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contemporanea Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 La gesta inconclusa. Imágenes y usos de la Guerra de Malvinas en las extremas derechas argentinas, 1982-1989 Matías Grinchpun1 Resumen Resulta trillado afirmar que la guerra de Malvinas tuvo un profundo impacto en la sociedad argentina. Las extremas derechas no fueron una excepción, en tanto la contienda actualizó los argumentos desplegados frente a la violencia política de los setenta al tiempo que trajo una frustración sin precedentes. El nacionalismo territorial, el pretorianismo, el catolicismo ultramontano, el revisionismo histórico y otras tramas del pensamiento reaccionario vernáculo debieron emprender entonces la penosa tarea de hacer inteligible la debacle. Paradójicamente, esta dramática coyuntura —y los procesos de memorialización que conllevó— se convirtieron en uno de los pocos elementos compartidos por una constelación largamente signada por la división y la fragmentariedad. Como la «conspiración judía internacional», la conflagración del Atlántico Sur se habría vuelto un mito, tanto en el sentido soreliano como en el antropológico del término. Para acercarse a él, este artículo abordará su tratamiento en las revistas Cabildo, Verbo y Alerta Nacional. Palabras clave: Malvinas, guerra, extremas derechas, Argentina. 1 Abstract Affirming the Malvinas’ War had a deep impact in Argentine society is almost a cliché. The extreme-right was no exception, as the conflict renewed arguments developed during the height of political violence in the 70s while bringing at the same time an unprecedented frustration, Territorial Nationalism, pretorianism, ultramontanist Catholicism, historical revisionism and other threads of local reactionary thought faced the ungrateful task of explaining the debacle. Ironically, these dramatic events – and the memorialization processes they unleashed – would become one of the few shared elements in a constellation marked by its long-lasting internal divisions and tensions. Just like the “international Jewish conspiracy”, the South Atlantic conflagration would have become a myth, both in the Sorelian and the anthropologic sense of the term. To approach it, this article will explore its treatment in the journals Cabildo, Verbo and Alerta Nacional. Keywords: Malvinas, Argentina. war, extreme right, Recibido 17/7/2019. Aceptado 21/9/2019 Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra, Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Universidad de Buenos Aires. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 15 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea Querido papá: cuando recibas esta carta, yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones ante Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión [...] gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado [...] Dios y Patria o muerte. Teniente Roberto Estévez, 27 de marzo de 1982 Introducción. «Su mejor hora» Al promediar junio de 1982, Marcos Ghio quedó devastado por la derrota argentina en el Atlántico sur. Como «tantos otros», este docente secundario —graduado en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires— habría vibrado con la «epopeya malvinense», «el único momento de nuestra historia del siglo xx donde se peleó por el honor y la dignidad nacional».2 El conflicto habría incluso provocado el resurgimiento de Argentum, imbuida —a diferencia de la «Argentinita rutinaria»— de valores «superiores» y «tradicionales».3 El licenciado asistió así a manifestaciones, contribuyó con colectas y hasta se habría ofrecido como voluntario, con un fervor solo igualado por la desolación de la derrota. En medio de esta desazón, un opúsculo editado por el Círculo Español de Amigos de Europa (Cedade) llegó a sus manos.4 Se titulaba La doctrina aria de lucha y victoria y su autor era Julius Evola, un tradicionalista italiano por entonces totalmente desconocido para el deprimido Ghio. La concepción del combate como un «instrumento adecuado de catarsis y purificación» lo habría asombrado, por lo que habría procedido a explorar otras obras de este pensador como Metafísica de la guerra y Orientaciones.5 A partir de entonces, su vida cambió: comenzó a participar en revistas como Verbo, Cabildo y Alerta Nacional, denunciando la «nefasta» dictadura, el retorno de la perniciosa «partidocracia» y la degradación moral del «mundo moderno». Asimismo, en el cuarto aniversario de la invasión de las islas fundó —junto a Hugo Ramasco, Rubén Baudino y Marcelo Verdugo— El Fortín, periódico nacionalista de agitación y denuncia que circuló por Neuquén y Río Negro.6 La publicación continuaría con interrupciones y mutaciones hasta la actualidad, mientras que Ghio se volvería el principal referente del pensamiento evoliano en el país (Sedgwick, 2015: 244). Esta narración puede no ser verídica, pero resulta al menos verosímil.7 Más que su veracidad, lo fundamental sería el rol que Malvinas cumpliría como «rito de pasaje» en la narrativa que esta figura hace de su vida, así como el sitial que ocupa en tanto mito de origen del grupo que encabezó. Lejos de ser excepcional, esta trayectoria sería representativa de las amplias reverberaciones que la contienda de 1982 tuvo en las prácticas, discursos e imaginarios de las extremas derechas vernáculas. Por cierto, las referencias a la guerra emergieron en sectores politicoideológicos de lo más variopintos, configurando archipiélagos de memoria cruzados externa e internamente por tensiones y contrasentidos (Guber, 2012: 2 Ghio, M. (2000). El rito y la guerra. Buenos Aires: Heracles, p. 9. Información un tanto imprecisa sobre Ghio puede hallarse en Kiernan (2006: 85-90) y Kollmann (2001: 54-70). 3 Ibídem, p. 11. 4 Sobre el Cedade, véase Rodríguez Giménez (1994: 115-122). 5 Acerca de Evola, puede consultarse Boutin (1992) y Cassata (2003). 6 Ghio, M. (2015) «Al cumplirse los 30 años de la publicación El Fortín». El Fortín, abril de 2015. Disponible en: <http:// www.juliusevola.com.ar/El_Fortin/76_14.htm> [Consultado el 7 de octubre de 2018]. 7 El licenciado presentó una versión similar en una entrevista con el autor (Ghio, 2016). Tal coherencia podría ser vista como una corroboración de lo relatado, aunque no debería descartarse la posibilidad de que una determinada autorrepresentación haya cristalizado al punto de reelaborar la percepción del pasado. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 16 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea 16-21; Lorenz, 2013: 47). La relevancia del nacionalismo en dicho entramado —tanto en su vertiente territorial como en la cívica y en la esencialista— resulta de todas formas insoslayable. Estudiosos como Carlos Escudé (1987), Vicente Palermo (2007) y Rosana Guber (2012: 29-31) han destacado el rol que la «educación patriótica» habría tenido en la pervivencia y el avance de la «causa», así como su relevancia y eficacia para justificar el conflicto. En el más acotado mundo de lo que Raoul Girardet denominó como «nacionalismo de los nacionalistas», el lazo habría sido todavía más fuerte: el «malvinismo» habría sido uno de los pocos elementos compartidos por formaciones de tipo «grupuscular» (Griffin, 2003), por lo general inclinadas a la desconfianza mutua y dadas a luchar entre sí (Buchrucker, 2011: 91-96). De hecho, la contienda le habría permitido a estos sectores renovar su panteón de héroes y «mártires» con la incorporación del teniente Roberto Estévez o el capitán Pedro Giachino, primer caído en combate y agente de la represión ilegal durante la última dictadura militar (Lorenz, 2012: 147). La intensidad del nexo llegó incluso a suscitar sátiras, como la Asociación Virreinal Argentina, que declamaba en Las islas sobre un plan sionista para apropiarse de las Malvinas (Gamerro, 1998). Pero este tipo de operaciones no debería obturar que el «malvinismo» constituye una de las principales herramientas con la que estos agrupamientos cuentan para salir del nicho político que ocupan, interpelar a auditorios amplios y llegar a tener injerencia en el planteo de los problemas públicos (Cefaï y Terzi, 2012). Este artículo aspira a aproximarse a la temática priorizando los orígenes de ese malvinismo y su desarrollo durante los años ochenta. Un primer apartado estará dedicado a rastrear los antecedentes de ese discurso en dos revistas del «tradicionalismo católico» (Cersósimo, 2014) como Cabildo y Verbo. Se reconstruirá entonces la legitimación en términos políticos y religiosos de la represión desplegada por el Estado y las Fuerzas Armadas, así como el resurgimiento y actualización de dichos tópicos con el estallido de la guerra. La segunda parte estará dedicada a explorar las repercusiones de la derrota y la mitologización de la contienda luego de 1982, prestando atención en primer lugar a las hojas tradicionalistas para luego aproximarse a Alerta Nacional, revista aparecida en 1983 como órgano de la agrupación homónima de la ultraderecha peronista. Las similitudes y contrastes de estas apropiaciones y resignificaciones serán retomados en las conclusiones, donde se reflexionará sobre la gravitación del conflicto en el imaginario y el discurso sociales de las últimas décadas. Entre dos cruzadas. De la «lucha contrarrevolucionaria» a la Guerra del Atlántico Sur (1973-1982) La legitimación religiosa de la contienda tuvo un antecedente ineludible en la justificación de la guerra antisubversiva durante los setenta, cuando franjas de las Fuerzas Armadas aseveraron junto al integrismo católico que se estaba desarrollando una «cruzada» para preservar a la nación de las garras de la revolución.8 No se habría tratado solamente de preservar el alma de los argentinos, sino también de impulsar su renacimiento: como pregonó el provicario castrense Victorio Bonamín, «cuando hay derramamiento de sangre hay redención», por lo que la «muerte de amor» de los uniformados cumpliría con la «finalidad trascendente» de regenerar la patria (Bilbao y Lede, 2016: 172). Las apreciaciones emitidas paralelamente por El Fortín, nombre adoptado por Cabildo tras sufrir su primera prohibición en 1975, no fueron muy distintas.9 La hoja lamentó que la «Argentina oficial» careciera de una genuina «política de guerra» y que mantuviera la «farsa suicida» de la institucionalidad republicana mientras 8 Como han señalado Pontoriero (2016) y Soprano (2019), estos discursos han sido asociados con las instituciones militares en su conjunto, pero su grado de penetración y aceptación habría sido muy variable. 9 Sobre esta señera publicación del nacionalismo católico, consultar Cersósimo (2015), Rodríguez (2011) y Saborido (2011). Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 17 contemporanea Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 «algunos miembros de las ff.aa. arriesgan sus vidas y mueren por la Argentina real». Así, los combates en Tucumán y otros «frentes internos» habrían reflotado el maurrasiano contraste entre un «país real» —encarnado por la tropa— y la falaz legalidad —que se escondería cobardemente en la retaguardia—. Si bien se aseguró que la derrota de los «guerrilleros» —que venían a «ganar a la Argentina para la Gran Apostasía final»— habría sido fundamental,11 se aclaró que «la sangre de nuestros soldados no debe servir a la perpetuación del Régimen que dio origen y sentido a la subversión marxista, sino constituirse en el cimiento heroico de una Patria Grande, dueña de Su Destino y que recorrerá, pese a quien pese, el sendero glorioso que le está reservado».12 10 Este tipo de artículos le valieron a El Fortín una nueva interdicción oficial, reapareciendo entre junio de 1975 y febrero de 1976 como Restauración. El golpe de Estado trajo una nueva interrupción, pero también la sensación en varios de estos actores de que la tan esperada hora triunfal había llegado. Fue así que ciertos círculos castrenses, el clero más reaccionario y otros representantes de las extremas derechas habrían tenido la oportunidad de explorar los tópicos bélicos desde el lugar de «conquistadores» (Canelo, 2016: 43-46). A partir de entonces, «la grandeza y belleza de ser militar» dejó de verse reflejada solamente en el martirio para pasar a mostrarse como «administración por la fuerza» y «combate de amor» (Bilbao y Lede, 2016: 181). De todos modos, las alusiones a la «guerra santa» continuaron a la orden del día: fue así que Vicente Sierra y José Guerra Campos ahondaron en las connotaciones espirituales de la lucha desde Verbo, la publicación iniciada en 1959 por el sacerdote francés Georges Grasset como una rama autónoma de la Cité catholique.13 Para principios de los ochenta, el staff mantenía a redactores ya presentes en los comienzos como el exiliado colaboracionista Robert Pincemin y el propio Grasset (quien firmaba como Juan Octavio Lauze) junto a Antonio Caponnetto y su hermano médico Mario; el profesor de la Universidad Nacional de Cuyo Rubén Calderón Bouchet y su colega antidarwinista Enrique Díaz Araujo; y el filósofo cordobés Alberto Caturelli. Expresión de un catolicismo antimoderno, antidemocrático, antiliberal y rabiosamente anticomunista —capaz de combinar la fidelidad a Roma con críticas al Concilio Vaticano ii y guiños a monseñor Lefebvre—, la revista habría reflotado los estandartes de la «guerra contrarrevolucionaria» como una manera de contrapesar las frustraciones generadas por el rumbo económico, político y diplomático adoptado por el «Proceso» (Cersósimo, 2015: 237-243). Mucho más directo y cáustico fue Cabildo, que inició en julio de 1976 su «segunda época». Al frente se ubicó una vez más Ricardo Curutchet, colaborador de Marcelo Sánchez Sorondo en Azul y Blanco y luego director de revistas nacionalistas como Tiempo Político y Vísperas. Esta experiencia le habría permitido reunir un equipo heterogéneo, con autores veteranos como Federico Ibarguren, Alberto Falcionelli y Leonardo Castellani pero también jóvenes como los Caponnetto, Calderón Bouchet y Álvaro Riva. A pesar de su estilo más polémico y combativo, su ideario y el de Verbo no habrían estado muy alejados, como podría inferirse de la circulación de nombres entre ambas. Según Jorge Saborido (2011: 188-201), sus «coordenadas ideológicas» habrían sido una concepción teológica de la política, la reivindicación del Medioevo europeo, el «hispanismo» y una visión conspirativa de la Historia. De ahí que, por encima de sus matices, los redactores coincidieran en una decepción gradual con la dictadura militar, llegando a decretar su «fracaso» a mediados de 1979. El principal error de las cúpulas castrenses 10 Centuria Nacionalista (1975). «La intervención del Ejército en Tucumán». El Fortín, n.º 1, marzo, p. 2. 11 V.E.O. (1975). «¿Por qué se lucha contra la guerrilla?». El Fortín, n.º 1, marzo, p. 11. 12 Centuria Nacionalista (1975). «La intervención del Ejército en Tucumán». El Fortín, n.º 1, marzo, p. 2. 13 Algunos ejemplos son Guerra Campos, J. «Sentido cristiano del ejército». Verbo, n.º 214, 1981, pp. 7-24; Lauze, J. O. «Heroísmo cristiano». Verbo, n.º 203, 1980, pp. 81-98, y Sierra, V. «La cruz en una mano y la espada en otra». Verbo, n.º 207, octubre de 1980, pp. 69-83. Sobre Verbo, pueden consultarse Robin (2004) y Scirica (2007). Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 18 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea habría radicado en depositar su confianza en las bondades del plan económico, lo cual no dejaba de ser «una cuestión técnica y de eficacia hedonista».14 Pero esta actitud no sería más que el síntoma de la incapacidad de las Fuerzas Armadas para desempeñarse como una elite y reemplazar a «la oligarquía que agobia al país desde hace años y que le ha marcado su decadencia», cayendo «en la trampa de las fórmulas jurídicas liberales y de las fórmulas políticas populistas» (Cersósimo, 2015: 239). En este punto habría continuado operando un tipo ideal de estamento militar católico, útil para resaltar las fallas de las juntas: desconociendo que su rol sería —como el de las monarquías en otras latitudes— morigerar los vicios del gobierno, ellas habrían elegido desempeñar «una función protectora de la democracia, con lo cual se integran en el sistema que periódicamente empuja a la Nación hacia su disolución».15 Por cierto, las desavenencias habrían sido mutuas: mientras algunos sectores del gobierno de facto habrían concordado con el nacionalismo católico —como los «duros» del Ejército, franjas de la Fuerza Aérea y funcionarios de las carteras de Educación y Relaciones Exteriores—, otros se habrían mostrado refractarios, configurando lo que Paula Canelo (2008) ha denominado como las «dos almas» del «Proceso».16 Esta desilusión no impidió que la declaración de guerra tuviera profundas resonancias: como atestiguan las fotografías de actos públicos y la proliferación de solicitadas, decenas de agrupaciones nacionalistas salieron a las calles. Si bien primaron los símbolos enarbolados en etapas anteriores — como la cruzada y el sacrificio—, también se apeló a nuevos contenidos. La «teología de la dominación» habría mutado en teología de la guerra (Dri, 2011), transición decididamente más lineal que la criticada por León Rozitchner (2015) en ciertos intelectuales de izquierda: para las extremas derechas, no habría nada que «limpiar». De todas maneras, la construcción no careció de forzamientos, empezando por la concentración en un espacio geográfico que poca atención había suscitado previamente. Cabildo —usualmente pendiente de la evolución de las relaciones exteriores— le había dedicado a las Malvinas un lugar marginal frente a las supuestas ambiciones brasileñas en la Cuenca del Plata o a las tensiones surgidas con Chile, con la cuestión del canal de Beagle a la cabeza.17 Tan secundaria habría sido la preocupación para Verbo que la redacción se habría visto tomada casi totalmente por sorpresa: si bien la portada de abril de 1982 se hizo eco de la Operación Rosario proclamando que «las Malvinas son católicas y argentinas», los artículos apenas hicieron referencia a los sucesos. El pesimismo cedió su lugar al éxtasis: al regocijo de las revistas se sumó el de una pléyade de organizaciones entre las que se contó la Junta de la Confederación Nacionalista Argentina, liderada por Curutchet e Ibarguren. La agrupación aplaudió que la patria hubiera «vuelto por sus fueros, para mostrarse a sí misma y ante el mundo digna de sus orígenes, de sus empresas heroicas y de su irrenunciable proyección histórica», colisionando «sola y sin temblor ante una de las más grandes potencias de la tierra».18 La hoja de Grasset ofreció un apoyo tanto o más ferviente a través de una serie de encendidos editoriales y de justificaciones amparadas en Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y Francisco de Vitoria.19 Posición afín a la del clero más refractario y a la del vicariato castrense, pero contrapuesta a la 14 «Editorial». Cabildo, 2.ª época, n.º 23, mayo de 1979, p. 3. 15 «Editorial». Cabildo, 2.ª época, n.º 30, enero de 1980, p. 3. 16 En un trabajo más reciente, la autora mostró que la Secretaría General de la Presidencia criticó proyectos de reorganización a partir de sus similitudes con los principios de La Nueva República y Azul y Blanco (2016: 89-90), mientras que en 1981 la Junta Militar sostuvo en un documento secreto que los «partidos de ultraderecha» debían ser excluidos del futuro orden político al igual que los de «ultraizquierda» (2016: 192). 17 En 1981, Cabildo había considerado deseable una invasión del archipiélago: véase Cersósimo (2015: 318). 18 Junta de la Confederación Nacionalista Argentina. «Declaración». Cabildo, 2.ª época, n.º 52, abril de 1982, p. 5. En otras ocasiones, Inglaterra fue presentada como una «potencia de segundo orden» y «decadente»: véase Lorenz (2013: 72). 19 Caturelli, A. (1982). «La noción de guerra justa y la recuperación de las Malvinas». Verbo, n.º 223, pp. 27-34. Montejano, B. «Francisco de Vitoria y la guerra del Atlántico Sur». Verbo, n.º 223, 1982, pp. 35-55. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 19 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea asumida por el Vaticano y una parte considerable de la jerarquía católica local, quienes se pronunciaron por la paz. También Tradición, Familia y Propiedad (tfp) se apartó de la fiebre belicista, advirtiendo que la aventura habría dejado al país vulnerable a un enemigo más terrible que los británicos como era el comunismo. No debía extrañar entonces que Firmenich apoyara la invasión, ya que el previsible respaldo estadounidense a Inglaterra podía hacer que la urss se volcara por la Argentina y la incorporara al bloque socialista (Cersósimo, 2015: 320-321). En contraposición, Verbo exhibió un entusiasmo que adquirió por momentos ribetes milenaristas, con un editorialista imaginando el despertar de «los pueblos de abolengo hispano»: «más instintivo que racionalmente explicado, el alineamiento actual de la Raza despierta viejos sueños, antiguas batallas, hace izar banderas, cantar zambas y vidalas de los Tiempos de la conquista».20 Esta transformación colectiva debía acompañarse con una transfiguración individual e interna, ya que solo librándose del «espíritu mercantil, materialista, sensual, ladrón, mentiroso y aburrido» se podría iniciar «algo más grande. Seremos, pues, cabeza de puente de una gran resurrección: la de la Cristiandad».21 En una vena similar, Caponnetto vaticinó que desde el 2 de abril nada «podrá ser igual que antes; nada deberá ser igual que antes».22 Lo ocurrido comportaría una profunda e irreversible mutación metafísica: habría salido a relucir la «historia verdadera» de la nación, esa que «es Cruz y Sable; es Fe y Milicia; Fortaleza heroica y lealtad a Dios. Es vísperas de combate, vigilias a la intemperie y alegría de bandera izada. No es urna, voto, sufragio y apostasía. No es ni puede ser ya, el comité y la trastienda; miserias politiqueras y entregas desvergonzadas».23 Por cierto, estos arrebatos militaristas no conllevaron una absolución ni una carta blanca para el gobierno. Si en Cabildo Álvaro Riva aludió a un viraje de «180 grados» y a una «refundación» del Proceso,24 Curutchet advirtió en esa misma revista que «la única voz de mando» debía ser la «intransigencia», en tanto el país «no puede ceder un ápice de lo que ha ganado para siempre porque ceder es rendirse. Rendirse no solo a los ingleses sino a los fantasmas de la muerte que le corroían el corazón».25 Al sostener que «cualquiera sea el curso de las negociaciones, cualesquiera sean la habilidad diplomática y las posibilidades internacionales, el hecho militar del 2 de abril es y debe ser absolutamente inconmovible, terriblemente definitivo»,26 el director habría revelado una profunda desconfianza en la junta. Posición similar a la expresada por Bernardino Montejano en Verbo, quien recordó la «distinción fundamental entre la Patria y el régimen que nos gobierna»: «la solidaridad es con la Patria y no con el gobierno. Los gobiernos pasan, los hombres pasan, la Nación permanece a través de las generaciones».27 Ambas revistas coincidieron en privilegiar los móviles espirituales y simbólicos en detrimento de lo práctico y material: la guerra no se haría por rapiña, sino en defensa de la soberanía y por fidelidad a la auténtica religión. En esta línea, Verbo afirmó que «nuestro territorio nacional pertenece primerísimamente a Jesucristo y a María Purísima por formal y fundacional voluntad de aquellos que por primera vez plantaron en él la Santa Cruz y celebraron el Santo Sacrificio Redentor».28 Si no se dudó de la importancia de los recursos naturales ni de la contundencia de los argumentos legales, centrarse 20 «Carta al lector: Nuestra Señora de la Resurrección». Verbo, n.º 221, abril de 1982, p. 6. 21 Ídem. 22 Caponnetto, A. «Soberanía o muerte». Cabildo, 2.ª época, n.º 52, abril de 1982, p. 21. 23 Ídem. 24 Riva, A. «La suma no es la unidad». Cabildo, 2.ª época, n.º 52, abril de 1982, p. 18. 25 Curutchet, R. «Editorial: un gesto para siempre». Cabildo, 2.ª época, n.º 52, abril de 1982, p. 3. 26 Ídem. 27 Montejano, B. «Francisco de Vitoria y la guerra del Atlántico Sur». Verbo, n.º 223, junio de 1982, p. 52. 28 «Carta al lector: Nuestra Señora de la Resurrección». Verbo, n.º 221, abril de 1982, p. 6. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 20 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea en ellos fue percibido como un rebajamiento «al nivel de los juristas mundanos y de los negociantes internacionales».29 Lo fundamental habría sido el legado iniciado con la concesión del Papa a los Reyes Católicos y conferido —por medio de Carlos i y Felipe ii— a la Argentina. Así como lo económico se subordinaba a lo religioso, lo físico debía reflejar lo metafísico: lo central de la «hazaña» sería para Verbo el choque entre una nación que portaría simbólicamente «la Hispanidad como ideal de vida católica» y otra que representaría «la envidia corruptora de los mercaderes».30 De hecho, el combate no buscaría solo la salvación propia sino también la de Inglaterra, en tanto «las humillaciones» podrían servirle para «volver a su fe católica» y a la época en que «se llamaba Isla de los Santos y era devota de María Santísima».31 Frente a esta sediciosa nación de comerciantes y embusteros —«nodriza de la revolución moderna»—, España habría evangelizado a «pueblos de todas las razas, muchos de ellos crueles hasta la antropofagia y decadentes hasta la sodomía, que estaban a la sazón, en proceso de exterminio bajo el imperio del terror».32 Como ha señalado Cersósimo (2015: 320), mientras Cabildo tendió a conceptuar la contienda como un «acto de soberanía nacional», la hoja acaudillada por Grasset habría privilegiado la visión del conflicto como una colisión entre credos o, incluso, civilizaciones. La demonización de Gran Bretaña no careció de contradicciones: aunque en Verbo predominó la asociación con una codicia feroz y agresiva, desde sus mismas páginas Miguel Luis Speroni afirmó que en esas islas habría nacido el pacifismo que corroería al oeste. Difundida bajo la pax britannica, esta ideología habría esparcido «un cristianismo falsificado, pragmático, naturalista, a la medida del espíritu del mundo y de las pretensiones de lucro ilimitado animadoras del capitalismo liberal».33 Estos «rectos y honrados principios protestantes» nutrirían también «las sectas satánicas, los desfiles de 20.000 homosexuales, las más altas tasas de drogadicción y de criminalidad», así como la tolerancia de «la imperdonable sovietización de toda Europa Oriental».34 En esta línea, Argentina no estaría peleando únicamente contra el imperialismo anglosajón, sino contra la misma decadencia de Occidente. Mientras Verbo privilegió la épica del choque entre protestantismo y catolicismo, Cabildo le concedió un espacio mayor a los aspectos técnicos del enfrentamiento. Esto podría verse en la proliferación de imágenes de vehículos terrestres, embarcaciones y aeronaves, en los densos análisis geopolíticos de militares retirados y en las pomposas descripciones de las operaciones, las cuales magnificaron las pérdidas británicas para apuntalar la fe en la victoria final.35 La publicación también se habría contado entre las primeras en visibilizar a los caídos, recuperándolos a través de los tópicos sacrificiales implementados durante la década anterior: Patricio Guanca, Mario Almonacid, Jorge Águila y Giachino fueron así elevados a la categoría de mártires por Caponnetto, quien celebró en lacónicos versos que hubieran desoído «las «voces autorizadas» de quienes dicen que nada vale más que una vida. Sabían 29 «Carta al lector: Nuestra Señora de la Resurrección». Verbo, n.º 221, abril de 1982, p. 6. Este «antimaterialismo» no impidió explorar cómo debía organizarse una economía de guerra, ni fantasear con proyectos para explotar los recursos de las islas. Véanse Beveraggi Allende, W. «Por qué y cómo una “Economía de Guerra”». Cabildo, 2.ª época, n.º 53, mayo de 1982, pp. 32-34 y Luna Ercilla, C. «Necesario asentamiento rural en las Malvinas». Cabildo, 2.ª época, n.º 52, 1982, pp. 31-32. 30 «Carta al lector: Nuestra Señora de la Resurrección». Verbo, n.º 221, abril de 1982, p. 6. 31 Ídem. 32 Ibídem, p. 9. 33 Speroni, M. L. «La herejía pacifista y la guerra justa». Verbo, n.º 222, 1982, pp. 11-12. 34 Ibídem, p. 12. 35 «Alea Jacta Est». Cabildo, 2.ª época, n.º 53, mayo de 1982, pp. 4-11; Matassi, P. «De la táctica de Malvinas a una estrategia de la Argentina». Cabildo, 2.ª época, n.º 53, mayo de 1982, pp. 20-23. Representaciones igualmente triunfalistas aparecieron en los grandes medios: véase Lorenz (2013: 74-82). Siguiendo a Cersósimo (2015: 320), podría sugerirse que las divergencias en el tratamiento responderían a que la revista de Curutchet consideró que el triunfo solo podría llegar a través de las armas, la de Grasset habría contemplado también una victoria diplomática y hasta espiritual. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 21 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea que la vida solo merece vivirse al servicio de las mejores causas; que no hay redención sin sangre, ni Soberanía sin sacrificio».36 Su entrega marcaría incluso la génesis de la anhelada «Nueva Argentina»: para Curutchet, «la sangre derramada en las Malvinas, la sangre argentina, es un agua lustral: estamos al comienzo de todo, por lo mismo que hemos restablecido la vinculación perdida con lo mejor de nosotros mismos. Somos, seremos dignos de nuestra mejor tradición».37 Verbo hizo alusión a los muertos recién después de la derrota, participando del simbolismo filial analizado por Guber (2012). Así, Caturelli equiparó abiertamente a los combatientes con los partientes al referirse a «los soldados de la Patria» como «nuestros muchachos, nuestros hijos»,38 mientras que Montejano aludió «a los padres que se han quedado sin hijos. A los hijos que se han quedado sin padres. A las mujeres que se han quedado viudas».39 Pero la pérdida no habría sido en vano, ya que para el cristiano la muerte no era el final: «los héroes son felices porque han vuelto a la primera arcilla y a la primera tierra».40 Los vivos, por su parte, debieron afrontar la espinosa cuestión de dar sentido a un mundo en el que la Argentina y el catolicismo habían sido derrotados por la «pérfida Albión». Debacle y mito (1982-1990) Teología de la guerra. Malvinas según Cabildo, Verbo y Patria Argentina Frente a la derrota, la hoja de la Ciudad Católica adoptó un «discurso pastoral», el cual procuró mantener la concordia a través de la censura de cualquier tipo de recriminación: en julio de 1982, la nota editorial llamó a «no desfallecer» para luego advertir contra la «tentación» de pensar «“pedí, y mucho, y no fui escuchado”».41 A esta eventual queja se replicó que «nuestras plegarias no son vanas y si no hemos logrado lo pedido como lo deseamos obtener, no por eso no hemos sido escuchados. Dios oye y escucha a sus hijos, pero sabe mejor responder a nuestros legítimos deseos».42 Además de apelar a los inescrutables designios divinos, el editorialista sostuvo que si alguna responsabilidad había, esta recaería sobre los hombros de los argentinos, quienes habrían «respondido con generosidad, tanto en el frente guerrero como en el interno» y probado que podían «alcanzar grandeza», pero también evidenciado «gravísimas fallas» achacables a «la concepción liberal democrática».43 Esto habría sido particularmente grave en las Fuerzas Armadas, cuya preparación «profesionalista» habría hecho de los militares «tecnócratas que calculan los riesgos y los gastos con rigor matemático, lo que llega en último término a paralizarlos».44 Por el contrario, lo necesario sería «espíritu y concepciones superiores que les hagan ingeniarse para ganar cueste lo que cueste», tal cual habrían demostrado los pilotos, convertidos ya en epítomes del heroísmo.45 Paralelamente, Caturelli abordó desde la misma revista el acuciante interrogante de por qué Dios había permitido el «triunfo de la injusticia».46 Pero eludió al igual que el editorialista esta profunda 36 Caponetto, A. «A los caídos». Cabildo, 2.ª época, n.º 53, mayo de 1982, p. 8. 37 Curutchet, R. «Editorial: un gesto para siempre». Cabildo, 2.ª época, n.º 52, abril de 1982, p. 3. 38 Caturelli, A. «Después de la Batalla de Puerto Argentino». Verbo, n.º 225, agosto de 1982, p. 53. 39 Montejano, B. «Francisco de Vitoria y la guerra del Atlántico Sur». Verbo, n.º 223, junio de 1982, p. 55. 40 Caturelli, A. «Después de la Batalla de Puerto Argentino». Verbo, n.º 225, agosto de 1982, p. 52. 41 «Carta al lector: No desfallecer». Verbo, n.º 224, julio de 1982, p. 6. 42 Ídem. 43 Ídem. 44 Ibídem, p. 8. 45 Ídem. 46 Caturelli, A. «Después de la Batalla de Puerto Argentino». Verbo, n.º 225, agosto de 1982, p. 50. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 22 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea cuestión teológica apelando a la imposibilidad de comprender los planes divinos. Tras identificarse con la frustración de sus lectores, el filósofo cordobés se habría atenido a la obediencia a una Providencia inescrutable, pero siempre justa. Si bien la actitud del pensador mediterráneo se inscribía en la ortodoxia católica, su lacónica argumentación también podría ser vista como el reflejo de sus propias dudas y preguntas irresueltas. Una carencia de inteligibilidad que habría funcionado como caldo de cultivo de teorías conspirativas: fue así que Pablo Hary sostuvo en Verbo que lo decisivo habría ocurrido «entre bambalinas», apuntando a «organizaciones secretas que se ocupan de empujar el mundo hacia lo que promete ser la apoteosis del Gran Rey Universal, del “Gobierno Mundial” o del Anticristo para llamar las cosas su nombre».47 Con él concordó un editorial de la misma publicación que remarcó la centralidad del complot en el arsenal de la diplomacia británica, tal cual lo mostraría el caso de Francisco de Miranda: este «aventurero que llegó a ser general de Napoleón, y que había actuado en la guerra de independencia de los Estados Unidos de Norteamérica» no habría sido otro que el cerebro detrás de la «conjura antihispánica» que culminó en la desintegración del Virreinato del Río de la Pata».48 De acuerdo con su estilo, la ira y la crítica fueron mucho más desembozadas y virulentas en Cabildo (Cersósimo, 2015: 330-333; Saborido, 2011: 217-221). Para esta hoja, la derrota habría inaugurado un escenario apocalíptico: una solicitada «contra la rendición» aseveró que claudicar «cancelaría definitivamente toda aspiración a la soberanía», liquidaría las Fuerzas Armadas y «pondría en peligro la integridad territorial de la República».49 De cara al abismo, la rendición de «algunos hombres» en las islas no debía conducir a la pasividad de «veintiocho millones» en el continente, lo que constituiría «la más absoluta y humillante derrota argentina de toda la historia».50 Frente al tan temido desenlace, la publicación lanzó un agrio editorial en el cual se pronunció contra la «doble rendición», primero a los ingleses y luego a los partidos políticos. La primera fue en cierta medida normalizada, en tanto comportaría un episodio más en el «secular ciclo de domesticación a que viene siendo sometida la Argentina», mientras que la segunda fue asociada con la «desmalvinización»: «voluntad manifiesta de abandonar la guerra, de olvidar la sangre derramada y de abdicar —de hecho o de derecho— a la soberanía sobre las Malvinas y demás archipiélagos».51 Como en Verbo, el fiasco no fue achacado solamente a las cúpulas castrenses, sino también a aquella «retaguardia quebrada que alentara al espíritu de la derrota» y a los «aliados» del enemigo que «en los entresijos del gobierno argentino […] ahora se aprestan a terminar su obra».52 Esta «puñalada por la espalda» no habría sido ajena a la recurrente imagen de las «dos Argentinas»: en palabras de Patricio Randle, «una combatiente, otra espectadora; una convencida, otra especuladora; una generosa, otra egoísta; una con sentido metafísico y religioso de la guerra, otra materialista y frívola».53 La «derrotista» fue asociada con Buenos Aires, lo cual habría comportado menos un alegato antiporteño que la fusión de de un vetusto anti-entralismo con gastados ataques al «Proceso».54 El desastre no habría respondido entonces al «tipo humano porteño» sino a factores puntuales como la falta de una 47 Hary, P. «Las Malvinas (mirando entre bambalinas)». Verbo, n.º 222, mayo de 1982, p. 49. 48 «Carta al lector: Inglaterra, nodriza de la revolución moderna». Verbo, nº 222, mayo de 1982, p. 11. 49 «Contra la rendición». Cabildo, 2.ª época, n.º 54, junio-julio de 1982, p. 12. 50 Ídem. La idea de continuar peleando fue secundada por la revista cordobesa Moenia, dirigida por Félix Adolfo Lamas: véase Cersósimo (2015: 333). 51 «Editorial: Las dos rendiciones de Buenos Aires». Cabildo, 2.ª época, n.º 54, junio-julio de 1982, p. 3. 52 Ídem. 53 Randle, P. «La guerra —si la hubo cabalmente— se perdió en Buenos Aires». Cabildo, 2.ª época, n.º 54, junio-julio de 1982, p. 14. 54 Ibídem, pp. 14-15. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 23 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea «decisión firme», mandos que libraron la guerra «a media máquina» y un frente interno que «fue dejado en manos de publicitarios en vez de enfervorizar a la población consolidando sus nobles ideales».55 Randle no creyó exagerado «hablar de traición y traidores», postura adoptada por buena parte del plantel de Cabildo. Caponnetto apeló al lenguaje religioso para calificar de «pérfidos» a quienes «dudaron de la legitimidad y de la necesidad del 2 de abril», así como a aquellos que «por ineptitud, impericia, descuido, negligencia, ligereza, liviandad, candidez o lo que fuere, debilitaron el frente bélico».56 Tras una larga letanía de acusaciones —que aunó a responsables civiles y militares con culpables materiales y culturales—, el polemista rescató una «Argentina de leales» integrada por los caídos y por quienes «en su nombre —en la plenitud de su fidelidad y de su honra, en cumplimiento de su vocación militar y cristiana— vuelvan dispuestos a cumplir el mandato de los muertos».57 La existencia de este núcleo de verdaderos patriotas despertó un cierto optimismo, en tanto a partir de ellos podría alcanzarse una Argentina purificada: intentando quizás rescatar una pequeña victoria de la catástrofe, Riva aseveró que «el 14 de junio, el día de la derrota y las jornadas sucesivas, las de la humillación, la que cayó envuelta en su bandera de muerte y de ignominia fue […] la República Liberal».58 El revés habría abierto la ventana para erradicar los males que el nacionalismo católico había atacado sempiternamente, como el materialismo, la democracia, el socialismo y el ateísmo. No obstante, esa inmejorable oportunidad se habría visto bloqueada por los militares: para Riva, habría sido «trágico que las ff.aa. no lo entiendan y no lo puedan entender y no solo se desangren sino que se incorporen a la corrupción de la República Alberdiana, pensada y levantada para funcionar en la pax britannica».59 El conflicto continuó ocupando un espacio considerable en los meses siguientes. En setiembre, Jorge Rodríguez Zía60 salió desde Verbo al encuentro de ciertos «diagnósticos superficiales» analizando minuciosamente los aspectos políticos, diplomáticos y militares de la contienda. Desde la misma publicación, Hary concordó con los deseos expresados por Riva: el fracaso podría impulsar un urgente «cambio de mentalidad» consistente en «apretarse el cinto, poner el hombro, no seguir considerando el interés general como un botín a repartir y la eficiencia como una mala palabra».61 La «causa» fue perdiendo no obstante gravitación en Verbo, a medida que los combates de ayer se desdibujaron frente a las escaramuzas de la transición democrática. Sin embargo, Malvinas no se esfumó sino que reemergió en justificaciones retrospectivas, editoriales y reseñas,62 por no mencionar la notoria vigencia de tópicos como la guerra santa, la caballería y el martirio.63 Cabildo fue aún más allá, haciendo de Malvinas un mito: la cristalización de todo aquello que Argentina podría haber sido pero no fue a causa de una siniestra concatenación de personajes, instituciones y grupos sociales «antinacionales» (Saborido, 2011: 218). La rendición fue soldada con la «claudicación» a la «partidocracia», haciendo que los homenajes y los llamados a la «reconquista» se vieran acompañados por ataques a la clase política. Hostil tanto a Inglaterra como a los militares y la 55 Randle, P. «La guerra…», cit., pp. 14-15. 56 Caponnetto, A. «¡Pérfidos!». Cabildo, 2.ª época, n.º 54, junio-julio de 1982, p. 13. 57 Ídem. 58 Riva, A. «¿Qué país fue derrotado el 14 de junio?». Cabildo, 2.ª época, n.º 54, junio-julio de 1982, p. 17. 59 Ídem. Itálica en el original. 60 Rodríguez Zía, J. «Después de la batalla». Verbo, n.º 226, setiembre de 1982, pp. 9-55. 61 Hary, P. «Después de la guerra». Verbo, n.º 226, setiembre de 1982, p. 75. 62 Follari, R. «Las Malvinas y el espíritu nacional». Verbo, n.º 241, abril de 1984, pp. 72-81. 63 Santamaría, I. «¿Soldado o mercenario?». Verbo, n.º 254, julio de 1985, pp. 36-46; Benson, J. «Del cruzado medieval al televidente moderno y vuelta… al hombre». Verbo, n.º 233, junio de 1983, pp. 49-82; y Muñoz Juárez, R. «Teología de la guerra». Verbo, n.º 238, noviembre de 1983, pp. 12-59; Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 24 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea democracia, la hoja se identificó con un «soldado que —con algo de soberbio criollo de ayer y de magnífico guarango de hoy»— le dedicó al mundo entero un plástico e inequívoco corte de manga, diciéndole a ese mismo mundo, pero también a los argentinos, que tiene rabia y que por lo tanto, no se ha rendido. Que él no va a dar cuentas sino a exigirlas a todos los que hicieron posible la derrota nacional en las Malvinas. A los jefes que temblaron ante el deber y, sobre todo, al régimen que los entregó y que hizo inútil en lo inmediato su cruento sacrificio.64 La publicación inició así tempranamente una campaña contra la «desmalvinización», replicando por ejemplo a los artículos de Arnaldo Musich en La Nación recomendando «a los argentinos a conformarse con seguir siendo una sucursal más o menos confiable a ojos de los amos del Norte».65 Para Cabildo, el empresario habría afirmado hipócritamente que la contienda «fue llevada a cabo por quienes desconocen cómo funciona el mundo e ignoran la complejidad de los compromisos en que se asienta el equilibrio internacional», cuando por su métier bien sabría que el interés de dichos grupos residía en aprovecharse de los recursos del país mientras se lo sometía culturalmente.66 La polémica no se limitó a los medios «liberales», sino que se extendió también a grupos tradicionalistas críticos de la guerra, como fue el caso de tfp (Cersósimo, 2015: 334-339). El tópico no perdió vigencia con el correr de los meses. Por el contrario, la mitologización llegó a la apoteosis al cumplirse el primer aniversario del Operativo Rosario. El editorial de Cabildo manifestó entonces que el 2 de abril es el sábado de gloria de la Patria. Lo fue entonces, por sobre las heridas y los padecimientos, más allá de las humillaciones y las caídas. Lo sigue siendo hoy y lo será siempre, porque ese día, la nación amortajada y sepultada tuvo motivos ciertos para creer en la resurrección.67 La guerra habría reavivado las «esencias genuinas» y anunciado un «nuevo comienzo» que se demoraría a causa de «una capitulación más lamentable que la de Puerto Argentino, una abdicación peor que crece y se difunde. Es el abatimiento del ánimo colectivo, la acedia nacional y la autodenigración sistemática. Es la parálisis del honor y el enmudecimiento de la honra; es este “tiempo indigente en un espacio donde parece no quedar lugar para la hombría”».68 En pocas palabras, «hay algo más terrible que la rendición […] y es la desmalvinización del alma nacional».69 El tradicionalismo católico no sería el único dique contra esos lamentables impulsos, sino que el espíritu del 2 de abril persistiría también en los núcleos de suboficiales implicados no solo en las islas sino en la lucha contra la «subversión».70 Este grado de compromiso los habría hecho un blanco prioritario del alfonsinismo, el cual habría desatado una «caza de brujas» poco después de llegar al poder.71 Esta persecución llegaría a su punto culminante con los juicios a las juntas de 1985, cuyo objetivo habría sido desprestigiar a la corporación militar en su conjunto como paso previo a su disolución. Sin olvidar las «fallas» en la ejecución, Curutchet reivindicó entonces el «abatimiento del enemigo insurreccional» en tanto «reacción justa y necesaria de la sociedad argentina», así como «espontánea 64 «Editorial: El gesto de la gesta pendiente». Cabildo, 2.ª época, n.º 62, marzo de 1983, p. 3. 65 «La desmalvinización». Cabildo, 2.ª época, n.º 56, setiembre de 1982, p. 17. 66 Ídem. 67 «Editorial: La hora de los miserables». Cabildo, 2.ª época, n.º 63, abril de 1983, p. 3. 68 Ídem. 69 Ídem. 70 «La mentira “mesiánica” del sionismo». Cabildo, 2.ª época, n.º 70, noviembre de 1983, p. 6. 71 «Crónica nacional: Los 100 días de los jacobinos». Cabildo, n.º 74, marzo de 1984, p. 4. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 25 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea y unánime». Mientras que el Nunca Más, los «documentales difamatorios» y los procesos judiciales habrían apuntado a mezclar a los corruptos jerarcas con las «intachables» líneas medias y bajas, la Ley de Punto Final habría tenido por objetivo fracturar la cohesión de la corporación al separar «sables sucios» y «blancos».73 72 El entusiasmo de Cabildo frente al levantamiento «carapintada» de la Semana Santa de 1987 no resultaría entonces sorpresivo.74 Para la publicación de Curutchet, los sublevados encarnarían a todo el Ejército, «hostigado, asediado, vilipendiado, en vías de disolución, traicionado por sus comandantes», pero de ninguna manera «muerto».75 Una expectativa similar manifestó Patria Argentina, mensuario fundado a fines de 1986 por Ibarguren y Elías Rafiaa como expresión del Movimiento Nacionalista de Restauración bonaerense —en el cual, por otra parte, se enrolaban varios de los colaboradores de Cabildo—. Desde sus páginas, Walter Beveraggi Allende —acérrimo adversario del monetarismo y difusor incansable del Plan Andinia (Bohoslavsky, 2008)— festejó «el triunfo del sector nacionalista militar» —representado por jóvenes oficiales y suboficiales que se resistirían a convertirse en «mercenarios»—, cuya grata contrapartida habría sido la «derrota aplastante del sector liberal, corporizado por la gran mayoría de los oficiales superiores y unos pocos exponentes de los restantes niveles».76 De hecho, las falanges medias exaltadas desde el ocaso del Proceso habrían hallado un epítome en Aldo Rico, quien no solo habría confrontando con la «política de venganza» sino que habría obtenido un triunfo parcial con la Ley de Obediencia Debida. Como han sugerido Jorge Borrelli y Marcelo Saborido (2014), la figura del coronel habría actualizado una dinámica para nada novedosa en el nacionalismo católico vernáculo: el entusiasmo por un hombre salido de las filas castrenses que no solo fuera capaz de liderar a las Fuerzas, sino que pudiera unificar también a unas extremas derechas caracterizadas por sus luchas intestinas y recurrente fragmentación. No obstante, los «carapintadas» le traerían una nueva decepción a los integristas. Si bien los alzamientos de Monte Caseros y Villa Martelli todavía suscitaron la adhesión de Cabildo y Patria Argentina, la asonada de Mohamed Alí Seineldín en diciembre de 1990 fue considerada por Caponnetto como «el fruto de no pensar y obrar en concordancia con las enseñanzas del Nacionalismo Católico», «la consecuencia de una soberbia endiablada que desecha las experiencias y la prudencia de esta gran doctrina política con el latiguillo de que somos unos fracasados».77 Una ira aún mayor manifestó hacia Rico, quien había culpado por la intentona a «los profetas de un nacionalismo anacrónico, anti-histórico y re72 Curutchet, R. «Editorial: Ante el juicio a las Juntas Militares». Cabildo, 2.ª época , n.º 97, abril de 1985, p. 3 73 Tucídides. «Punto Final: El Parto de los Montes». Cabildo, n.º 107, 1986, p. 25. 74 La sublevación comenzó como respuesta a los intentos de la justicia por apresar al mayor Ernesto Barreiro, quien se había negado a declarar sobre su participación en la represión del movimiento obrero en Córdoba. El veterano de Malvinas Aldo Rico dirigió uno de los grupos rebeldes, acantonándose en Campo de Mayo. Entre las demandas de los alzados, resaltaron la destitución del jefe del Ejército y una «solución política» para los procesos que afectaban a oficiales subalternos. El levantamiento no tuvo un alto acatamiento entre las Fuerzas Armadas, pero estas tampoco actuaron para defender a Alfonsín, quien se vio obligado a negociar y salió muy debilitado del episodio (Novaro, 2009: 235-240). 75 Rótula, T. «Operativo Dignidad Militar». Cabildo, 2.ª época, n.º 111, abril de 1987, p. 7. 76 Beveraggi Allende, W. «El Ejército Argentino vs. Sinagoga Radical». Patria Argentina, n.º 7, mayo de 1987, p. 4. 77 Caponnetto, A. «La responsabilidad del nacionalismo». Cabildo, 2.ª época, n.º 132, diciembre de 1990, p. 6. La insurrección de Monte Caseros (enero de 1988) fue protagonizada por Rico, quien evadió a fines de 1987 el arresto domiciliario que se le impuso. José Caridi, jefe del Ejército, pudo reducir a los rebeldes sin mayores problemas. Otro veterano de Malvinas, Seineldín, encabezó otra asonada a fines de 1988 para forzar la extensión de la Ley de Obediencia Debida y una amnistía generalizada para los participantes en las anteriores sublevaciones. A pesar del apoyo obtenido en varias unidades, la intentona fue desbaratada por Caridi a los pocos días. Un año después, Seineldín lideró un último alzamiento tras romper con Carlos Menem con el objetivo de derrocarlo. Tras los indultos generalizados firmados por el riojano poco tiempo antes, las Fuerzas Armadas sofocaron la rebelión con decisión y violencia (Novaro, 2006). Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 26 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea accionario», provocando que el articulista lo acusara de abandonar tanto sus posiciones previas como «los ideales de su juventud y el emblema de los Comandos».78 Beveraggi Allende coincidió en que las acciones de Seineldín habrían constituido un grosero error, añadiendo que comportarían también «una frustración más para nuestro pueblo».79 Podría entonces concluirse que el combate del tradicionalismo católico habría resultado fútil: como sentenciaran Beraza (2005: 405) y Saborido (2011: 223-224), las constantes jeremiadas contra las conspiraciones y la decadencia habrían transformado a estas publicaciones en burdos facsímiles de sí mismas, mientras su prédica ultramontana se habría vuelto crecientemente irrelevante. No obstante, su pervivencia —así como la de Verbo— no debería ser subestimada como la obsesión de grupos de trastornados, sino vista quizás como testimonio de la resiliencia de esta cultura política tras la restauración democrática. Adaptabilidad en la cual el factor Malvinas no habría sido menor. Contra Albión y Sión. Anglofobia y antisemitismo en Alerta Nacional (1983-1989) Alerta Nacional también aspiró a vincularse simbólicamente con la contienda, saliendo a las calles en el primer aniversario de la rendición de Puerto Argentino. Su director fue Alejandro Biondini, ex miembro de la Tendencia Revolucionaria posteriormente asociado con Línea (de José María Rosa) y la Agrupación La Mazorca (Kollmann, 2001; Trajtenberg, 1990: 108). Lanzada en dos «épocas», la publicación compartió con sus contrapartes del integrismo católico un profundo desprecio por el gobierno radical, los judíos, Estados Unidos y Gran Bretaña. Coincidió también en la elevación de Malvinas al rango de gesta, así como en la creencia de que se trataría de una «guerra inconclusa».80 El proceso de memorialización transitó asimismo por carriles similares, aludiendo a la recuperación por la Argentina de su rol de nación guía en Hispanoamérica gracias a la contienda. Para René Tulián —uno de los lugartenientes de Biondini—, «Hispanoamérica espera el resurgimiento de Argentina, única nación capaz de restablecer los lazos geopolíticos que constituyeron en su momento el Virreinato del Río de la Plata».81 Francisco Figuerola fue aún más lejos, sosteniendo que «desde el territorio austral argentino, aparece posible el rescate de una Humanidad corrupta en la droga, la pornografía y la pereza. Es el sur el porvenir del mundo».82 Pero difícilmente podría Argentina ocupar ese sitial bajo el liderazgo de Alfonsín, cuya ascendencia inglesa fue subrayada obsesivamente con la mención de su apellido materno «Foulkes». Ya en junio de 1984 Biondini aseguró no tener ningún interés en «esta “democracia” de pigmeos, dependientes y timoratos […] que reniega del 2 de abril, que desprecia el 17 de octubre y que olvida el 20 de noviembre», en tanto constituiría «la antítesis de la Patria Justa, Libre y Soberana por la que lucha el Pueblo Argentino».83 Y al detallar el «prontuario» del presidente en abril de 1989, el antiguo colaborador del Pepe Rosa afirmó que el «antimilitarismo desafiante» del radical comportaba una «verdadera traición a la Patria» dadas las inocultables ambiciones de las potencias vecinas.84 Más allá de las rebajas presupuestarias y del desprestigio provocado por los juicios y las «campañas mediáticas», lo realmente peligroso sería la purga ordenada por la «sinarquía» y ejecutada por el ministro de defensa Raúl Borrás contra «aquellos 78 Caponnetto, A. «La responsabilidad del nacionalismo». Cabildo, 2.ª época, n.º 132, diciembre de 1990, p. 6. 79 Beveraggi Allende, W. «Menem, jefe de la banda y Seineldín, su protector». Patria Argentina, n.º 39, diciembre de 1990, p. 8. 80 Biondini, A. «Fundamentos para un unevo orden: Revolución nacional o comunismo». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 8, mayo de 1987, p. 4. 81 Tulián, R. «El despertar de los pueblos». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 13, marzo de 1989, p. 8. 82 Figuerola, F. «Reafirmación». Alerta Nacional, 1.ª época, n.º 8, mayo-junio de 1984, p. 13. 83 Biondini, A. «Editorial: No se come, no se educa, no se cura». Alerta Nacional, 1.ª época, n.º 8, mayo-junio de 1984, p. 1. 84 Biondini, A. «El prontuario de Alfonsín». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 14, abril de 1989, p. 6. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 27 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea jóvenes oficiales, prioritariamente los que pelearon en Malvinas, “sospechosos” de alto espíritu patriótico y formación nacionalista».85 De esta manera, Alerta Nacional exaltó junto a Cabildo, Verbo y Patria Argentina a aquella «juventud heroica» sobre la cual se querría «echar un prudente manto de olvido o, a lo sumo, quitarles el contenido revolucionario que los puso al frente de la Historia».86 También concordó en la convicción de que habría sido esa misma «oficialidad ejemplar» la que se habría sublevado en la Semana Santa de 1987, tras lo cual se habría vuelto predominante dentro de las Fuerzas Armadas.87 No obstante, Alerta Nacional se habría aproximado aún más a los ex combatientes, ya que además de hacerse eco de los reclamos de algunos soldados —como el categórico rechazo a la imagen de «chicos de la guerra»—88 el grupo peronista tuvo entre sus cabecillas a Luis Alberto Vera. Tras servir en el regimiento comandado por Mohamed Alí Seineldín en las islas, «Rambo» se unió a la agrupación de Biondini, coordinando su Secretaría de Veteranos y teniendo una participación destacada en varios actos. Así, en noviembre de 1987 aseguró que quienes «ocupan la Casa de Gobierno viven agachándose y traicionando nuestra soberanía ante los ingleses», por lo que la consigna «Braden o Perón» podía perfectamente renovarse como «“Argentina o Inglaterra” y, mejor todavía, “Argentina o Israel”».89 Su antisionismo no habría sido incidental ni habría estado desvinculado del antisemitismo, en tanto el veterano manifestó que «si ningún judío fue capaz de morir por Malvinas», entonces lo mejor sería «¡Que se vayan!».90 Vera se transformó poco después en uno de los mártires del movimiento, ya que en abril de 1988 fue asesinado por la policía bonaerense en un confuso episodio ocurrido en Sarandí (Kollman, 2001: 101-107). La muerte —provocada según Alerta Nacional por el gobierno y el Mossad— habría elevado a Rambo al mismo panteón que «Alfredo Guereño […] Rucci, Vallese, Valle, Cogorno, Fariña y tantos otros (que) ya están junto a Perón y Evita a la derecha de Dios…».91 Además de la participación destacada de excombatientes y de la gravitación de los tópicos antisemitas, el tercermundismo fue otro rasgo distintivo. Mientras Cabildo y Verbo consideraban dichas tendencias algo tan revulsivo como el alineamiento detrás de las superpotencias, Biondini aplaudió abiertamente a figuras como Ruhollah Jomeini y Muamar Gadafi, cuyo ideario anticomunista y anticapitalista armonizaría con la Tercera Posición Justicialista.92 De ahí que el reclamo argentino pudiera ser colocado junto a otros bajo el paraguas del «Tercer Mundo», como para un anónimo redactor que colocaba a Malvinas y a Palestina como «el eje de un combate común»: «solo así, mediante la invencible acción del Espiritualismo Unificado, será posible la Victoria».93 Más osado aún fue Tulián, quien incluyó en una misma oleada la contienda en las islas, la retirada soviética de Afganistán, la agitación de las nacionalidades dentro de la URSS y la pulseada entre Manuel Noriega y ee.uu.94 85 Biondini, A. «Editorial: No se come, no se educa, no se cura». Alerta Nacional, 1.ª época, n.º 8, mayo-junio de 1984, p. 3. 86 «17 de octubre - 2 de abril». Alerta Nacional, 1.ª época, n.º 5, octubre de 1983, p. 3. 87 «Los héroes dijeron: ¡Basta!». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 8, mayo de 1987, p. 1. 88 Biondini, A. «El prontuario de Alfonsín». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 14, abril de 1989, p. 5. 89 «1º Acto Público de la Lealtad Peronista: Un frente de voluntades para conquistar la victoria». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 11, febrero de 1988, p. 7. 90 Ídem. El planteo de que ningún judío había perdido la vida durante el conflicto —vinculado con el argumento de la doble lealtad— fue también utilizado por Biondini (1987: 4). 91 Barril, O. «Un héroe de Malvinas asesinado por el gobierno». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 12, junio de 1988, p. 2. 92 Biondini, A. «Tercera posición o sinarquía (5.ª nota)». Alerta Nacional, 1.ª época, n.º 5, octubre de 1983, p. 8. Tales posturas hallarían antecedentes en los acercamientos de la derecha peronista al panarabismo durante los sesenta. Véase Rein (2007: 248-250). 93 «La mentira “mesiánica” del sionismo». Alerta Nacional, 1.ª época, n.º 6, diciembre de 1983, p. 6. 94 Tulián, R. (1989). «El despertar de los pueblos». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 13, marzo de 1989, p. 8. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 28 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea Podría apuntarse también que la anglofobia desempeñó un rol más relevante en el discurso y en las percepciones de la agrupación de Biondini que en las falanges del tradicionalismo católico, donde el desprecio a la «pérfida Albión» tendió a subordinarse a una más abarcadora cosmovisión anti-moderna. Por el contrario, Alerta Nacional hizo del odio al inglés un dispositivo a través del cual interpretó fenómenos como la penetración de la pop culture, tal cual podría verse en su socarrona reseña de la visita de la banda de rock progresivo Yes.95 Esa misma edición incluyó una extensa enumeración de corporaciones y empresarios británicos que controlarían los principales resortes de la economía, los cuales deberían ser expropiados sin dilación por su carácter parasitario y especulador.96 También el brusco viraje realizado por Carlos Menem al acceder a la presidencia —burlando no solo sus promesas de campaña sino las expectativas de esta agrupación— fue explicado a partir del influjo inglés, siendo su política de «claudicación» y «pleno acuerdo» con Margaret Thatcher uno de los principales motivos de indignación.97 Desahuciado y traicionado, Marcos Aurelio García rescató incluso a Galtieri, ya que por lo menos habría querido «recuperar por la fuerza algo nuestro como las Malvinas. En cambio Menem y la partidocracia aceptaron entregar una parte de nuestro territorio no solo sin luchar sino además haciendo el proselitismo y la propaganda de la entrega».98 Estas invectivas contra el flamante primer mandatario no fueron gratuitas: la suspensión del apoyo financiero proveniente del Partido Justicialista condujo al final de Alerta Nacional como revista y como organización. Resignados pero no vencidos, Biondini y su séquito abrazaron entonces plenamente sus veleidades neonazis y crearon el Partido Nacionalista de los Trabajadores y luego el Partido Nuevo Triunfo, manteniendo durante los noventa las banderas del anti-sionismo, el tercermundismo y el malvinismo (Chang de Almeida, 2012; Kollman, 2001). Conclusión. Dulce bellum inexpertis No resulta novedoso afirmar que «Malvinas» ha ocupado desde los ochenta un lugar central en el discurso, el imaginario y la identidad de las extremas derechas argentinas, tanto en sus vertientes integristas como en las neonazis. El irredentismo, la anglofobia y el revanchismo serían algunos de los elementos que sustentarían una narrativa belicista, ávida de un nuevo conflicto para recuperar lo perdido aun a costa de una completa debacle, opción preferible al «régimen partidocrático». Una lectura psicologista podría hallar aquí los remanentes de una profunda frustración, aquella provocada por un conflicto que habría puesto en juego convicciones largamente sostenidas por dichos sectores para luego pulverizarlas con una derrota estrepitosa. Nacionalistas y tradicionalistas católicos se habrían enfrentado a la incómoda tarea de explicar por qué los desmotivados mercenarios ingleses habían vencido a los bravos guerreros argentinos, por qué el materialista protestantismo anglosajón se había impuesto a la fervorosa «Hispanidad católica», por qué Dios había desoído las plegarias de su hija dilecta. Incluso podría pensarse que estos actores se habrían mostrado incapaces de asumir el fracaso, depositando sus esperanzas en una evanescente «guerra inconclusa» cuya evocación mantendría vivo el espíritu de los «días de abril». No obstante, las extremas derechas no se habrían contentado con simples metáforas de evasión, sino que habrían articulado explicaciones del conflicto con protagonistas y responsables concretos. De hecho, la conflagración habría sido «normalizada» en un relato sumamente extendido de la historia argentina como una incesante decadencia social, política y cultural: así como los reveses en las 95 Biondini, A. «Crónica de una traición». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 1, marzo de 1985, p. 7. 96 «Radiografía del bloque empresario británico y sus conexiones». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 1, marzo de 1985, pp. 7-8. 97 «La traición de Menem bajo signo británico». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 15, agosto de 1989, p. 1. 98 García, M.A. «La trampa del indulto igualitario». Alerta Nacional, 2.ª época, n.º 16, septiembre de 1989, p. 2. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 29 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea islas serían el producto de décadas de degeneración «liberal», «judía» y «masónica», las crisis económicas, la corrupción y el deterioro de los indicadores sociales fueron presentados como pequeñas derrotas que se desprenderían de la rendición de Puerto Argentino. Buena parte de los argumentos y de la propia fraseología habían sido ya desplegados por franjas de las Fuerzas Armadas, el vicariato castrense y los intelectuales reaccionarios frente a la violencia política de los setenta. Como ha señalado Cersósimo (2015: 325), visiones de este estilo fueron puestas en circulación por los capellanes militares, por lo cual no es descabellado pensar que ellas inspiraron la carta de Roberto Estévez —venerada en las publicaciones nacionalistas— así como las posturas vindicativas de excombatientes como Vera. De todas maneras, un rastreo apenas superficial del discurso social (Angenot, 2010) durante los meses del conflicto podría recuperar imágenes afines en espacios sumamente alejados de los «desvanes reaccionarios». Puesto de otro modo, el arsenal simbólico desplegado por las extremas derechas en esta coyuntura no se habría destacado por su novedad, ni habría sido particularmente distintivo. En este sentido, parecerían abonar la visión de Saborido de que cuando mucho en los ochenta todo en estos segmentos era ya «demasiado antiguo». La escasa innovación no habría obturado una compulsiva insistencia en esta cuestión, lo cual explicaría la visibilidad que les confirió a las extremas derechas. En otras palabras, el «malvinismo» sería uno de los problemas públicos en los cuales estas franjas marginales y radicales e hallarían más próximas a las culturas políticas «hegemónicas» en la sociedad argentina. La relevancia que la temática ha conservado le habría conferido una considerable gravitación a sectores numéricamente ínfimos e ideológicamente minoritarios, permitiéndoles trascender sus usualmente restringidos auditorios. Siguiendo a Lorenz (2013) y Guber (2012), esto habría sido en buena medida posible por una discusión pública sujeta a tabúes y cruzada por sectarismos, cuando no inexistente. Este predicamento de las derechas reaccionarias y radicales sobre una problemática convocante podría entonces funcionar como una suerte de portal, en tanto una reivindicación territorial o histórica podría conducir a lectores casuales al decadentismo, el belicismo, el antisemitismo y las visiones complotistas de la historia. Hay un último aspecto que debería ser puntualizado. La sacralización de la guerra, el anhelo del sacrificio y la exaltación del heroísmo —con las consecuentes diatribas contra la civilización «materialista y burguesa»— alejan a buena parte de estas extremas derechas del grueso del espectro politicoideológico, el cual ha tendido a abjurar de la violencia como medio y a execrarla discursivamente. De seguro, la problemática dista de estar cerrada, como lo mostró el célebre affaire que rodeó la carta de Oscar del Barco y los más recientes debates en torno del securitismo, pero no sería arriesgado plantear que las diversas fuerzas que pueblan el accidentado escenario político argentino rechazan —al menos verbalmente— la violencia. Esto ha colocado a grupos como los nucleados en torno de Cabildo, Alerta Nacional y El Fortín en un nicho no exento de ventajas: si bien pueden ser fácilmente demonizados, el encanto del tabú y la fama de inflexibilidad podrían atraer a jóvenes (y no tanto) como ocurrió en Europa, Estados Unidos y otras partes de América Latina. Matías Grinchpun | La gesta inconclusa… | 30 Historia y problemas del siglo XX | Año 10, Volumen 11, julio-diciembre de 2019, ISSN: 1688-9746 contemporanea Fuentes y bibliografía Fuentes Revista Alerta Nacional Revista Cabildo Revista El Fortín Revista Patria Argentina Revista Verbo Ghio, M. (2000). El rito y la guerra. 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