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ÍNDICE INTRODUCCIÓN 1 CAPÍTULO I GENERALIDADES 3 CAPÍTULO II LA FE EXISTENCIAL 4 Una fe verdadera. 4 La fe es una respuesta 5 La recuperación de la fe 5 CAPÍTULO III LA RELACIÓN CON DIOS 7 Relación personal 7 La renuncia y el sufrir 7 CONCLUSIÓN 9 FICHA BIBLIOGRÁFICA 10 INTRODUCCIÓN Hablando de existencialismo en forma general, nos daremos cuenta que ⎯como la misma palabra indica⎯ es una corriente filosófica que tiende a gravitar sobre la existencia, se deslinda de las esencias, de las contingencias, de las nociones abstractas. Su interés se inclina a lo que existe, o más bien a la existencia de lo que existe. Pero su definición no se puede hacer en base all uso de la palabra “existencia” porque, si nos remontamos a la filosofía antigua, encontraremos que para Platón la existencia, lejos de enriquecer a la esencia, al actualizarla, la empobrece: para él, pasar de “lo posible” a “lo real”, es descender; vemos, pues, el antitipo de la filosofía existencialista. Siglos más tarde, notaremos que la doctrina de San Agustín es mucho menos esencialista, ya que las esencias no representan cosas y no constituyen un mundo considerado como real; son ideas de Dios, Dios que es un verdadero existente con vida personal y activa, temporalizada y encarnada en Cristo. Comparado con Platón, San Agustín es un existencialista y, como dice Paul Foulquié1: “en él podrían hallarse, como en todos aquellos que han tenido una vida personal intensa, actitudes análogas a las del existencialismo moderno, modos de existencia auténtica”. Pero Gabrielle Marcel2, advierte que “hay que guardarse de tomar el término “existencialismo” en un sentido demasiado amplio o demasiado vago, [...](de ser así) la palabra pierde toda significación precisa”. Por eso, si quisiéramos seguir el orden histórico habríamos de tratar en primer término el existencialismo religioso, pues es mucho más antiguo: Kierkegaard, no sin razón, lo hace remontar a Sócrates. Pero ese esbozo de existencialismo no ha encontrado todavía un portavoz que no ofrezca su exposición sistemática; no es sino en el filósofo danés3 que por fin encontramos las categorías decisivas y características de dicha corriente filosófica: subjetividad, existencia en su nuevo sentido, angustia, «enfermedad de muerte», absurdidad, tedio, melancolía, historicidad y libertad. Él, en su tiempo, realizó la vuelta al sujeto, al descubrimiento del «reale individuum», el sujeto concreto en su singularidad, sujeto que solo puede ser verdadera y esencialmente pensante si es existente y concreto. Kierkegaard, con justa razón, es considerado como padre de esta corriente filosófica; pues se encuentran en él todas estas características que lo distinguen a él y a su filosofía, de sus predecesores. El día de hoy, existencialismo suena como a cosa del pasado, algo ajeno que tuvo un auge a mediados del siglo XX tras las guerras mundiales y terminó desvaneciéndose. Pero no por eso deja de ser efectivo y actual. ¿En qué sentido? en que estamos viviendo ya desde hace décadas un fenómeno que ha puesto en alerta a la Iglesia: que se está quedando vacía, que mucha gente está dejando de creer. Vemos pues que está resurgiendo aquella genuina P. FOULQUIÉ, El existencialismo, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1948. G. MARCEL, Existentialisme et pensée chrétienne, París 1958. 3 Sören Kierkegaard. 1 2 1 dialéctica kierkegaardiana entre Cristianismo y Cristiandad. Esta última consiste fundamentalmente en pertenecer a una comunidad eclesial representante del «orden establecido». Es una pertenencia que no implica un modo determinado de vida: uno es cristiano porque ha sido bautizado cuando era niño, porque va a la iglesia el domingo, escucha la homilía y comulga. Pero aquello que el cristiano escucha el domingo no influye en su vida del lunes siguiente, o incluso, ni en el mismo día; la Cristiandad, dirá Kierkegaard, es una ilusión. La tarea que se propone el filósofo danés ⎯tarea que interpreta como un encargo divino⎯ será desvelar esa ilusión y ese engaño de la cristiandad, y presentar el verdadero cristianismo, que no es una doctrina para ser expuesta, sino para ser vivida. Por eso pretendo exponer el pensamiento de Kierkegaard y su celo por el cristianismo, esperando, que así como he encontrado afinidad entre su experiencia y la mía, también la encuentren los demás Es extraño pretender ayudar al cristianismo desde la filosofía y no la teología o alguna otra materia espiritual. Lo es porque existe hoy en día un cierto paradigma de que la filosofía es contraria a la fe ⎯tal como lo denuncia el Papa San Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio⎯ fruto de las influencias de los grandes pensadores filosóficos, que no por casualidad, han sido contrarios a la fe, no solo intelectualmente, sino incluso tomando acciones violentas contra ella; llámese revolución francesa, marxismo, y actualmente la ideología de género. Es por eso que, haciendo uso de la filosofía Kierkegaardiana, espero reanimar al menos un poco la esencia del Cristianismo que se ha perdido por la masificación de la Iglesia, la cual, claramente, ya no responde a la sociedad moderna, en especial a la juventud que solo ve en la Iglesia un conjunto de rituales y tradiciones que no entienden y pueden parecerle aburrido, especialmente en países primermundistas. 2 CAPÍTULO I GENERALIDADES Sören Aabye KIERKEGAARD4, nace en Copenhague el 5 de mayo de 1813; muere allí el 11 de nov. de 1855. Su padre, Michael Pedersen, comerciante enriquecido, era ya «un anciano» cuando nació él, y educó al pequeño de un «modo demasiado severo» e ideal, ejercitando la mente en los problemas más arduos de la vida, así lo evoca el mismo K., de manera poética, en el esbozo autobiográfico filosófico titulado Johannes Climacus (1840). En los primeros años y en el transcurso de los estudios inferiores, K. mostró una índole tranquila y se distinguió por su aprovechamiento en los estudios. Inscrito en la Universidad en 1830, K. no defenderá su tesis sobre el Concepto de ironía hasta 1840, por un deber filial con su padre, muerto en 1838. Mantuvo un noviazgo con Regina Olsen, de 18 años años de edad; después de un año de relaciones la dejó en 1841. Los últimos años de su vida los dedicó también a escribir contra Mynster, obispo de Seelandia, capellán de su padre, y por ello, su educador, el cual, no le defendió en una campaña de escarnio befa perpetuada por el periódico el Corsario, sino que se atrevió a humillarlo por medio de un escrito, cuando K., por el contrario, dedicaba todas sus obras al servicio del cristianismo. Vemos que al declararse como autor cristiano con sus obras busca hacer a los hombres atentos a lo que es cristiano. Para ello usa en primer lugar la comunicación indirecta, luego llega a la directa. Escribe acerca de su obra de escritor, anunciando que es su educación, que es: “estar sin descanso ante Dios”. Pero Kierkegaard reconoce que no ha estado desde el principio… plenamente ante Dios. Lo confesó en Julio de 1838: «Quiero trabajar por estrechar hasta la intimidad mi relación con el cristianismo; pues hasta ahora he luchado por su verdad, quedándome, por así decir, en el exterior»5. Para Kierkegaard, es fundamental comprender, que el pecado no atenta contra la naturaleza humana, sino que este degrada la realidad humana por falsear su relación con Dios. Esto provoca nuestra «enfermedad», la caída de nuestro espíritu, que, no pierde su capacidad de amar, sino que se desvía hacia sí mismo, se ama a sí mismo, consagrándose así en su propio fracaso o limitación. El hombre, encerrado en sí mismo, al escuchar la palabra de Dios ya no se reconoce dentro de ella, no la escucha, no obedece, y al no obedecer, no vive en la fe6. CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS DE GALLARETE, Diccionario de Filósofos, 317, Rioduero, Madrid, 1986. 5 VIALLANEIX, Nelly. Kierkegaard. El único ante Dios, 138-139. Biblioteca Filosófica Vol. 8, Editorial Herder, Barcelona, 1977. 6 Ibid. 36-39; 43-46. 4 3 CAPÍTULO II LA FE EXISTENCIAL Una fe verdadera. La verdadera fe, según Kierkegaard, es aquella que se aparta de la oferta de la razón, pues la considera como un salto a lo absurdo7 salto que nos hace entrar en la esfera de la paradoja, de lo inverosímil, donde Dios esta presente. Es precisamente a través de un “acto” de una “obra” ⎯solo a solo ante el Único⎯ que patentiza la verdadera conversión. Dicho de otro modo, hay que lanzarse, saltar, abandonar la razón que todavía nos mantiene preocupados ante la incertidumbre del absurdo8. Para el filósofo danés el querer probar la existencia de Dios es una pretensión. Siempre le ha parecido de lo más ridículo de todo. “O existe y entonces no se le puede probar; […]o no existe, y entonces esto ciertamente tampoco puede probarse”9. Solo en la monstruosa tensión provocada por la distancia del absurdo, el salto, puedo captar la única prueba del cristianismo: lo que estoy experimentando en mi existencia. Prueba patética por carecer de razón. Experiencia y no ciencia. Por eso K. evoca al celo como elemento necesario para hacerse creyente, pero dirigido a Dios, a la fe en el Único, no como el existencialismo ateo que lleva casi al suicidio en cada búsqueda del “vértigo de los posibles”10 asi lo expone “Mario, hijo mayor de Nacho y Concha, a sus 19 años se juega la vida en carreras con motos potentes, drogándose con ácido, participando en manifestaciones violentas, jugando con el revólver a la ruleta rusa; no por un espíritu deportista o por demostrar su hombría, sino por algo más simple y más hondo: porque veía en él la única solución para cobrar conciencia de que era él quien se daba la vida, la existencia ⎯pues se sentía esclavizado a tener que vivir, porque lo habían “determinado sus padres”. Echando la vida por la borda, si la recuperaba, era volver a vivir, pero ya por un acto propio. Podía decirse en adelante, a sí mismo, que si existía era gracias a él”11 Al contrario, como Job que abandona lo probable y la razón para confiar solamente en Dios, o como Abraham que con temor y temblor subió las pendientes del Moria. Ellos nos muestran la experiencia del “creer”. ¿Pero qué nos pasa? ¿qué es lo que nos hace negar que Dios exista? El sufrimiento y la muerte. Porque necesitamos seguridades físicas; sólo no interesa un Dios que esté a nuestro sevicio, que nos dé la felicidad que queremos y ahora mismo. Queremos entender muy bien todo con nuestra razón. Ninguno nos abandonamos al plan de Dios: ésta es nuestra realidad de pecado. A lo que no se puede concebir, lo que no puedo resolver Ibid. 47-51. 9 cf. pie de página 21, Ibid. 51-53. 10 Situación de absurdo ante la cual, con temor y temblor, tengo que decidirme (creer) y actuar, abandonando la incertidumbre inacabable de la razón. El absurdo tiene que comprenderse como la paradoja: lo que e contrario a la opinión común, lo inverosímil. (VIALLANEIX, Op. cit., 40;81) 11 DE CASTARLENAS, A. Rubio., 22 historias clínicas ⎯progresivas⎯ de realismo existencial. 3a Edición, Edimurtra, Barcelona, 1985, 69-70. 7 8 4 La fe es una respuesta Kierkegaard advierte, no con desatino, que primeramente es necesario tomar aliento para “franquear el paso de la fe”, de lo contrario la elección “se queda en el aire, es pura realidad sin futuro”. Y ¿de qué aliento está hablando? del asombro profundo y apasionado que genera el primer movimiento: la «obediencia», fruto de la llamada al «seguimiento»12 a la luz de la Palabra, que se convierte en lámpara para nuestros pasos13. En esta relación directa con un amor más fuerte que el pecado, es Dios quien causa en nosotros el querer y el hacer, según su beneplácito14. Con el viejo deseo escolástico de escalar el cielo a fuerza de méritos, sucede lo mismo que con el que quiere alcanzarlo a fuerza de pruebas racionales, porque Dios no es ni un conferenciante, ni un profesor de sabiduría. Acordémonos de la pregunta de Pedro a Jesús: «¿Y a ése, Señor, qué le pasará?» La respuesta acaba con falsas preguntas, con las vanas escaladas: «¿Qué te importa? Tú, sígueme»15. La fe no tiene nada que ver con el genio. Está al alcance de todos. Basta con ponerse ante Dios, para ofrecerle su respuesta, como el niño que entrega a sus padres el mismo regalo que había recibido ya de ellos. La recuperación de la fe “Tengo que empezar a amar a Dios. Y, sin embargo, mi opción no es mas que una respuesta, por el hecho de que Dios, me ha amado primero”16. Ésta es la dialéctica del nacimiento de la fe. Pero no basta con empezar. Hay que continuar. Hay que repetir. Por eso K. utiliza una nueva categoría: «recuperación»17. La recuperación implica un esfuerzo por mantener la continuidad del creer a través de la discontinuidad de los diversos instantes del tiempo. Es la vida de la fe en la temporalidad, que a cada instante, exige la valentía de rehacer el movimiento religioso, el salto de fe. Por ello K. hace del concepto de recuperación la categoría religiosa por excelencia. Creer no es un estado, es el mismo movimiento de pulsación de la vida cristiana. Nunca se es cristiano del todo: lo que es cristiano es «ir haciéndose cristiano»18 por medio de actos nuevos que recuperen una decisión inicial, la fe, creer. Dicha recuperación, tiene como principio la escucha19 de la palabra de Dios; pues el cristiano «se refiere, no al razonamiento, ni a la duda, sino a la voluntad y a la obediencia: tienes que Dietrich Bonhoeffer, en su libro El seguimiento, nos muestra espléndidamente las implicaciones del mismo, siendo la «obediencia» el acto de creer. 13 Sal 118, 105 14 Flp 2, 12-13 15 Jn 21, 21-22 16 N. VIALLANEIX, Op. cit., 88 17 La recuperación no es simple y apagada repetición⎯señala Viallaneix⎯, fruto del instinto de la muerte, mero retorno a lo mismo, que deja pensar que la fe es un estado, y el cristiano un hombre instalado en confortables certezas (N. VIALLANEIX, Op. cit., 89) 18 Así como Abraham emprendió la marcha y fue conociendo a Dios en el transcurso del camino; así como el pueblo de Israel, en el éxodo, aprendió a creer. 19 La relación verbal que en Cristo, Dios establece con nosotros, implica también una relación auditiva. Oír también consiste en conocer el sentido de la palabra del que habla, en entender, en todos los sentidos del término.. 12 5 creer»20, creer en el milagro, en el cumplimiento de la palabra de Dios. Pero Cristo dispone las cosas de manera opuesta, dice K.: «primero viene la fe que cree en los milagros, que cree porque ve los milagros21; y después, la que cree aunque no se produzca ningún milagro». Kierkegaard comparte uno de los milagros que más le marcarían en su vida. Experimentar la Gracia: «19 de mayo de 1838; las diez y media de la mañana. Se da una alegría ‘indescriptible’, que os embarga totalmente, de una manera tan inexplicable como surge, sin motivo, la exclamación del Apóstol: “Alegraos, os lo repito: alegraos.” No una alegría por esto o por aquello, sino la superabundante proclamación del alma con la lengua y la boca desde el fondo del corazón: “Me alegro de mi alegría, en, con, sobre, por, cabe mi alegría.”» KIERKEGAARD, 1847 (Citado por N. Viallaneix, Op. cit., 91) Por eso cuando se experimenta la gracia, ese primer encuentro con el amor de Dios, se empieza a gestar la “primera fe” porque ha presenciado el milagro. 20 21 6 CAPÍTULO III LA RELACIÓN CON DIOS Relación personal Kierkegaard advierte que no se puede hacer una imagen demasiado dulce de Dios, como si fuera un buen anciano con quien todo se arregla charlando. Si creo que «con caricias y melindres» puedo acercarme a él, me equivoco totalmente. «¡Tonterías! [...]para amar correctamente a Dios, hay que temerle!»22. «Sin embargo, ese terrible soberano es mi padre, sí, mi padre.». La fe es, para él, una perpetua puesta a prueba de nuestro amor y de nuestra obediencia, porque, la imitación no es más que la respuesta de la fe al amor gratuito del Señor. A través de la Palabra23 Dios habla... «Dios ‘me’ habla. [...]pero, para que que su voz pueda resonar en mi existencia, pura y clara, es necesario también que, por mi parte, preste atención. Soy yo quien tiene que oír, yo solo. Nadie puede hacerlo en mi lugar, ni en mi nombre. No puedo escuchar con el oído de otro porque, escuchar, supone una relación concreta, actual, entre el que habla y el que escucha.»24 Por eso Kierkegaard subraya que el dios de los filósofos y sabios, no está unido a mi persona por ningún vínculo, «[...]por el contrario, el cristianismo es una comunicación», que exige una relación de personalidad a personalidad entre creador y creatura25. Así, la relación verbal, concreta que Dios establece conmigo es una relación dinámica, que asegura la circulación de la vida desde él hasta mí, y que, gracias a ella, recibo la vida, el movimiento y el ser.26 Cada uno de nosotros tiene que desarrolla este oído espiritual que se parece al oído del amante, que esencialmente solo escucha una voz: la del amado. La renuncia y el sufrir Kierkegaard reconoce que el seguir a Cristo es optar por sufrir. Renunciar al mundo, viviendo en el mundo: fuente perenne de conflicto. Es el sufrimiento lo que le predispona a la acción religiosa, pues el cristianismo es la verdad sufriente. Sin embargo, cristianismo y dolorismo no se deben confundir. Sufrir con paciencia, resignarse a la manera estoica, de ningún modo es lo específico del cristiano, sino escoger libremente el sufrimieno, por Cristo: “¡esto es lo cristiano!”27 Esto es un escándalo para el mundo porque, ante los acontecimientos de muerte28, de sufrimiento, renegamos de Dios, nos olvidamos de Él e intentamos salvarnos por nuestra cuenta, refugiándonos en nuestros ídolos. Pero frente a la cruz29, Jesús no ha dudado: la cruz que le ha preparado el mundo no la ha rechazado. No ha pedido segurirades a Dios, ni signos. N. VIALLANEIX, Op. cit., 95. La sagrada escritura. Por eso la mayúscula. 24 N. VIALLANEIX, Op. cit., 31. 25 Ibid. 32 26 Hch 17, 28 27 N. VIALLANEIX, Op. cit., 141. 28 Muerte óntica, muerte del ser. No la corporea. 29 La muerte, el sufrimiento, en función de la salvación. 22 23 7 En la cruz ha visto el cáliz que su padre le había preparado. Cuando pedro le dice: a ti no te mata nadie, responde: Apártate de mi Satanás. Por eso para K. el sufrimiento es el signo de la relación con Dios, el signo de su auténtico seguimiento pero, sin embargo, nunca tiene que ser en sí mismo el telos. He aquí dos reglas que propone: “1.o Nunca pedir el sufrimiento… Si uno desdea el sufrimeitno, es como si quisiera hacerse dueño de adivinar esto tan terrible de que justamente el sufrimiento es el signo del amor de Dios. Sólo puede hacerlo el espíritu. 2.o Arriesgarse, pero no hasta el punto de excluir toda posibilidad de salir30 del percance.”31 Él mismo continúa señalando que se distingue varias etapas, o evoluciones, en este hacerse cristiano. Primero, el hombre se relaciona con Dios como un niño pequeño con sus padres; Dios es entonces esa especie de amor que… da buenos regalos. Pero, en el amor, Dios quiere educar y desarrollar al hombre. Viene el tiempo de la madurez. Entonces Dios exige una forma más alta de amor, para que sintamos el parentesco real con él. Para ello, hay que morir al mundo. Se comprende que el Espíritu Santo se llame el Consolador. 30 31 Así como Jesucristo se escabuyó de entre la multitud que queríán despeñarle. N. VIALLANEIX, Op. cit., 141. 8 CONCLUSIÓN Ante la descristianización y la crisis de fe que se vive en estos tiempos, se abre un camino que lleva a la fe adulta, el cual, transitado a la luz de nuestras situaciones concretas y particulares, llegará a buen fin gracias a los señalamientos que este filósofo dejó. Aunque Kierkegaard no sea un filósofo contemporaneo y su iglesia militante no fuera la nuestra, no podemos negar que la asentuación en la existencia, la insistencia en la obediencia, y su cristiana convicción, son de gran provecho para nuestra formación humana y religiosa. El cimentar su existencia en Dios, y escudriñarla en base a Él, permite que sus ideas y escritos se actualicen, porque así como Dios interviene en nuestras vidas, también se renueva por amor a nosotros, y lo hace en lo particular de nuestra existencia. 9 FICHA BIBLIOGRÁFICA AA.VV., Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, S.A, 1998. CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS DE GALLARETE, Diccionario de Filósofos, Rioduero, Madrid, 1986. DE CASTARLENAS, A. Rubio., 22 historias clínicas ⎯progresivas⎯ de realismo existencial. 3a Edición, Edimurtra, Barcelona, 1985, 69-70. G. MARCEL, Existentialisme et pensée chrétienne, París 1958. P. FOULQUIÉ, El existencialismo, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1948. VIALLANEIX, Nelly. Kierkegaard. El único ante Dios. Biblioteca Filosófica Vol. 8, Editorial Herder, Barcelona, 1977. 10