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EL NEOBARROCO COMITÉ EDITORIAL índice Directora Carmen Berenguer EDITORIAL Editor Alberto Moreno LOS NEOBARROCOS • JOSÉ KOZER • REYNALDO JIMÉNEZ • EDUARDO ESPINA • ROGER SANTIVAÑEZ • ROBERTO ECHAVARREN R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O Producción CRANN Editores SECH contacto@sech.cl +562 2634 7834 Facebook & Twitter: @sechoficial www.sech.cl POETAS CUBANOS • • • • • DIRECTORIO SECH 2020 4 Foto Portada: Carlos Jerez 8 12 14 15 16 Roberto Rivera Vicencio Presidente Isabel Gómez Muñoz Vice presidenta María de la Luz Ortega Secretario General César Millahueique Tesorero David Hevia Pro-secretario Directores: Raúl Zurita Carmen Berenguer Naín Nómez Cecilia Almarza Gregorio Angelcos Manuel Andros Se autoriza la reproducción total o parcial del contenido gráfico y editorial de esta publicación citando su fuente, institución y casa editorial. PRESENTACIÓN DE MARÍA ISABEL GÓMEZ ALBERTO MARRERO RITO RAMÓN NICOLÁS PADRÓN CARLOS ESQUIVEL 20 21 21 23 24 EL BARRIOCO • • • • • • • • • • • • SAMUEL IBARRA MAURICIO TORRES PAREDES ANGÉLICA GONZÁLEZ GUERRRERO JAVIER BELLO SOLEDAD FARIÑA FRANCISCO LEAL JORGE CID MARCELO ARCE GARÍN GLADYS GONZÁLEZ HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS CLAUDIA POSADAS RAÚL ZURITA DOSSIER VISUAL 27 29 32 34 37 39 41 44 45 47 51 53 63 ENSAYO • • • • • • LA TRILOGÍA DESLENGUAJE DE EDUARDO ESPINA, POR ENRIQUE MALLEN ZEN, HACER POEMAS, JOSÉ KOZER PEDRO LEMEBEL: CODIGOS CULTURALES, PERFORMANCES Y PORTADAS, POR JUAN GABRIEL ARAYA & ALEXANDRA NOVOA CONFIGURACIÓN NEOBARROCA Y POESIA DEL LENGUAJE, POR ENRIQUE MALLEN INCERTIDUMBRE, MUERTE. NEOBARROCO, POR SOLEDAD CHÁVEZ FAJARDO ENRIQUE LIHN, CREADOR SUBLIME, PRODUCTOR INAGOTABLE, POR ALBERTO MORENO EN ESTA EDICIÓN 86 92 96 102 110 117 125 R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O POESÍA Director de Arte Gabriel Valenzuela CRANN Editores contacto@crann.cl +569 74099 9953 www.editores.crann.cl 3 5 R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O Cuando me pidieron volver a escribir sobre poesía neobarroca estábamos inmersos, en Chile, en las revueltas de octubre. En ese momento, yo no tenía cabeza nada más que para la revuelta, por lo que fui posponiendo mis lecturas y reflexiones, inmersa en lo neobarroco, neobarrococó y neobarroso de las calles, de las protestas, del arte efímero de la denuncia. ¿Acaso la revuelta no tenía ese halo neobarroco? El caos como producto de dar con una certeza, esa de que Chile había despertado, pero no se le dejaba despertar y se le mutilaba y silenciaba; mas el discurso, variopinto, disparatado, afloraba y proliferaba. Sí, como primavera en el ojo de un micólogo: nuevo, extraño, alienado, lisérgico, soberbio. Sí: maravilloso y horroroso. En efecto, la premisa de Jameson respecto a la experiencia posmoderna que conjuga júbilo y terror y que Rojas atrajo al neobarroco, se concretaba en la revuelta. Sí, estábamos en las calles, en las protestas: llenos de dicha y aterrorizados, con la felicidad de despertar, con el horror de ver la tortura y represión. Kozer mismo, al describir el tropos fundante de la poesía del neobarroco, más que metonimia o metáfora, se quedó con el anacoluto, puesto que el sistema de expresión con sus cambios bruscos se vuelve insuficiente, como insuficiente es el solecismo. Así lo constatamos, a su vez, en el contexto que estamos viviendo: tiempos abruptos, bruscos, entrecortados. Justamente, las reflexiones acerca de la escritura neobarroca bien podían caracterizar lo que se vivió por casi cinco meses en Chile, pues las textualidades reflejaban una “escritura abierta, influenciable, fluctuante y hecha al meandro” escritura que “procura pliegues y repliegues, vórtices y vértices, y se sabe siempre cercana al espanto del borde”, como describió Kozer su propio trabajo en una entrevista. 110 Incertidumbre, muerte. Neobarroco. Soledad Chávez Fajardo Sin embargo, estos tiempos vinieron a complementarse con la catástrofe que se instaló desde marzo toto orbe. En efecto, con la llegada de la pandemia y la reclusión, la idea de sentarme y volver al neobarroco se tornó algo necesario, urgente. Una vez más, había mucho de barroquismo con la llegada del virus, mucho de lo abrupto y brusco que hablaba Kozer. Pensaba, por ejemplo, en las epidemias del XVII y XVIII y la peste en Andalucía, norte de Italia, Londres o Viena y en las piezas barrocas relacionadas con la danza de la muerte. Con este tinglado, era inevitable dar un salto temporal y pensar en la poesía neobarroca e imaginarme cómo se puede manifestar este momento en dicha pluma. Pensé, para ello, en cartografías críticas, como Latinoamérica o Estados Unidos. Pensé, en reducción, en dos poetas latinoamericanos neobarrocos que habitan ese crítico espacio estadounidense: José Kozer y Eduardo Espina, una vez más. Ne-no-barroco o barrococó, como lo prefiere llamar Espina (más que nada porque el rococó representa lo espurio de la historia “el iterativo desecho visual de la realidad” como lo describe. Tan de los tiempos ¿No?). Lo actual, en rigor, es uno de los reclamos de la poesía neobarroca; más que más, las bases teóricas, los prolegómenos de esta tradición discursiva, la neobarroca, (pienso en Sarduy, sobre todo) se relacionan directamente con lo que acontece en el contexto. En efecto, el presente, el ahora mismo es una de las constantes en el textualizar neobarroco. A propósito de esto, siempre me viene a la mente esa afirmación de Kozer en una entrevista: “Yo quiero comer presente. Sólo quiero estar compuesto de presente”, justamente por esta razón, por la urgencia de la actualidad. Una actualidad que demanda muchísimo, por lo demás. A propósito de esto, Espina, en línea con la postura contextual extrema que le debemos a Sarduy y, cómo no, a la Escuela de Viena en la historia del arte, insistía en que los acontecimientos que nos llueven en la modernidad de las comunicaciones hacen que uno “vea más”. En efecto, el poeta neobarroco se acoge “plegándose a la multiplicidad y al simultaneísmo actual (histórico) de una sociedad de rápidos cambios” nos describe Kozer. Por lo mismo, el poema resultante está lleno de realidades diversas dándose a la misma vez y sin parar de ocurrir, como lo explica Espina en esa suerte de manifiesto del 2015. Por lo mismo, no dejaba de preguntarme: ¿Qué diablos estarán escribiendo Kozer y Espina hoy por hoy? ¿Cómo se perciben estos tiempos en sus textualidades? Justamente, es poetizar en y con un mundo abrumado y abrumador, como lo caracteriza Kozer. Pensé, apriorísticamente, en una sola palabra clave: la muerte, la muerte que acecha, que se instala, que se impone. Más la muerte que la enfermedad en sí, en rigor. La fatalidad de la que hace referencia Rojas cuando reflexiona acerca del barroco; fatalidad, porque escapa a la razón humana. ¿Cómo lo hacen estos poetas neobarrocos con los eventos que estamos viviendo hoy por hoy? Para ello, quiero tomar tres poemas para reflexionarlos, saborearlos, deglutirlos: “Danza macabra” y “Tiempo anterior” de José Kozer y “Objetos sin consecuencias (Algunos de los años inaccesibles a la duración)” de Eduardo Espina. A los dos les comenté que quería escribir sobre su poesía en estos tiempos y me compartieron estos poemas. Quiero hacer una referencia panorámica de los poemas: por un lado, Kozer, en “Danza macabra” nos contextualiza de una manera directa el tema de la muerte en el contexto actual en un tono de sátira menipea (muy de Kozer, dicho sea de paso) muy, incluso, en la veta rabelesiana, por eso de partir con la muerte de una reina por el virus (“la afección pulmonar”) y la descripción detallada de lo que implica la muerte en el ápice de la estructura piramidal y su repercusión en la sociedad misma. En todo ello se concluye la imposibilidad de una muerte de lujo. En “Tiempo anterior”, el sujeto de la enunciación ve la muerte, inevitable, acercándosele. La descripción de los hechos fisiológicos, muy en la línea kozeriana, se organizan y describen cómo es el ocaso, ocaso físico. A su vez, se repiten tópicos kozerianos, como traer el paraíso a la realidad y esta se traduce en su hogar, en su mujer, en la cotidianeidad con ella. ¿Qué pide? Pues más tiempo, más tiempo para seguir en esta realidad. Por otro lado, Espina, desde un tiempo hasta ahora es condescendiente con el pobre lector y nos entrega pistas, fuera del título, en pies de página, como en “Objetos sin consecuencias”. Allí, en efecto, nos contextualiza de qué va el poema. “Objetos R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O E N S AYO 111 112 sin consecuencias” es parte, dentro de la poesía espiniana, de los que yo llamo elegías a los progenitores (hay un fuerte efecto, en el poeta, del fallecimiento de sus padres, que se puede ir rastreando en poesía y en reflexiones en su trabajo como periodista. Una tradición discursiva elegiaca rica en aristas y matices, porque la muerte de ambos ha repercutido en el poeta uruguayo; bueno, en muchos poetas neobarrocos). En “Objetos sin consecuencias” la reflexión en torno a la muerte de la madre se centra en un evento en especial: el regreso del hijo al que fuera el hogar de la madre. Sus cosas, por un lado, toman un especial protagonismo y, por otro lado, el recuerdo de una de las últimas conversaciones que ambos tuvieron antes del fallecimiento de ella, conversación que toca directamente el tema de la trascendencia, del paraíso, de la existencia de Dios. Esto, en resumidas cuentas. Así, en síntesis, una somera descripción de los poemas de los que, claro está, se puede reflexionar más, mucho más. Justamente, queremos detenernos en algunos aspectos que se han mencionado como característicos, fundantes o determinativos de la poesía neobarroca y poder graficarlos con estos poemas, de estos tiempos. 1. Indefinición como definición. En los tiempos actuales, gracias a las nuevas modernidades, el ser humano se ha entrenado para “ver más”, nos dice Espina (sí, el “método Ludovico” que vemos en A Clockwork Orange se ha transformado en lo usual; entre el zapping y el bombardeo de información en las redes sociales y en la red misma). Es la proliferación simultánea, de una escritura insaciable, que bien describe Kozer en sus notas respecto a la poesía neobarroca. En esta dinámica es imposible determinar qué es lo específico, puesto que son muchos los elementos que rigen la cotidianeidad. En esa linealidad dispersiva, la poesía neobarroca presenta su unidad en la fragmentación “en las lecciones de distracción carentes de objetividad”. Por ello, siempre digo, leer un poema neobarroco es desenredar (solo si uno quiere) la trama de un ovillo enrevesado. Queda, entonces, la indefinición como un claro ideologema; indefinición que nos refleja el objetivo de la danza macabra en el poema de Kozer, objetivo como una cadena de descripciones que parten con la muerte del ápice de la pirámide social (la reina) para concluir: “que después/ de todo y sobre todo/ al final no hay muerte/ de lujo”. Indefinición que nos queda clara, en el caso de “Objetos sin consecuencias”, al poder ir reordenando las temáticas que se entretejen en el poema (como suele suceder con la poesía de Espina), que van desde las reflexiones metalingüísticas, pasando por las pinceladas a las memorias de la madre, las cosas de esta, reflexiones sobre el tiempo, la muerte y la trascendencia. 2. El paisaje de la sintaxis. La indefinición se traslada a la lengua neobarroca en lo que sería un acto de liberación lingüística, algo en lo que insiste mucho Espina. Esto se traduce en que la lengua se libera “de cualquier responsabilidad comunicacional inmediata”; justamente, porque se juega en otra dinámica, con otras reglas del juego, con E N S AYO otras temporalidades. En el poema de Espina, por ejemplo, metalingüísticamente se reflexiona en el léxico: “a las palabras, /una manera de ser para que los nombres puedan. / Se hacen las distraídas/ Son en ocasiones anónimas un sinónimo, un/clima desconocido tal cual al Sur quiso serlo”. Se revisita el poder del léxico por sobre codificaciones: “a pesar de que el diccionario trate a la suerte / como una palabra con la misma suerte que / las demás”. Cada vez se patentiza más esa queja nietzscheana respecto al logos, insuficiente para lo que se siente: “A menudo es el idioma el rumbo a imitar / cuando el espíritu pregona y qué importa / despertar junto a los puntos suspensivos. / Solos porque pueden los nombres llaman, la invisibilidad jamás termina por entero”. Justamente, para gozar, en la lectura, hay que tomar en cuenta el cantar de la sintaxis del poema neobarroco, “su paisaje” como lo describe Espina en el manifiesto. Un paisaje como el que nos regala Kozer, en “Tiempo anterior”: En sus últimos años se propuso, irrisorio, estudiar el Tiempo, los campanarios, tañer las horas bobas del día, y ahora que es una antigualla, en este mundo digital, cada vez menos vegetal, la flor es imagen virtual, lo vemos sumirse entre relojes de sol, sombras de agua y arena, relojes de vela, llega la noche, otro día termina, horarios, sonería, quizás fueran eslabones. ¿Cómo se traduce esto, entonces? Pues en una escritura de la desmesura. 3. Lector superado. ¿Qué sucede con el receptor en este caso? ¿Qué hacemos con un lector de poesía neobarroca? Pues se apela a su atención, rebasándola. Se apela a su atención abrumándolo, asombrándolo, agotándolo, saturándolo. No es fácil, de hecho, leer y digerir a un neobarroco. ¿Cuál es la premisa con este estado de la cuestión? La premisa es que el lector no deba sentirse reconfortado al leer un poema neobarroco. No hay, las más veces, un solaz característico como en la estética clásica. ¿Qué se busca, por lo tanto? Se buscan nuevas lógicas de lectura, nuevas maneras de poder hacerse de un armazón con lo que el poema nos va entregando. En la dialéctica de la poesía neobarroca, creo, el espacio estético con el que uno se suele refocilar, complicar, alterar, maravillar, asombrar es insuficiente. En efecto, no basta con ello y se requiere, cual juego hegeliano, del salto que va de lo estético a lo general (el general hegeliano, insistimos). Pero una generalidad otra, nueva, la que, si bien toca y expresa el contexto, va por otras lindes, por otras vías, absolutamente revolucionarias. 4. Subjetividad exacerbada. Hay, por lo demás, una crisis con la intimidad en estos tiempos, algo que, si bien se toca y se expresa en un poema neobarroco, se ha transformado en una entidad nueva, inquietante, desdoblada. La subjetividad se acrecienta y se desborda, por lo que pasa a ser sujeto, por ejemplo, la cosa, el reflejo de la cosa o la sintaxis misma. En “Objetos sin consecuencias”, Espina –repito– amistoso con el lector, entrega una pista en uno de los pies de página: a dos años del fallecimiento de su madre, el poeta volvió al apartamento que ella habitó hasta el final de sus días y las cosas estaban intactas, desde esa mañana en que fue al hospital para no volver. Uno de los motivos del poema es, justamente pensar en la procedencia de las cosas de la madre “de dónde habrían venido, porque nada se salva de tener un origen”. Es la imposibilidad, entonces, de que la cosa, en metonimia, hable por la madre: “Pensé en cómo incluso luego de pasar tantos años acompañándola seguían sin poder decir, quise saber quién se los habría regalado, cuándo, en qué época anterior”. El poema, en parte, consiste en ello, un duelo, un duelo a partir de lo cósico, da cuenta del peso de la ausencia: “Y aquel florero, que jamás pudiste saber / quién debió habértelo regalado ni cómo / pudo ponerse de acuerdo con el pasado / para empezar su ciclo entre los claveles: / el olvido amenazado por una flor de más”. ¿Realmente esto es lo que importa? Sí y no, claro está. Comulga el poema con las premisas neobarrocas: “la vida convertida en la quietud de los objetos / aproximados que más o menos bien vieron al / viento, los que fueron de mi madre mirando a /quien sabe qué parte cuando también estuvo”. Justamente, la cosa y la persona; uno y no uno a la vez (esto me recuerda a Nāgārjuna, pero ¿Acaso no hay mucho del camino medio en la lógica neobarroca?). Las cosas llevan al recuerdo de los últimos días con la madre: “a las / cosas las salva la vez que alguien las vio solas. / Según los temperamentos, primero hablaron / de la pérdida, después, de la penúltima tarde”. Por otro lado, en “Tiempo anterior”, la descripción ansiosa, detallada, agolpada se dispone de dicha manera solo para dar cuenta del paso del tiempo y que el lector, asfixiado, lo constate: y cefalalgia, péndulo }y desequilibrio, el cuerpo tropieza consigo mismo, hilo, vive el viejo en un hilo, al filo, una pendiente: pendiente vive el anciano de un traspiés no vaya a ser que, y, el golpe sería seco, la costilla (se sobreentiende la que Adán el Amoroso por vía divina entregara a Eva) pitos, flautas, serpentinas, se quiebra Es, justamente, ello: vivir en y por cosas, sensaciones, proliferaciones, lo que puede estar sintiendo el otro. 5. Intimidad/Exposición. Con este estado de la cuestión, en el sujeto de la enunciación neobarroco es difícil hablar de una intimidad, tal y como suele entendérsela. La muerte de los seres queridos, por ejemplo, no genera la versión sentimentalista clásica de la pérdida, el duelo y el luto. Para nada. Esta de deconstruye y se proyecta de las más impresionantes formas y maneras Ha sido un tema tratado en un buen número de casos de poetas neobarrocos. En “Objetos sin consecuencias”, de hecho, por la relevancia que cobran los objetos y la historia de estos, ahora en ausencia de su dueña, se pregunta el sujeto: “¿Valdría la pena un plan implacable para decirles de la ausencia infinita de dueña?”. Por otro lado, la coprofilia, otro aspecto que expone al sujeto neobarroco, se trata en “Tiempo anterior”. El recurso del cuerpo mismo del sujeto (muy kozeriano) revela las intimidades en pos de dar con el prisma completo del estado de la cuestión: Todo se aleja, brota […], otro derrumbamiento óseo, otro penar cardíaco, el dolor del costado era de un flato atravesado (atarugado) no se da para sustos: de momento no hay obstrucción mental (intestinal) […], […], el flato sale disparado, se relaja el vientre, por contracción el esfínter vuelve a su condición: y el vejete pancho y ancho se dispone a cumplir cien años haciendo calistenia, […]. La finalidad, intuyo, es proponer una nueva ontología, en donde la tristeza, la lástima, la victimización, la culpa y tantos aspectos y comportamientos tan propios del hombre moderno se revisiten críticamente y se superen. Ahora quedan los conceptos (vejez, muerte, trascendencia) como celdas vacías, prestos a ser contenidos nuevos, revisitados. Maravilla. 6. Colofón: de la trascendencia. Empero, y aquí lo interesante de todo, se llega a una antesala de lo religioso, mas desde una óptica crítica. El segundo pie de página de Espina nos expone una escena estremecedora: un diálogo con la madre antes de fallecer ella “¿Vos crees que hay cielo?”, le pregunta ella. Lo que conlleva estos versos: “¿Le daremos a la espera algún más allá?/ ¡Son tantas las R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O E N S AYO 113 114 E N S AYO preguntas del país tardío!/ Pocos martes antes de que fuese el final/ la forma para no dejar a la muerte fuera/ preguntaste, porque podías, habrá ¿cielo / o sol desierto lejos de los ojos donde ver/ luego de haber ido para durar diferente?”. Uno recuerda, de hecho, al leer estos poemas, las reflexiones de Kierkegaard, quien en Temor y temblor explicitaba que la fe no es un movimiento estético, sino que pertenece a un estadio más elevado. Pero ¿qué es tener fe? ¿cómo es un hombre de fe? Kozer podría caber perfectamente en lo que es un hombre de fe tal y como lo describe Kierkegaard, mas en estos tiempos, con otros requerimientos y condiciones. El hombre de fe es quien disfruta de cuanto contempla, pues todo solicita su atención. El hombre de fe sabe muy bien lo que hace y por qué lo hace y “cada vez que se le ve intervenir en lo particular lo hace con esa tenacidad que es más bien típica del hombre mundano cuyo espíritu está apegado a semejantes cosas cismundanas” nos describe el danés. De hecho, esa mundaneidad en Kozer, aún crítica, aún compleja, no hace más que enfatizar esta realidad y cantarla. Cantarla aunque se esté yendo al carajo. Kierkegaard termina de caracterizar al hombre de fe como aquel quien incesantemente hace el movimiento del infinito, pero lo lleva a cabo con una corrección y una seguridad tal que expresa siempre lo finito sin que por un solo instante deje entrever la existencia de otra cosa. Es ese el quid del hombre de fe: expresar a la perfección lo sublime en lo pedestre. Y aquí la jugada maestra del poeta cubano: la trascendencia aquí, pues para Kozer el Paraíso está aquí, en casa, con su mujer: imaginando que está en el Paraíso la casa y su mujer es la Resurrección. E, insisto, hay un halo de infinitud, de sublimidad en la escritura y la lectura kozeriana inédita (la nueva fe que la llamo). Mas por su elevación, la fe debe ir precedida de la resignación. Nos detenemos en este estadio, el de resignarse, porque el hacerlo, y en esto seguimos a Kierkegaard una vez más (llama Kierkegaard en estos tiempos y llama mucho), no se requiere de fe alguna: es producto de un movimiento que se da cuando el mundo desborda al hombre. En esto traigo de nuevo a Espina, su pie de página y el diálogo con su madre. El hijo, a la pregunta de la madre, acerca de la existencia del cielo, le contesta: “Será tal cual te lo imagines, y algún día ahí te veré”. En efecto, el poema insiste en ello: “Es tan sencillo como llegar: por creer / en la otra vida, esta hace que existe.”; “Tan simple como traer a Dios a los días, / como decirle al silencio que más quiso”; “El catolicismo sirve para que el cielo exista en quienes algún día podrán ir”. Creo que allí radica el vaivén en los tiempos de catástrofe: o aferrarse a los paraísos (escasos) que hay en la tierra o resignarse y creerse una salvación: “El problema, Mamá, es la abstracción, / la fe en cimas inciertas convertidas en/ religión, en tan mal intento de ateísmo/ a cambio de la primera piedra por tirar, / del yo moribundo pidiendo ayuda vivo”. Y la incertidumbre por encima de todo y todos, lo que aún no puede ser respondido: “Si algo queda para ser desconocido,/ en el Cielo las cosas podrán decirlo,/ las palabras, escribirse unas a otras.” Queda neobarroco para rato y, creo, ayuda mucho para sobrellevar las catástrofes y las incertidumbres. R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O R E V I S TA S I M P S O N 7 | N U M E R O C UAT R O E N S AYO Referencias bibliográficas 115 Arcos, Jorge Luis. 2005. “Lo hermoso fluye sin espacio. Entrevisto a José Kozer”. Encuentros, pp. 24-34. Espina, Eduardo. 2015. “Neo-no-barroco o barrococó: hacia una perspectiva menos inexacta del neobarroco”. Revista Chilena de Literatura 89, pp. 133-156. Kierkegaard, Soren. 2012 [1843] Temor y temblor. Madrid: Luarna. Kozer, José. 2015. “Nota para una cierta poesía latinoamericana actual”. Revista Chilena de Literatura 89, pp. 305-307. Rojas, Sergio. 2016. “Sobre el concepto de neobarroco”. Revista de Teoría del Arte 11, pp. 21-39.