabras de la vocación

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Editora

DIANA MONROY RODRÍGUEZ Diseño

CLAUDIA B. CHÁVEZ RAMÍREZ COLABORADORES

Comunidad Misionera de Villaregia Pbro. Marcos Garduño Arias sx P. Dr. Luis García Orso, S.J. Pbro. José Refugio Ochoa González

LA MISIÓN HOY

Vocaciones Nativas. Esperanza de las Iglesias Jóvenes AL SERVICIO DE LA MISIÓN Infografía: Lenguas Nativas TESTIMONIOS MISIONEROS Hna. Maxine, misionera de la India

El contenido de los artículos que aparecen en cada número es responsabilidad de los autores y no compromete la opinión de los editores.

Visítanos: www.ompe.mx Revista Adgentes

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Fotografía Págs: 4-9, 35-37 Cathopic Portada y págs: 13, 38-41 Pixabay Págs: 30-33 CMV

REVISTA AD GENTES, Año LIII, número 607, julio · agosto 2020, es una publicación bimestral impresa, distribuida por Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, A. R., Prolongación Misterios No. 24, Col. Tepeyac Insurgentes. Delegación Gustavo A. Madero, C.P. 07020, Tel. (01 55) 57500544, www.ompe.mx, Editor responsable: Antonio de Jesús Mascorro Tristán, MG. Reserva de Derechos No. 04-2008-042412363000-102, ISSN: 0185-8424, Licitud de Título No. 12345. Licitud de Contenido No. 9908, ambos otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación, Permiso SEPOMEX No. PPO9-1848. Impresa por Editorial Esfuerzo S. A. de C. V. Esfuerzo 16-A, Col. Lázaro Cárdenas, C.P. 53560, Naucalpan de Juárez, Estado de México. Este número se terminó de imprimir el 23 de junio de 2020, con un tiraje de 10,000 ejemplares.

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MISIÓN Y PERSPECTIVA Dar razón de nuestra esperanza

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TESTIMONIOS MISIONEROS Un granito de arena

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LA VOZ DE NUESTROS PASTORES Ante el COVID-19 ¿Qué ofrece la Iglesia?

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IGLESIA EN SALIDA Familia misionera ¿En salida o confinada?

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TESTIMONIOS MISIONEROS Misión digital

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CUADRO POR CUADRO Ixcanul

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Editorial

El 26 de mayo de 2020, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos promulgar un decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión de Paulina Jaricot. La próxima beatificación de la fundadora de la Pontificia Obra de la Propagación de la Fe debe ser para nosotros no solo motivo de júbilo sino también una oportunidad de reflexionar en torno a la santidad a la que todos hemos sido llamados. Paulina Jaricot fue una mujer que supo dar respuesta a las necesidades de su época, dando respuesta pronta al llamado de Dios cumplió con la misión que le fue encomendada; lo hizo de una manera creativa, buscó la forma en que sus acciones contagiaran a otros y tuvo éxito, podemos dar cuenta de ello, pues hoy en día, año con año, celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, la cual tuvo origen en «la moneda de Paulina». Así como Paulina, a lo largo de la historia, nos podemos encontrar con personas que, pese a los conflictos sociales, políticos o económicos, trabajaron por y para la misión; tal es el caso de Juana Bigard y su madre Estefanía, dos laicas que, al enterarse de las necesidades del clero nativo, pusieron en marcha acciones que impactarían más allá de lo diocesano; ellas observaron la realidad más allá de sus fronteras y buscaron la manera de que ningún joven llamado a la vida religiosa desistiera de su propósito a causa de problemas económicos. Su trabajo ha perdurado, la Pontificia Obra de San Pedro Apóstol, cuyo origen es el apostolado realizado por Juana y Estefanía, continúa trabajando por el florecimiento de vocaciones en tierras de misión. El próximo 16 de agosto celebraremos la Jornada de Vocaciones Nativas, una oportunidad para involucrarnos en la formación de sacerdotes, religiosas y religiosos; la importancia de estas vocaciones radica que en ellas está puesta la «esperanza de las Iglesias jóvenes», pues en efecto, allí donde el clero indígena es suficiente y se halla tan bien formado que no desmerece en nada de su vocación, puede decirse que la obra del misionero está felizmente acabada y la Iglesia perfectamente establecida» (MI 36; cf 39; 89).


LA VOZ DEL PAPA por Papa Francisco

Las palabras de la vocación Mensaje del Papa Francisco para la LVII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Queridos hermanos y hermanas: El 4 de agosto del año pasado, en el 160 aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, quise ofrecer una Carta a los sacerdotes, que por la llamada que el Señor les hizo, gastan la vida cada día al servicio del Pueblo de Dios.

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n esa ocasión, elegí cuatro palabras clave —dolor, gratitud, ánimo y alabanza— para agradecer a los sacerdotes y apoyar su ministerio. Considero que hoy, en esta 57 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, esas palabras se pueden retomar y dirigir a todo el Pueblo de Dios, a la luz de un pasaje evangélico que nos cuenta la singular experiencia de Jesús y Pedro durante una noche de tempestad, en el lago de Tiberíades (cf. Mt 14, 22-33). Después de la multiplicación de los panes, que había entusiasmado a la multitud, Jesús ordenó a los suyos que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. La imagen de esta travesía en el lago evoca de algún modo el viaje de nuestra existencia. En efecto, la barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades del mar, aunque también anhela recibir del timonel un cambio de dirección que la ponga finalmente en el rumbo adecuado. Pero, a veces puede perderse, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro luminoso que la conduce al puerto seguro, o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores.

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También sucede así en el corazón de los discípulos. Ellos, que están llamados a seguir al Maestro de Nazaret, deben decidirse a pasar a la otra orilla, apostando valientemente por abandonar sus propias seguridades e ir tras las huellas del Señor. Esta aventura no es pacífica: llega la noche, sopla el viento contrario, la barca es sacudida por las olas, y el miedo de no lograrlo y de no estar a la altura de la llamada amenaza con hundirlos. Pero el Evangelio nos dice que, en la aventura de este viaje difícil, no estamos solos. El Señor, casi anticipando la aurora en medio de la noche, caminó sobre las aguas agitadas y alcanzó a los discípulos, invitó a Pedro a ir a su encuentro sobre las aguas, lo salvó cuando lo vio hundirse y, finalmente, subió a la barca e hizo calmar el viento. Así pues, la primera palabra de la vocación es gratitud. Navegar en la dirección correcta no es una tarea confiada sólo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos. Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un «yo» aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto. Es el Señor quien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca Julio - Agosto 2020

y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los escollos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre las aguas agitadas. Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad. «La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor» (Carta a los sacerdotes, 4 agosto 2019); por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida. Cuando los discípulos vieron que Jesús se acercaba caminando sobre las aguas, pensaron que se trataba de un fantasma y tuvieron miedo. Pero enseguida Jesús los tranquilizó con una palabra que siempre debe acompañar nuestra vida y nuestro camino vocacional: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (v. 27). Esta es precisamente la segunda palabra que deseo daros: ánimo.

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LA VOZ DEL PAPA

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GRATITUD

«Doy gracias sin cesar por Ustedes» (Ef 1,16).

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a vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor. Es bueno volver una y otra vez sobre esos pasajes evangélicos donde vemos a Jesús rezar, elegir y llamar «para que estén con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14).

Quisiera recordar aquí a un gran maestro de vida sacerdotal de mi país natal, el padre Lucio Gera quien, hablando a un grupo de sacerdotes en tiempos de muchas pruebas en América Latina, les decía: «Siempre, pero sobre todo en las pruebas, debemos volver a esos momentos luminosos en que experimentamos el llamado del Señor a consagrar toda nuestra vida a su servicio». Es lo que me gusta llamar «la memoria deuteronómica de la vocación» que nos permite volver «a ese punto incandescente en el que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino y con esa chispa volver a encender el fuego para el hoy, para cada día y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena». Un día pronunciamos un «sí» que nació y creció en el seno de una comunidad cristiana de la mano de esos santos «de la puerta de al lado» que nos mostraron con fe sencilla que valía la pena entregar todo por el Señor y su Reino. Un «sí» cuyo alcance ha tenido y tendrá una trascendencia impensada, que muchas veces no llegaremos a imaginar todo el bien que fue y es capaz de generar. ¡Qué lindo cuando un cura anciano se ve rodeado y visitado por esos pequeños —ya adultos— que bautizó en sus inicios

y, con gratitud, le vienen a presentar la familia! Allí descubrimos que fuimos ungidos para ungir y la unción de Dios nunca defrauda y me hace decir con el Apóstol: «Doy gracias sin cesar por Ustedes» (Ef 1,16) y por todo el bien que han hecho. En momentos de tribulación, fragilidad, así como en los de debilidad y manifestación de nuestros límites, cuando la peor de todas las tentaciones es quedarse rumiando la desolación fragmentando la mirada, el juicio y el corazón, en esos momentos es importante —hasta me animaría a decir crucial— no sólo no perder la memoria agradecida del paso del Señor por nuestra vida, la memoria de su mirada misericordiosa que nos invitó a jugárnosla por Él y por su Pueblo, sino también animarse a ponerla en práctica y con el salmista poder armar nuestro propio canto de alabanza porque «eterna es su misericordia» (Sal 135). El agradecimiento siempre es un «arma poderosa». Solo si somos capaces de contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, generosidad, solidaridad y confianza, así como de perdón, paciencia, aguante y compasión con los que fuimos tratados, dejaremos al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz de renovar (y no emparchar) nuestra vida y misión. Dejemos que, al igual que Pedro en la mañana de la «pesca milagrosa», el constatar tanto bien recibido nos haga despertar la capacidad de asombro y gratitud que nos lleve a decir: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador» (Lc 5,8) y, escuchemos una vez más de boca del Señor su llamado: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» (Lc 5,10); porque «eterna es su misericordia».

De la Carta del Papa Francisco a los sacerdotes por el 160 aniversario de la muerte del cura de Ars

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LA VOZ DEL PAPA

Lo que a menudo nos impide caminar, crecer, escoger el camino que el Señor nos señala son los fantasmas que se agitan en nuestro corazón. Cuando estamos llamados a dejar nuestra orilla segura y abrazar un estado de vida —como el matrimonio, el orden sacerdotal, la vida consagrada—, la primera reacción la representa frecuentemente el «fantasma de la incredulidad»: No es posible que esta vocación sea para mí; ¿será realmente el camino acertado? ¿El Señor me pide esto justo a mí? Y, poco a poco, crecen en nosotros todos esos argumentos, justificaciones y cálculos que nos hacen perder el impulso, que nos confunden y nos dejan paralizados en el punto de partida: creemos que nos equivocamos, que no estamos a la altura, que simplemente vimos un fantasma que tenemos que ahuyentar.

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El Señor sabe que una opción fundamental de vida —como la de casarse o consagrarse de manera especial a su servicio— requiere valentía. Él conoce las preguntas, las dudas y las dificultades que agitan la barca de nuestro corazón, y por eso nos asegura: «No tengas miedo, ¡yo estoy contigo!». La fe en su presencia, que nos viene al encuentro y nos acompaña, aun cuando el mar está agitado, nos libera de esa acedia que ya tuve la oportunidad de definir como «tristeza dulzona» (Carta a los sacerdotes, 4 agosto 2019), es decir, ese desaliento interior que nos bloquea y no nos deja gustar la belleza de la vocación. En la Carta a los sacerdotes hablé también del dolor, pero aquí quisiera traducir de otro modo esta palabra y referirme a la fatiga. Toda vocación implica un compromiso. El Señor

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nos llama porque quiere que seamos como Pedro, capaces de «caminar sobre las aguas», es decir, que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio, en los modos concretos y cotidianos que Él nos muestra, y especialmente en las distintas formas de vocación laical, presbiteral y de vida consagrada. Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores. Si dejamos que nos abrume la idea de la responsabilidad que nos espera —en la vida matrimonial o en el ministerio sacerdotal— o las adversidades que se presentarán, entonces apartaremos la mirada de Jesús rápidamente y, como Pedro, correremos el riesgo de hundirnos. Al contrario, a pesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades. En efecto, Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría y entusiasmo. Finalmente, cuando Jesús subió a la barca, el viento cesó y las olas se calmaron. Es una hermosa imagen de lo que el Señor obra en nuestra vida y en los tumultos de la historia, de manera especial cuando atravesamos la tempestad: Él ordena que los vientos contrarios cesen y que las fuerzas del mal, del miedo y de la resignación no tengan más poder sobre nosotros. En la vocación específica que estamos llamados a vivir, estos vientos pueden agotarnos. Pienso en los que asumen tareas importantes en la sociedad civil, en los esposos que —no sin razón— me gusta llamarlos valientes, y especialmente en quienes abrazan la vida consagrada y el sacerdocio. Conozco vuestras fatigas, las soledades que a veces abruman vuestro corazón, el riesgo de la rutina que poco a poco apaga el fuego ardiente de la llamada, el peso de la incertidumbre y de la precariedad de nuestro tiempo, el miedo al Julio - Agosto 2020

futuro. Ánimo, ¡no tengáis miedo! Jesús está a nuestro lado y, si lo reconocemos como el único Señor de nuestra vida, Él nos tiende la mano y nos sujeta para salvarnos. Y entonces, aun en medio del oleaje, nuestra vida se abre a la alabanza. Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la Bienaventurada Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor. Queridos hermanos: Particularmente en esta Jornada, como también en la acción pastoral ordinaria de nuestras comunidades, deseo que la Iglesia recorra este camino al servicio de las vocaciones abriendo brechas en el corazón de los fieles, para que cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle “sí”, vencer la fatiga con la fe en Cristo y, finalmente, ofrecer la propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero. Que la Virgen María nos acompañe e interceda por nosotros.

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LA MISIÓN HOY por Diana Monroy Rodríguez, OMPE México

Vocaciones Nativas

Esperanza de las Iglesias jóvenes «Es de lo más principal e imprescindible, para quienes tienen a su cargo el gobierno de las Misiones, el educar y formar para los sagrados ministerios a los naturales mismos de la región que cultivan; en ello se basa principalmente la esperanza de las Iglesias jóvenes. Porque es indecible lo que vale, para infiltrar la fe en las almas de los naturales, el contacto de un sacerdote indígena del mismo origen, carácter, sentimientos y aficiones que ellos, ya que nadie puede saber cómo él insinuarse en sus almas. Y así, a veces sucede que se abre a un sacerdote indígena sin dificultad la puerta de una Misión cerrada a cualquier otro sacerdote extranjero».

Maximum Illud, 30-31

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ste año celebraremos la Jornada de Vocaciones Nativas el 16 de agosto y, bajo el lema «Esperanza de las Iglesias Jóvenes», se nos invita a reflexionar sobre la importancia de promover y apoyar la formación de aquellos jóvenes nativos que, en tierra de misión, han sido llamados a consagrar su vida al servicio del Evangelio. Puesto que toda comunidad merece vocaciones del mismo origen, carácter, sentimientos y aficiones a ellos (cfr. MI, 31), el apoyo y promoción de ellas es parte de la Misión, cumpliendo así con el mandato de propagar el Evangelio entre todos los Pueblos.

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Las vocaciones nativas son signo de que la Buena Nueva, más allá de ser asimilada, ha arraigado en un pueblo, y la fe en Jesucristo se ha implantado en el corazón de los fieles de esa comunidad; por ello es tarea del misionero la búsqueda constante de colaboradores entre los pueblos recientemente convertidos a Cristo. Es así como «la Iglesia profundiza sus más firmes raíces en cada grupo humano, cuando varias comunidades de fieles tienen de entre sus miembros los ministros propios de la salvación en el Orden de los Obispos, de los presbíteros y diáconos, que sirven a sus hermanos, de modo que las Iglesias jóvenes consigan, paso a paso con su clero, la estructura diocesana» (AG, 16). 11


LA MISIÓN HOY

Contribuir en el crecimiento y fortalecimiento de las Iglesias jóvenes implica involucrarse y comprometerse con la formación plena de vocaciones nativas.

«La obra de implantación de la Iglesia en un determinado grupo humano alcanza su objetivo cuando la congregación de los fieles, arraigada ya en la vida social y conformada de alguna manera con la cultura del lugar, goza de cierta firmeza y estabilidad; es decir, está provista de cierto número, aunque insuficiente, de sacerdotes nativos, de religiosos y seglares, y está provista de las instituciones y ministerios necesarios para conducir y enriquecer la vida del Pueblo de Dios» (AG, 19). Contribuir en el crecimiento y fortalecimiento de las Iglesias jóvenes implica involucrarse y comprometerse con la formación plena de vocaciones nativas, pues para que estas rindan frutos es menester ir más allá de lo incipiente y elemental; su formación debe ser plena, completa y acabada bajo todos sus aspectos. Cabe señalar que, tal como lo indicó el Papa Benedicto XV en su carta apostólica Maximum Illud, «no es el fin de la formación de vocaciones nativas poder ayudar únicamente a los misioneros extranjeros, desempeñando los oficios de menor importancia», sino que su objeto es formarles considerando que serán los cimientos de una nueva estructura eclesial, de suerte que puedan el día de mañana tomar dignamente sobre sí el gobierno de su pueblo y ejercitar en él el divino ministerio. Sin embargo, es importante recordar que entre las muchas necesidades que hay en los territorios de misión la formación de sacerdotes, religiosas y religiosos es una de ellas. Recordemos que como bautizados tenemos una misión, el apoyo y la promoción de las vocaciones nativas son parte de ella; la oración, testimonio, sacrificio y ayuda económica son importantes, es así como nosotros también podemos contribuir con el florecimiento de vocaciones nativas, esperanza de las Iglesias Jóvenes.

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La Jornada de Vocaciones Nativas surgió en 1889 cuando dos mujeres francesas, Estefanía y Juana Bigard, madre e hija, leyeron una carta del obispo de Nagasaki en la que contaba algunos pormenores de la persecución religiosa que vivía en aquellos años el país nipón: los japoneses tenían miedo de acercarse a los misioneros extranjeros por temor a las represalias, pero se acercaban confiadamente a los de su misma nacionalidad. En seguida ambas mujeres se lanzaron a promover iniciativas para cuidar las vocaciones nativas en los territorios de misión. Hoy, después de 130 años, el fruto ha llegado: según el Anuario Estadístico de la Iglesia Católica, el número de sacerdotes nativos ha pasado de 46 932 a 88 138 en los últimos 30 años, con especial florecimiento en África y Asia. Documento final del Sínodo de los Obispos, 41

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TESTIMONIOS MISIONEROS Hna. Maxine D costa, Congregación de las hermanas de San Carlos Borromeo

Hna. Maxine, misionera desde India «Por eso, el superior de una Misión católica que no abriga en su corazón más ideal que la gloria de Dios y la salvación de las almas, en presencia de la necesidad, acude a todas partes en busca de colaboradores para el santísimo ministerio; ni se le da nada que éstos sean de su Orden y nación o de Orden y nación distintas, “con tal que de cualquier modo Cristo sea anunciado” (Flp 1,18)».


S

oy la Hermana Maxine D costa, pertenezco a la Congregación de las hermanas de San Carlos Borromeo. Mi lugar natal es Niddodi, India. El nombre de mi padre es Salvador D costa y el de mi madre es Eveline D costa, entre sus 7 hijos yo soy la segunda. Me alegro decir que mi familia es muy temerosa de Dios, orante y llena de fe. Hoy voy a compartir algunas palabras sobre mi vocación a la vida religiosa. Cuando era niña en mi parroquia no había hermanas religiosas, pero cuando estudiaba en la escuela secundaria, la congregación de las Hermanas de San José de Shirva solía venir los domingos para conocer a los jóvenes y hablar sobre su congregación. Todos los años, durante las vacaciones de verano, solían organizar campamentos vocacionales e invitarnos a

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participar. Participé 3 años seguidos, al mismo tiempo que las hermanas de San Carlos Borromeo iban a nuestra parroquia para realizar trabajo pastoral; ahí tuve la oportunidad de conocerlas. Un día, cuando estaba en casa durante mis vacaciones, acababa de terminar la escuela secundaria. La Hermana Zita, superiora de la comunidad de Niddodi, me invitó al campamento vocacional, era a nivel de decanato, se organizaron sacerdotes y religiosas de diferentes congregaciones, las hermanas de San Carlos también estuvieron presentes. A partir de ahí cambié de opinión y pensé en unirme a la congregación de San Carlos. La Hermana Zita me llamó y me habló al respecto e hizo arreglos para ir a Bangalore.

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Llevar nueva esperanza a la India

«En estos tiempos difíciles, mientras luchamos contra el Covid-19, rezamos por la curación de los enfermos y la recuperación de nuestra tierra. Como familia de Dios, estamos de acuerdo y unidos por la misma fe en esta solemne oración», así lo ha declarado el cardenal Oswald Gracias, presidente de la Conferencia Episcopal de la Indiana (CBCI) en un mensaje con motivo de la gran oración ecuménica que todas las confesiones cristianas en la India han realizado el 31 de mayo, fiesta de Pentecostés. Todos los fieles se han comprometido a llevar esperanza a la nación a través de la oración, la alabanza y la acción de gracias. Las comunidades cristianas en todos los rincones de la nación, y pertenecientes a todas las confesiones y comunidades, han celebrado la que se ha titulado como «Oración de la esperanza». «Levantemos nuestras voces, nuestros cantos y nuestras oraciones y toquemos las campanas de la iglesia para hacer sonar la esperanza en todos los rincones de nuestra nación», anunciaba el comunicado del Christian Media Forum, recibido en la Agencia Fides. Y tal y como se pedía, el 31 al mediodía sonaron las campanas de todas las iglesias, en señal de esperanza. El programa incluyó oraciones por los «héroes silenciosos» que luchan contra el coronavirus, como médicos, enfermeras y trabajadores de la salud. «Los cristianos en la India también oraron por la policía y por todos aquellos que, en medio de la pandemia, continúan trabajando para garantizar los servicios esenciales —ha dicho a la Agencia Fides el padre John Paul, miembro del Foro Cristiano de Medios—. Todos los que están en primera línea en la lucha contra el virus necesitan la protección especial de Dios» continúa. «La fiesta de Pentecostés, 50 días después de la Resurrección, es el día en que se formó la Iglesia y, por lo tanto, es un día muy solemne e importante para la comunidad: es bonito dar una señal de unidad», explica. El momento central de la oración ecuménica, que ha unió a los fieles de todas las confesiones en los territorios indios, fue la recitación simultánea del «Padre Nuestro» por la nación. El programa también terminó con la canción común del himno nacional, como un signo de la plena pertenencia de los cristianos a la Madre Patria India. Información de Agencia Fides


Después de un año de experiencia con las hermanas, me enviaron a terminar la preparatoria y me enviaron a Niddodi, mi lugar de nacimiento. Después de la preparatoria volví a Bangalore para entrar al postulantado y luego dos años de noviciado. Luego hice mi primera profesión y me enviaron a Madhya Pradesh, comunidad de Shivpuri. Allí fue para enseñar inglés a los niños pequeños que recién habían comenzado la escuela de inglés. Desde sus inicios la vida fue poco difícil, pero viví felizmente dos años de vida misionera. En esta vida misionera llegué a saber muchas cosas. Cuando Dios llama no sabemos dónde. Me envío al lugar donde no hay católicos, hay muy pocas familias católicas; pero nos respetaban, nos trataban como a uno de ellos, sin religión, casta ni credo. Así que también aprendí a aceptar a todos como hermanos y hermanas sin ver la religión y a dar testimonio de mi vida. Desde allí, Dios me llamó para ir a un país aún más lejano para trabajar como misioMayo - Junio 2020

nera: Argentina. Todo era nuevo, el idioma, la cultura, la comida, las personas, pero Dios que me llamó siempre estuvo conmigo, nunca me dejó sola. Es un país católico pero mi experiencia fue muy diferente. Encontré gente que no practicaba su fe, muy pocos van a la iglesia, etc. Así que viví 13 años allí y Dios me llama nuevamente a otro país lejano: México, otra experiencia diferente y así casi 25 años de vida misionera. Aprendí mucho, mi amor por Dios y por su pueblo, también aumentó mi fe en él y hoy me he fortalecido mi vocación. Hoy, a todos los que trabajan para la promoción vocacional, me gustaría decir una cosa: es muy difícil trabajar por las vocaciones, y escuchamos que las vocaciones son menos. Pero tenemos que trabajar continuamente con nuestras oraciones, sacrificios, ofreciendo rosarios todos los días pidiéndole al Señor que aumente las vocaciones especialmente en nuestros propios lugares para continuar con el trabajo misionero. Dios escucha nuestra oración. Entonces oremos y aumentemos nuestra fe en Él.

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Los misioneros, provenientes de otras Iglesias y países, deben insertarse en el mundo sociocultural de aquellos a quienes son enviados, superando los condicionamientos del propio ambiente de origen. Así, deben aprender la lengua de la región donde trabajan, conocer las expresiones más significativas de aquella cultura, descubriendo sus valores por experiencia directa. Solamente con este conocimiento los misioneros podrán llevar a los pueblos de manera creíble y fructífera el conocimiento del misterio escondido

Los

(cf. Rom 16, 25-27; Ef 3, 5). Redemptoris Missio, 53

ojos de la misión



MISIÓN Y PERSPECTIVA por Asociación Mexicana de Teología Dogmática, José Refugio Ochoa González / Diócesis de Gómez Palacio

Dar razón de nuestra esperanza (1P 3, 15) Encuentro extraordinario virtual en tiempos de pandemia

El momento presente ha traído consigo una especie de nuevo giro antropológico que está desmintiendo muchos paradigmas que la Modernidad se engalanaba apadrinar: el secularismo, el ateísmo y el individualismo son tres de los que a simple vista se pueden apreciar. Por un lado, la mayor parte de las personas que verdaderamente han vivido este tiempo en el aislamiento de sus hogares se han dado cuenta que hay un punto de la vida en el que la soledad permanente no es sana. Hubo un momento, en el que directa o indirectamente se asumió la necesidad de establecer relaciones, y es que hablar con alguien y saber que contamos con la compañía de alguien (no virtual) da seguridad.

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s en este sentido nuestra mención respecto al nuevo giro antropológico. Nos volvimos a fijar en nosotros mismos. Solo que ahora llevamos sobre nosotros una característica que la modernidad no ha podido ni podrá asumir: la debilidad. Una debilidad con muchas causas: la enfermedad, el miedo y la sicosis causada, sobre todo por las cifras de muertes e infectados, y por la ambigüedad que sigue habiendo respecto de la cura o el remedio. Una debilidad que, en el fondo, nos ha hecho darnos cuenta de que no estábamos preparados para afrontar esto solos, que no éramos «súper hombres», según la «feliz» expresión de Nietzsche. Curiosamente nos estamos dando cuenta de que necesitamos sentir una seguridad, y no precisamente intramundana. Llama la atención el gran incremento de publicaciones religiosas en las redes sociales y, junto a esto, el sinfín de comentarios que acompañan a las transmisiones de la Santa Misa o de Hora Santa «En vivo», implorando la intervención divina. Pero, además, es que el temor causado por la pandemia no ha respetado ni condiciones sociales ni culturales, y tanto las personas que se informan por terceros (periódicos, noticieros, etc.) como quienes tienen información de primera mano, tal es el caso de los médicos, acuden al ámbito espiritual para encontrar en él la seguridad que de manera general se anhela. Este panorama antropológico pone ante nosotros, especialmente de quienes nos consideramos católicos por convicción, la necesidad de anunciar aquellas palabras del Resucitado al final del evangelio de Mateo: Yo estoy con ustedes todos los días (Mt 28, 20). Esta cita bíblica ha sido empleada recientemente por el Dicasterio de la Comunicación de la Santa Sede en un texto ofrecido para toda la Iglesia, cuyo objetivo se muestra latente en su mismo título: Fuertes en la tribulación. En todo caso, lo difícil de este texto bíblico no es anunciarlo, sino más bien hacerlo creíble al gran número de personas que hoy

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buscan a Dios. Y con esto nos referimos no solo al amplio número de personas que en los últimos días se han acercado o han regresado a la Iglesia, sino también a otro número igualmente grande de personas que se decían de fe firme, «católicas de hueso colorado». Y es que se tenga o no una experiencia de fe, las preguntas que laten en el fondo de muchos giran en una misma dirección: ¿Necesitamos buscar con más fe al Señor? ¿Por qué no lo vemos cercano a nosotros en estos momentos? ¿Es que tal vez el Resucitado se ha olvidado de esta promesa de acompañarnos prácticamente a inicios del 2020? Esta serie de cuestionamientos necesitan una respuesta de parte de la Iglesia, y ante ellas, la teología, y de manera especial, la dogmática, ha de tener una palabra esencial pero discreta. No es posible que las personas que se están acercando a buscar a Dios no encuentren ayuda para hacerlo, ni que muchos de los que se dicen católicos queden confundidos. O es que en verdad no se desmiente del todo aquella profecía que tomaba forma como problema moderno para la teodicea: que el sufrimiento sería siempre roca firme del ateísmo1. Es necesario, por tanto, desde la dogmática, ayudar a la Iglesia en su tarea pastoral, para que, con una hermenéutica adecuada de la situación, muestre a todos la compañía del Resucitado. Esto es lo que se pretenderá hacer de manera modesta en lo que sigue de estas páginas en dos momentos: Partiremos de un acercamiento muy breve al tema teológico de la inmutabilidad impasibilidad de Dios en tiempos del Covid-19, para después, una vez vista la manera en que Él nos muestra su misteriosa cercanía, poder delinear la manera de nuestra respuesta: en la oración cristiana, fuente de seguridad y salud en todos los tiempos.

1 Cfr. CORDOVILLA ÁNGEL, El Misterio de Dios trinitario, BAC, Madrid 2012, 169.

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MISIÓN Y PERSPECTIVA

1. La inmutabilidad-impasibilidad de Dios en tiempos del Covid-19 Al iniciar este punto orientamos nuestra memoria al recuerdo de aquel momento extraordinario de oración ante la pandemia que el Papa Francisco hacia ante una plaza de San Pedro vacía. En aquella ocasión, el Papa, citando a Marcos 4, 35-41 nos invitaba a contemplar a Jesús en el único texto evangélico en el que él duerme profunda y tranquilamente, mientras los discípulos en la barca se estremecen de miedo por la gran tormenta que amenaza con hundirlos. ¿Maestro, no te importa que perezcamos? (Mc 4, 38), es tal vez nuestra suplica más profunda ante esta pandemia. ¡Despierta Señor que la barca de la Iglesia se hunde en mares agitados! Pero, ante nuestra suplica, tal vez paradójicamente para muchos, seguiremos escuchando de Él la misma respuesta: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe? Y es que como nos recuerda el Papa, el Señor nos está dirigiendo en el momento presente una llamada a incrementar nuestra fe en Él, reconociéndolo como el Salvador y compañero de viaje en las tormentas de la vida. En todo caso, la pregunta sigue siendo latente: ¿Cómo reconocerlo? ¿Cómo verlo actuando o acompañándonos? Porque más bien lo que parece es que él se ha olvidado de nosotros, o tal vez tengamos que decir que se está mostrando como un Dios inmutable e impasible ante nuestros sufrimientos, idea que tal vez muchos creyentes hoy en día albergan en su interior. En todo caso, antes que abordar el debate que suscitan estas categorías/características aplicadas a Dios desde la filosofía, es necesario decir que tanto la inmutabilidad como la impasibilidad en Dios, no se han de definir desde esquemas de pensamiento griegos o ilustrados, donde la inmutabilidad se entiende como no cambio/mutación y la impasibilidad como no alteración, ni sentimientos ni emociones. Una visión de Dios totalmente trascendente como lo mostraban los griegos, o de un Dios relojero 26

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como lo mostro el deísmo en la ilustración, señalando que Dios hizo el mundo y se fue lejos a contemplarlo sin jamás regresar a repararlo, no es lo que la experiencia bíblica menciona del Dios fiel, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Baste con mencionar que el Antiguo Testamento narra para todos los tiempos la historia de un Dios que no solo crea, sino que también guía, elige, se exilia con su pueblo y encabeza el regreso. Y qué decir del Nuevo Testamento, donde se nos muestra la plenitud del compromiso e implicación de Dios en nuestra historia en la Persona de su Hijo, Dios-connosotros. El testimonio de la Sagrada Escritura nos señala que en Dios la inmutabilidad e impasibilidad son palabras que reflejan más bien su fidelidad y compromiso con nosotros haciéndonos saber que Él no cambia nunca en el propósito de salvarnos y darnos su amor. Y seguido a ello, su invitación directa a incrementar nuestra fe en Él a la manera como siempre lo hizo el pueblo de Israel, reconociéndolo como su Salvador fiel, real y cercano, solidario con su causa, que además se revela desde la lógica de la gratitud para simplemente acompañarlo. Dios es pues impasible e inmutable, pero ante las tormentas que nos amenazan, porque siempre quiere acompañarnos a nosotros, a quienes las tormentas si nos hacen cambiar y vacilar en la fe2. Aunque quizás sea bueno matizar un poco esta otra categoría: la del acompañamiento divino, realizado libremente y respetando nuestras libertades, 2 A propósito de este punto, una experiencia pastoral: la pasada Semana Santa tuve la oportunidad de participar un día en un encuentro virtual con un grupo de jóvenes. Uno de ellos, que ya hace tiempo se había alejado de la parroquia, me cuestionó: ¿explíqueme por qué cada año para Semana Santa se leen las mismas lecturas?, y, es más, no solo en Semana Santa, porque de los años que tengo viniendo a la Misa, siempre escucho lo mismo, las lecturas siempre se repiten, y muchos de los evangelios ya sabemos en que terminan. ¿para qué estar siempre sobre lo mismo?... La respuesta fue aparentemente simple: porque Dios nos recuerda, cada vez que venimos a la Iglesia, que Él no cambia, que siempre es el mismo: fuerte, capaz de amarnos a pesar de nuestras carencias, capaz de perdonarnos, de abrazarnos siempre que vengamos con actitud de Hijos. Por el contrario, nosotros cada vez que venimos a la Iglesia somos diferentes, y cada Semana Santa traemos cargando en el interior diferentes cosas. Unos años estamos contentos por el nacimiento de un nuevo miembro de la familia, otros años tristes por una enfermedad o por la pérdida de un ser querido. Pero Dios, en nuestros cambios, siempre es el mismo.

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sin intentar más que transmitir ese insondable amor de divino a nosotros. Y es que muchas veces creemos que Dios nos acompaña si nos va bien. Y más concretamente en este tiempo, creemos que Dios nos acompaña si nos libra del virus. Y queremos ver signos/señales prodigiosas. Somos ecos de textos bíblicos como ese de San Juan, donde la gente pregunta: ¿Qué signos veremos qué haces tú para que creamos en ti? (Jn 6, 30-31), o de aquel pasaje de Lucas que relata el encuentro de Jesús con Herodes, y cómo éste espera que Jesús haga ante él alguna señal grandiosa simplemente porque quiere que se haga en el momento que se pide. Y la respuesta de Jesús sigue siendo tan sorprendente: no decirle nada (Lc 23, 8-9), pero en el fondo, hacer sentir su humilde y a la vez inmensa compañía, desapercibida totalmente por la total ausencia de fe. Tal vez tengamos que decir que así se muestra el Señor con nosotros en estos momentos. Nosotros queremos ver signos, pero Él no cambia en su manera de revelarse mostrando su silenciosa y cercana compañía en nuestras vidas por medio de la fe. Como bien decía Rahner: «la única certeza frente al sufrimiento y al mal es que Dios es infinitamente bueno y está con nosotros. 27


MISIÓN Y PERSPECTIVA

Su respuesta pudiera parecer simple y abstracta, pero con ella nos invita a no malentender la forma del estar Dios con nosotros, pues Él no manifiesta su estar con nosotros solo mediante dones tangibles que solucionen nuestras limitaciones, sino que su presencia implica hablar de su cercanía e inhabitación, siendo así que Él mismo es el que está con nosotros, sufre con nosotros, y nos ayuda a afrontar el mal […] y es que si Dios se ha hecho humano en Cristo, entonces se ha hecho también experiencia humana»3. En este sentido, aprender a vivir en la compañía del Señor Resucitado realizada bajo el signo de la humildad, ha de ser una tarea apremiante para la Iglesia de hoy. Es verdad que para muchas personas seguirá primando la acción sobre el ser, la muestra de los milagros sobre la compañía de Dios, pero a los que ejercemos la modesta tarea de acercarnos a la teología, y más si somos sacerdotes, religiosos o religiosas, se nos pide ser hombres y mujeres que creen en el Dios fiel, que no cambia en su propósito de darnos su amor y que, al hacerlo nos acompaña. Ojalá que la certeza de la compañía del Resucitado nos haga ser testimonio imparable de la fuerza de la resurrección en el mundo herido por la pandemia. Desde esta perspectiva la pregunta realmente esencial no es ¿Dónde está el Resucitado en tiempos del Covid-19?, sino más bien ¿Dónde estamos los que creemos en el Resucitado en tiempos del Covid-19? Mostrar que el Resucitado no se ha olvidado de su promesa, y que está con nosotros todos los días, ha de ser nuestra tarea, que se ha de realizar bajo los mismos signos que utilizo el Resucitado en el Nuevo Testamento: la humildad y la sencillez, signos que además se complementan y se viven profundamente en nuestra oración.

3 Cfr. KARL RAHNER., Dios, amor que desciende. Escritos espirituales, Sal Terrae, Santander 2008.

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La oración cristiana en tiempos del Covid-19 A tenor con lo anterior, el ya citado texto del Dicasterio de la comunicación de la Santa Sede, «Fuertes en la tribulación», nos invita a renovar nuestra fe en Cristo Resucitado en un momento como este y, al hacerlo, también nos da las claves: La comunión de la Iglesia ayuda en tiempos de prueba, donde la oración y el servicio silencioso son nuestras armas verdaderas (p. 162). Aunque la respuesta parezca simple, el orden tiene mucha importancia: la oración y después el servicio silencioso, estos son los dos pilares que nos harán ser fuertes en la tribulación, y que también harán que demos al mundo un testimonio alegre, llenos de una fe y una esperanza que comunican la presencia del Resucitado. Muchas veces la oración, al ser puesta en el ámbito de la pasividad, es tachada como una acción inútil en un tiempo como este, en el que las carencias afloran y las voces doloridas se hacen escuchar. Parece como si lo primero fuera gastar la vida y al final, si queda tiempo, nos dedicamos un momento a rezar. La oración implica pasividad y es para los débiles, los sencillos y humildes. Pero lo cierto es que la oración une las mentes y los corazones, y, sobre todo, ayuda a ponernos en sintonía con el Único Necesario en estos momentos, a fin Julio - Agosto 2020


de llenar el corazón de paz y amor para transmitirlos luego en las acciones de servicio. Es entonces cuando entendemos aquel texto de 2 Macabeos 15, 14 que repetimos en el común de pastores en la liturgia de las horas: ¡Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo!

«Dios es débil sólo ante la oración de su pueblo. Por lo tanto, la oración es la verdadera fuerza del hombre: nunca debemos cansarnos de llamar a la puerta del corazón de Dios, de pedir ayuda, porque cuando a Dios se le llama para defender a su pueblo es implacable»4.

Aquella invitación que el Papa hacia durante el momento extraordinario de oración a reconocer que vamos todos en la misma barca, y que necesitamos remar juntos, lleva de fondo la llamada de fe del Resucitado que en sus llagas nos muestra la mejor prueba de su fidelidad. Reconocerle primero en esa compañía silenciosa para depositar en Él nuestros miedos, inseguridades y proyectos es lo que hará que nos podamos confortar mutuamente y podamos realizar ese servicio silencioso pero real a los que más nos necesitan.

Y aunque sea verdad que la oración no borra el dolor, ni la comunión de la Iglesia quite la angustia, si iluminan con la luz que solo da el Resucitado nuestra realidad y la revela habitada por un amor, una fe y una esperanza inquebrantables, porque vienen de Aquel que es fiel y nunca nos deja. Que en la oración nos recuerda siempre que está con nosotros todos los días, que es el mismo Señor, que nunca cambia y siempre nos ofrecerá su humilde y discreta compañía. Afrontar la pandemia con la certeza de la compañía discreta, pero real y cercana del Resucitado, es ya un gran cambio en nuestra vida. Ojalá que como Iglesia podamos ser testimonio de cambio y podamos anunciar a los que buscan la seguridad de Dios que el Resucitado nos acompaña.

En este sentido, la oración es la que verdaderamente estimula la creatividad y la inventiva, porque, aunque estemos aislados, el pensamiento y el espíritu pueden llegar lejos con la creatividad del amor (Fuertes en la tribulación, p. 197). Ir pues al Resucitado y en una expresión tal vez atrevida, perder tiempo orando con el Resucitado, será en el fondo ganarlo. A este propósito, vienen bien aquellas palabras del Papa Francisco:

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4 Cfr. L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 47, viernes 22 de noviembre de 2013.

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TESTIMONIOS MISIONEROS por Comunidad Misionera de Villaregia

Un GRANITO de arena «La presencia de los fieles cristianos en los grupos humanos ha de estar animada por la caridad con que Dios nos amó, que quiere que también nosotros nos amemos unos a otros. En efecto, la caridad cristiana se extiende a todos sin distinción de raza, condición social o religión; no espera lucro o agradecimiento alguno; pues como Dios nos amó con amor gratuito, así los fieles han de vivir preocupados por el hombre mismo, amándolo con el mismo sentimiento con que Dios lo buscó. Pues como Cristo recorría las ciudades y las aldeas curando todos los males y enfermedades, en prueba de la llegada del Reino de Dios, así la Iglesia se une, por medio de sus hijos, a los hombres de cualquier condición, pero especialmente con los pobres y los afligidos, y a ellos se consagra gozosa».

Ad Gentes, 12

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oy Anna Caliendo, misionera del Comunidad Misionera de Villaregia desde hace 28 años, de los cuales trece vividos en América Latina, ocho en Perú y casi cinco en México.

El encuentro con la cultura latinoamericana ha cambiado sustancialmente mi visión del mundo y las relaciones. Solidaridad, hospitalidad, capacidad de ponerse en el lugar del otro y la iniciativa inmediata frente a la necesidad de quienes me rodean son algunas de las actitudes normales en esta parte del mundo. Desde que llegué a México he podido ver al pueblo mexicano enfrentar la emergencia; después de un terremoto bastante destructivo en septiembre de 2017, recuerdo que no pasaron muchas horas después del fuerte terremoto que la gente comenzó a cavar espontáneamente entre los escombros de los edificios de la capital Julio - Agosto 2020

para ayudar a los atrapados, no esperó a que el gobierno organizara intervenciones para programar actividades, frente al hermano que está en problemas, actúo inmediatamente sabiendo que un retraso puede ser fatal. Ahora en este año, desde abril, estamos otra vez estamos lidiando con una emergencia: la pandemia, y nuevamente contemplo y experimento la forma de actuar mexicana. Durante tres años he estado trabajando en la pastoral social de la parroquia tratando de conocer y entrar en la realidad de las familias más pobres para mostrar el rostro solidario de la Iglesia. En cada capilla de la misión cuento con la valiosa ayuda de uno o más agentes pastorales que han hecho de la solidaridad su forma de anunciar la palabra de Dios: amor por los más pobres, los predilectos de Jesús.

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TESTIMONIOS MISIONEROS

Quiero contarles la historia de una agente de pastoral social que llamaré Lupita, una mujer de poco más de cincuenta años que vive en una de las zonas más necesitadas del territorio parroquial. Ella trabaja en las ferias, su trabajo es ocasional y muy pesado: coser y preparar los productos, cargarlos y viajar a diversas regiones. Una vida viajando entre una ciudad y otra con unas pocas horas de descanso. Lupita tiene una fuerte sensibilidad hacia las personas necesitadas, y siempre está preocupada por los demás, con generosidad comparte lo poco que tiene con los pobres y también con

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la comunidad. Ella apenas si acepta recibir ayuda, a pesar de la precaria situación económica en la que vive. La pequeña casa que comparte con su hija está compuesta de una habitación, la cocina y un baño pequeño; pobre y esencial, pero un ¡gran regalo de Dios! como acostumbra a decir. Con Lupita hemos visitado varias veces a las familias más pobres del sector en el que vive, su mirada atenta siempre está lista para identificar una necesidad o una escasez.

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Ante la emergencia de salud y el distanciamiento social, muchas familias de la colonia que viven al día, realizando trabajos informales, los mismos que se encuentran suspendidos, enfrentan serias dificultades económicas. Incluso el trabajo de Lupita, por supuesto, está totalmente detenido..., pero en lugar de preocuparse por esto, dijo: «¡ahora tengo más tiempo para dedicarme a la pastoral social!». Ella preparó una lista de familias a las que era necesario llevar una despensa, pero no se detuvo allí y comenzó a recolectar alimentos para ayudar a prepararlas, su deseo era colaborar con la campaña que como parroquia hemos lanzado «Fraternidad y cercanía con los más necesitados». Llegó traJulio - Agosto 2020

yendo una bolsa de plástico llena de arroz, azúcar, aceite, frijoles y demás productos, entregándola con una expresión típicamente latinoamericana que amo mucho «Un granito de arena», un grano de arena, algo pequeño si imaginamos la enorme necesidad de la colonia en la cual vive, habitada por unas tres mil familias, pero a los ojos de Dios este gesto vale mucho: la ofrenda de la viuda. Con orgullo, Lupita me acompañó a distribuir las despensas a las familias, ¡esas despensas eran también el resultado de su colaboración! ¡Gracias Lupita por enseñarme que, frente a la necesidad, lo más importante es actuar en primera persona y dar lo que podemos, dar nuestro granito de arena! 33


LA VOZ DE NUESTROS PASTORES

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Ante el COVID-19, ¿Qué ofrece la Iglesia? + Felipe Arizmendi Esquivel. Obispo Emérito de SCLC

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s alarmante la forma en que el contagio se ha expandido, provocando una gran cantidad de muertes. La ciencia y la técnica están haciendo su máximo esfuerzo para encontrar la vacuna que detenga la pandemia. Las medidas restrictivas que han tomado los gobiernos son indispensables para controlar el contagio masivo, aunque mucha gente no hace caso de nada. Las economías se han fracturado y la supervivencia de millones está en riesgo. ¿Qué pueden ofrecer las religiones, en particular nuestra Iglesia? Un cardenal africano dice que esta pandemia es una llamada de atención a nuestra Iglesia, para que se centre en lo suyo, que es la fe, la oración, los sacramentos, la predicación… Es como una acusación, porque dice que hablar de ecología, de la Amazonia, de los pobres, de la justicia, y que tomar tantas precauciones ante la pandemia, es como alejarse de lo que nos da identidad en Cristo. Es lo mismo que dicen otras personas, que se consideran auténticas católicas. No estoy de acuerdo con esas afirmaciones, porque la fe en Cristo nos Julio - Agosto 2020

lleva indefectiblemente a los demás, a no desentendernos de lo que están sufriendo, para no regresar a un sacerdocio del Antiguo Testamento, centrado en el culto y la oración.

PENSAR El Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, hace ya 55 años, expresaba: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (GS, 1). «Para cumplir su misión, es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los 35


LA VOZ DE NUESTROS PASTORES

perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza. » El género humano se halla hoy en un periodo nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador, pero recaen luego sobre el hombre… Como ocurre en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así, mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio» (GS, 4).

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«El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar por la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o servirle. Por ello se interroga a sí mismo» (GS, 9). «Cree la Iglesia que Cristo muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente, cree que la clave,

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el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que, bajo la superficie de lo cambiante, hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época» (GS, 10).

ACTUAR La fe en Cristo Jesús nos lleva a poner nuestra esperanza en la vida plena que Él nos ofrece, desde este mundo y en la posteridad. Todo pasa, la vida también; pero estando con Julio - Agosto 2020

Cristo, tenemos garantizada vida para siempre. Por ello, hay que acercarse a Él desde el corazón, aunque de momento no se pueda asistir a una iglesia, ni recibir los sacramentos. Hagamos mucha oración, que tiene un poder invisible e increíble. Esa misma fe nos impulsa a hacer cuanto podamos por los demás, por los enfermos y pobres, por los que sufren y por quienes viven en soledad. Agradecemos al personal sanitario, que expone su vida en bien del prójimo; son verdaderos hermanos y mártires. Y cada quien miremos alrededor, para ver si podemos hacer algo por otras personas, tomando las debidas precauciones de salud para no aumentar los contagios.

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IGLESIA EN SALIDA por Pbro. Marcos Garduño Arias SX, Misioneros Xaverianos. marcos.garduno77@yahoo.com

FAMILIA MISIONERA, ¿EN SALIDA O CONFINADA?

Inevitablemente, el tema que ha afectado todos los aspectos de nuestra vida humana en el mundo entero ha sido esta pandemia del COVID 19, que sorpresivamente nos ha tomado mal parados, como se dice en lenguaje coloquial.

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a en años anteriores se venía hablando de grandes cambios que la tecnología y la ciencia en general estaban provocando en la dinámica social y económica del mundo, pero que de alguna manera se iba viviendo de una forma gradual y controlada, en beneficio de algunos. Pero de la noche a la mañana esta pandemia nos ha sumido en una situación tan distinta e inesperada, llena de incertidumbres, cuestionando todos los aspectos de nuestra vida, no teniendo más protección que las frágiles paredes de nuestra casa, condicionándonos a la humildad, haciéndonos ver nuevamente la debilidad de nuestra condición humana, reduciéndonos a ver y elegir lo esencial, donde tenemos que poner atención para nuestro cuidado como personas. La presunción de la ciencia, que muchas veces se pierde en la arrogancia e incluso en la negación de Dios, ahora se ve tan frágil y disminuida. Las grandes luchas comerciales, la lucha de poder entre naciones, quienes se consideran potencias mundiales por poseer una mejor economía o armas de todo tipo, se ven ahora en el confinamiento, se ven tan pequeños e impotentes ante un diminuto virus, invisible a la vista, exterminando tantas vidas humanas. Muchos dirigentes sociales expresan mayor preocupación por las afectaciones económicas que por las pérdidas humanas, poniendo al descubierto su falta de formación de conciencia ética y moral. Evidentemente, esta situación no sólo ha cambiado la dinámica social de cómo nos relacionamos, nos comunicamos, trabajamos, nos divertimos y las diversas formas de interactuar, sino que ha llegado a marcar cambios radicales en las realidades más básicas de nuestro propio intercambio familiar e interpersonal (cambios que, según los especialistas, llegaron para quedarse). En el aspecto religioso y espiritual por supuesto que ha cuestionado y obligado a adoptar una dinámica distinta en cómo practicar la fe. Los templos, muchos, cerrados y algunos otros, aunque abiertos no se permiten celebraciones que supongan aglomeración

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de gente, todo ello nos va cuestionando sobre las prioridades y los riesgos que podemos o no tomar en nombre de la fe. El enfrentarnos a estas nuevas circunstancias nos desconcierta, no sabemos cómo responder porque realmente no hay precedentes, estamos obligados a dar una respuesta, pero debemos también dejarnos acompañar por la razón, la lógica, la prudencia e inteligencia; no una inteligencia de nosotros sino la que procede del Espíritu de Dios. Quizás muchos de nosotros nos estamos preguntando como Iglesia ¿Qué hacemos ahora con el proyecto evangélico que el Papa Francisco ha venido impulsando, el de rescatar nuestra identidad misionera, una iglesia en salida? ¿Será que obedecer a las orientaciones de sanidad de los especialistas nos pone en conflicto con este proyecto y estamos manifestando cobardía, falta de fe y confianza en la palabra de Dios, de manera que no nos dejamos mover por el Espíritu de Dios que nos impulsa a ir a los confines de la tierra? Estas cuestiones me surgieron a partir de un acontecimiento muy peculiar; resulta que, en una ocasión, estaban apenas efectuándose las normas del confinamiento en México, cuando uno de los jóvenes del decanato en el que soy asesor, subió un video al grupo del decanato de WhatsApp, con un comentario que decía: «este padrecito sí que me late». Inmediatamente abrí el video para ver de qué se trataba, era un sacerdote, bien conocido en la arquidiócesis, lo que me extrañó mucho, mientras hablaba, se mostraba bien alineadito con traje negro y cuello clerical, saliendo de una lujosa mansión hacia el jardín, verde y hermoso, adornado con una fuente de agua; mientras arremetía contra las decisiones que habían tomado los obispos de México, como haber cerrado las iglesias al culto y las prevenciones de la sana distancia y previsiones para acompañar a los enfermos…. Acusaba a los obispos de cobardes y de carencia de fe, invitando a los obispos, sacerdotes y fieles a no esconderse, homologando la tarea sacerdotal a 39


IGLESIA EN SALIDA

la de los encargados de salud, doctores y enfermeras, invitando a obispos y sacerdotes a abrir las iglesias y continuar como si nada pasara, acompañar a los enfermos en los hospitales, motivado por las ideas que el Papa había dirigido a la Iglesia en otras circunstancias para vivir cerca de la gente con olor a oveja, o mejor, a virus. Lo primero que pensé, este mensaje hubiera tenido muy buena recepción si lo hubiera transmitido desde un hospital en medio de enfermos de COVID, ungiéndolos con aceite santo del sacramento o en alguna calle, rodeado de indigentes y repartiéndoles despensas, como muchos fieles, sacerdotes, religiosas y religiosos efectivamente lo hicieron y siguen haciendo. Lo único que hice fue responder en el mismo grupo diciendo: «jóvenes, no expongan su vida, sigan las indicaciones de los expertos de salud, recuerden que el centro del anuncio del Evangelio es la vida, su cuidado y defensa. Si quieren ser servidores del Evangelio, cuiden su vida. En estos momentos en Italia y España han muerto cerca de veinte sacerdotes de mi congregación, Misioneros Xaverianos, a causa de este virus, sin haber salvado o condenado a nadie. Dios es quien salva. Ánimo». Este hecho me dejó profundamente preocupado, primero por la responsabilidad de enviar un mensaje de ese tipo, como diciendo vayan, aquí los espero. Gracias a Dios que, en este caso, la ciudad de México no es tan piadosa y no respondió a este mensaje. Si Dios lo llama a uno personalmente a ofrendar la vida es una respuesta personal de santidad y testimonio, efectivamente se respeta; pero, como la gallina, primero pone el huevo y luego lo cacarea, no al revés. En segundo lugar, el concepto de salvación que refleja la opinión de este sacerdote es verdaderamente preocupante, puesto que muchas veces nos ponemos al centro, incluso queriendo sustituir al mismo Dios. Si Dios nos usa como instrumentos, tanto sacerdotes como laicos, compartiéndonos un rol dentro 40

de la iglesia, no significa que seamos el centro y esencia de esa salvación, olvidamos que el Espíritu de Dios es el único protagonista de la misión. La presencia del Espíritu va más allá de nuestros roles dentro de la iglesia y más allá que la misma iglesia. La salvación y acción de Dios no está limitada a nuestra acción humana, con ello no creo que se esté devaluando la figura sacerdotal, por el contrario, nos hace ver la importancia de tener la esperanza puesta en el verdadero Dios, quien prometió nunca abandonarnos en la orfandad, por el contrario, nos acompaña hasta el fin del mundo. De aquí mismo se deriva la reflexión que debería hacerse en cada una de nuestras familias: ellas deben de saber que son también misioneras y las dirige el mismo Espíritu de Dios, tarea que ha promovido tanto el documento del Vaticano II y que hasta hoy muchos de nuestros fieles laicos no han asumido como lo deseaba este documento de la Iglesia, quizás por falta de claridad o el exceso de clericalismo en la dinámica ordinaria de la iglesia. Hay muchos de nuestros fieles cristianos que critican el clericalismo de la Iglesia y muchas veces lo sienten pesado en sus hombros y decisiones; sin embargo, hoy que las condiciones nos han obligado a cerrar las iglesias, nos dan la oportunidad de refrescar y renovar la Iglesia doméstica que en un principio del cristianismo eran la única manera en que se vivía la fe, acompañados aún de persecuciones y todo lo que esto significaba. En estos días de confinamiento, en el que se nos invita permanecer en casa mayor tiempo con la familia, para muchos ha significado un recreo religioso también, las familias que carecen de espiritualidad han caído en un desentendimiento, mientras podría aprovecharse para conocer mejor la religión con la lectura de un buen libro, tener momentos familiares de oración y de encuentro con Cristo. Por el contrario, ha aumentado el uso del celular, la computadora y la televisión, el aislamiento y la violencia intrafamiliar. Cuando muchas parroquias intentan hacer llegar sus celebraciones eucarísticas a través de grabaciones y trasmiMayo - Junio 2020


siones por diversos medios de comunicación, desgraciadamente, predomina el desinterés y la indiferencia. No sé cuántas familias intentan hacerlo, pero yo mismo tuve una experiencia, durante el confinamiento al visitar a mi familia; siendo domingo estando con mis papás, sobrinos y hermanos, les dije vamos a ver la trasmisión de la misa, ya que no se puede ir presencialmente. En menos de cinco minutos solo quedamos mi madre y yo frente al televisor, y uno de mis hermanos vino a decirme: «cuando termine tu misa te espero para ir a tal parte». En realidad es muy preocupante para mí el ver y experimentar en México, un país oficialmente cristiano y guadalupano, una realidad como tal, tan indiferente con tan poco deseo de orar, de encontrarse con Dios, con una carencia de identidad esencial de lo que significa ser cristiano, especialmente en la falta de responsabilidad de los padres de familia por seguir transmitiendo la fe, especialmente en la Ciudad de México; cada vez más no sólo se critica, sino que se ataca físicamente y verbalmente a la Iglesia, sus miembros y con ello se diluyen los valores de la misma fe, una juventud que vive cada vez más contrapuesta, ¿cómo pues podemos Mayo - Junio 2020

proponer en un ambiente así, vivir una vida misionera y entusiasmada por el anuncio alegre de algo que desconocen o se han decepcionado? San Pablo decía que el anuncio del Evangelio debía realizarse a tiempo y a destiempo, sin embargo; ¿cómo hacer consciente a cada uno de los cristianos de su tarea de evangelizadores? Mientras que, en los últimos años, ha habido respuesta generosa de familias enteras que parten a lugares de misión en países extranjeros, para dar testimonio del Evangelio en medio de la precariedad y muchas veces entre persecuciones, entre otras contrariedades. Se observa con tristeza, que muchas de nuestras familias en nuestros territorios cristianos crecen más en el vacío espiritual, la indiferencia y en la renuencia religiosa. Tú que me lees ¿Tienes claro cuál es tu misión, como bautizado y miembro de la iglesia, ante esta realidad? ¿Conoces con claridad cuál es tu rol frente a nuestra comunidad de fe, es decir, la Iglesia? ¿Estás respondiendo adecuadamente a lo que Dios te está pidiendo en consonancia con lo que vivimos en nuestra historia y lugar en el que desarrollas tu vida cotidianamente? 41


TESTIMONIOS MISIONEROS por Mónica Torres Saldívar / Diócesis de Tenancingo

Misión digital Mi nombre es Mónica Torres, actualmente me encuentro sirviendo dentro del equipo diocesano de pastoral Juvenil de Tenancingo, quiero compartirte cuáles han sido nuestras experiencias, logros y retos a los que nos hemos enfrentado en tierra de misión digital durante este tiempo de pandemia.

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i ponemos atención, durante esta pascua, muy curiosamente las lecturas de las misas hablan mucho de las apariciones de Jesús, yo le llamaría diosidencias; como todos, junto con mi equipo y mi familia teníamos planeados varios proyectos, pero a inicios de la pandemia no sabíamos nada, al igual que los apóstoles teníamos miedo, estábamos escondidos, encerrados, sin hacer nada, nadie decía algo, pero en el fondo, cada uno con la certeza del qué vamos a hacer ahora, cómo vamos a hacerle frente a esta situación, cómo responder ante una nueva necesidad.

Es así como uno va descubriendo un nuevo propósito, un nuevo campo de misión, toda la Iglesia, en general, tuvimos que renovar nuestros planes de acción, de pastoral. Las redes sociales, son el medio en el que todo mundo se la vive ahora, en especial los jóvenes, de ahí la importancia de entrarle a este 42

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medio de evangelización, te invito a que nos quitemos el miedo y a que prepares tu material, si vas a hacer una transmisión en vivo, si vas a subir un nuevo video, qué mensaje quieres darle a la gente, y explorar las herramientas que la tecnología nos da para llegar a más hermanos. En internet encontramos mucho contenido sobre cómo iniciar una página en Facebook, un canal en YouTube, cómo hacer la edición de videos, realizar podcast, no hay excusa. Nosotros, como equipo diocesano, recientemente vivimos nuestra primera pascua juvenil online, ¿Quién diría no? por internet, pero la realidad nos alcanzó y hay que actuar, por varios días estuvimos investigando que programas usar para plataformas digitales, cómo funcionaban, estuvimos pensando en que actividades podíamos realizar para nuestros jóvenes y alimentar su santidad, cómo nos decía el santo padre Francisco en la JMJ 2019, seamos influencers de amor, tenemos que sumergirnos a este nuevo mundo de las redes.

lo que ahora aprovechemos para encontrarnos con Dios, aprovechemos para orar, alimentarnos espiritualmente, desarrollar nuevas ideas, actividades. Constantemente los chicos nos escriben a nuestra página o nos contactan de maneral personal para pedirnos ayuda, otra de las realidades que estamos viviendo es que hay gente que está presentando signos de depresión o ansiedad y como comunidad es una necesidad que hay que atender, nuestros consejos han sido que este es un buen tiempo para alimentarnos espiritualmente; hay algunas personas que tenían años sin confesarse, que no han recibido ciertos sacramentos, que hay vacíos sin resolver, es buen tiempo para realizar muchas actividades desde casa, al término de este confinamiento tenemos que salir con un nuevo proyecto ya sea de evangelización, profesional o personal, ojalá que te hayas leído al menos un li-

El mundo está cambiando, estamos entrando a una nueva etapa y por ello nosotros también tenemos que recrearnos y adaptarnos a las nuevas plataformas, llenemos las redes sociales del amor de Dios, cuando compartes o lanzas contenido no sabes el impacto que tendrá en tus seguidores, es increíble el alcance que puede tener una publicación tuya, a veces no te lo dirán o no te darás cuenta, pero ese contenido pudo haberle ayudado a alguien, tal vez esa persona se sintió esperanzada o consolada con lo que vio a través de ti, pero siempre habrá alguien a quien le haya servido tu misión, tu testimonio. Estamos en una época cómo de retiro obligatorio, donde todo nos hace voltear la mirada a lo que es realmente importante: Dios, nuestro hogar, nuestra familia, nos vamos dando cuenta de que necesitamos tan poco para ser felices, la vida a la que estábamos acostumbrados cada vez era más acelerada, por 44

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bro, que hayas tomado algún curso en línea, que hayas ordenado y cambiado de lugar los artículos de tu hogar. Seamos productivos en esta temporada, no estemos sin hacer nada, no podemos solo quejarnos, desde tu realidad, busca cuáles son tus medios, ve que puedes realizar con ellos y hazlo. Si al final de esto no hemos aprendido nada, de nada servirá todo lo que hemos padecido, no hay excusa para no continuar con nuestra misión. Hagamos lo que nos toca a nosotros tirar las redes al señor y confiar en él, si con su ayuda anteriormente hemos salido adelante, ahora nuevamente lo haremos de su mano, Veamos cómo podemos ser felices en medio de esta situación, hay que descubrir qué es lo que el señor me está pidiendo en estos momentos, qué es lo que el señor quiere que digamos o hagamos. Jesús también quiere darnos esa alegría que le dio a los apóstoles cuando se les apareció, pero a veces el miedo y las preocupaciones no nos dejan abrirle el corazón, no nos dejan ver a Dios en nuestro camino, en nuestro entorno, en nuestro hogar. Pongamos atención, Dios se nos manifiesta hasta cuando estamos haciendo algo cotidiano, algo normal; como el estar en la mesa o jugando con nuestra familia, se hace presente por medio de una llamada telefónica o una videollamada, por medio de una transmisión en vivo, nos abraza por medio de nuestros amigos del cariño y apoyo que nos trasmitimos a la distancia, también se puede hacer presente ahí cuando estés aburrido, en tu cuarto a solas, meditando. Solo confía en él y una vez más deja que actué en tu vida.

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CUADRO POR CUADRO por P. Dr. Luis García Orso, S.J.

IXCANUL Título: Ixcanul

Año: 2015

Duración: 100 min. País: Guatemala

Producción: Guatemala – Francia

Dirección y guión: Jayro Bustamante Fotografía: Luis Armando Arteaga

Reparto: María Mercedes Coroy, María Telón,

Manuel Antún, Justo Lorenzo.

Género: Drama familiar

Valoración: Retrato íntimo y sensible del mundo indígena y su entorno familiar, desde una fábula social muy sencilla.

La película Ixcanul encanta al espectador desde el primer momento: los ojos almendrados de la joven María, los vestidos guatemaltecos llenos de color de madre e hija, los chillidos de los cerdos, la comida con mucho ron entre las familias, la lengua maya que no entendemos, el volcán, los silencios, el ritmo pausado.

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oco a poco vamos conociendo la historia: María es una chica de diecisiete años a quien sus padres han comprometido en casamiento con Ignacio, joven viudo y capataz de una finca cafetalera. Un matrimonio arreglado y obligado por las circunstancias de pobreza y de falta de trabajo en una tierra que apenas da para vivir. María calla ante la propuesta, pero sus pensamientos están atrapados en el plan que tiene un chico de su edad: por detrás del volcán –Ixcanul– se va a Estados Unidos, y allá hay casas con luz, jardines, dólares, y se habla inglés. Entonces María decide en si-

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lencio escapar con el joven peón, pero antes se entrega a él, para confirmar su deseo de huir del destino. Si concibe un hijo de él, no le quedará más remedio que llevarla consigo en su aventura de emigrante. Desgraciadamente las cosas no son tan sencillas, y los sueños de esta gente humilde que se parte la espalda con pesadas cargas, suelen diluirse en los vapores azufrados de un volcán habitado por dioses que también se evaporan. Pero en María hay un volcán de vida que se mueve dentro de ella. Lo que sigue será como Ixcanul, en lengua kaqchikel: la fuerza de la montaña que hierve y busca cómo salir. La película retrata la vida cotidiana y dramática de una familia campesina e indígena –casi como un documental–, cercana al volcán de Pacayá, donde las mujeres, madre e hija, van tejiendo el hilo de la historia familiar entre el cuidado de los animales, la recolección de leña, el comal y el brasero, el agua del temascal, y los secretos y complicidades de dos mujeres entrañablemente unidas desde el embarazo. No hay nada de folclorismo, sino la belleza cotidiana y dolorosa y la vida que viene y se va. El joven director guatemalteco Jayro Bustamante ha hecho un profesional y hermoso

trabajo en esta su primera película, que ha conseguido un premio especial en el exigente Festival de Berlín en 2015, y ha acumulado más de 20 premios internacionales. Jayro Bustamante (1977) nació en la ciudad de Guatemala, pero siendo niño sus padres (médicos los dos) se trasladaron a vivir a un pequeño pueblo situado en el entorno del Lago Atitlán. Ro-

Sabías que... La película no tiene música de fondo y en su

lugar utiliza sonidos que ayudan a conformar la atmósfera y le dan veracidad a la historia,

como los retumbos volcánicos, los ruidos nocturnos, el susurro del viento.

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CUADRO POR CUADRO

Sabías que... La historia de la película fue contada por una

mujer llamada “María” a la madre de Jayro Bustamante a finales de los ochenta, pasó

mucho tiempo para que él escribiera el guion.

deado de volcanes, el joven Jairo creció entre la comunidad maya, empapándose de su cultura, su lengua y sus tradiciones milenarias. Guatemala es el país de América Latina con mayor población indígena (la mayoría maya) y la más grande densidad de hablantes de lenguas amerindias (unos seis millones). Después de catorce años viviendo en el altiplano, en plena guerra civil, y en un entorno dominado por las guerrillas insurgentes, Bustamante regresa a la ciudad de Guatemala donde inicia sus estudios de comunicación y publicidad. La falta de escuelas cinematográficas en su país natal lo llevan a París, donde cursa estudios de dirección de cine, y luego continúa su formación en Roma, en el Centro Experimental de Cinematografía. El director ha encontrado a las dos talentosas protagonistas de su película en un mercado cerca de Antigua Guatemala. Sin experiencia en el mundo del cine, las dos consiguen dotar a sus personajes de una credibilidad absoluta. María es una estudiante y catequista de su parroquia y Juana tiene un puesto de comida en el mercado y es analfabeta. Para aprender los diálogos contó con la ayuda de su hijo de 15 años, quien le leía el guion hasta que ella llegó a memorizarlo. Ambas llenan la pantalla de fuerza, de ternura, de vida, y de la comunión amorosa que unen a una madre con su hija. En la historia, la parcela donde la familia cultiva un poco de maíz, en las faldas del volcán, está plagada de serpientes venenosas; anuncio de que aquel edén tiene dentro el mal, contra el que luchan sin poderlo extirpar. Ellos luchan, pero los dejan solos; los otros sólo lo aumentan. El mal, la división, el abuso, la inequidad; por una parte, entre los mismos campesinos pobres, y por otra, el que causan los blancos, los que hablan castilla, a unos indígenas que son extranjeros en su propia patria. El desenlace de la película deviene una seria denuncia de esa otra serpiente que vive en las ciudades y arrebata la vida a los pobres. Pero un volcán explota con lo que lleva dentro.

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