EL NEOBARROCO
COMITÉ EDITORIAL
índice
Directora
Carmen Berenguer
EDITORIAL
Editor
Alberto Moreno
LOS NEOBARROCOS
•
JOSÉ KOZER
•
REYNALDO JIMÉNEZ
•
EDUARDO ESPINA
•
ROGER SANTIVAÑEZ
•
ROBERTO ECHAVARREN
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Producción
CRANN Editores
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POETAS CUBANOS
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DIRECTORIO SECH 2020
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Foto Portada:
Carlos Jerez
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Roberto Rivera Vicencio
Presidente
Isabel Gómez Muñoz
Vice presidenta
María de la Luz Ortega
Secretario General
César Millahueique
Tesorero
David Hevia
Pro-secretario
Directores:
Raúl Zurita
Carmen Berenguer
Naín Nómez
Cecilia Almarza
Gregorio Angelcos
Manuel Andros
Se autoriza la reproducción total
o parcial del contenido gráfico
y editorial de esta publicación
citando su fuente, institución y
casa editorial.
PRESENTACIÓN DE MARÍA ISABEL GÓMEZ
ALBERTO MARRERO
RITO RAMÓN
NICOLÁS PADRÓN
CARLOS ESQUIVEL
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EL BARRIOCO
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SAMUEL IBARRA
MAURICIO TORRES PAREDES
ANGÉLICA GONZÁLEZ GUERRRERO
JAVIER BELLO
SOLEDAD FARIÑA
FRANCISCO LEAL
JORGE CID
MARCELO ARCE GARÍN
GLADYS GONZÁLEZ
HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS
CLAUDIA POSADAS
RAÚL ZURITA
DOSSIER VISUAL
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ENSAYO
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LA TRILOGÍA DESLENGUAJE DE EDUARDO ESPINA, POR ENRIQUE MALLEN
ZEN, HACER POEMAS, JOSÉ KOZER
PEDRO LEMEBEL: CODIGOS CULTURALES, PERFORMANCES Y PORTADAS,
POR JUAN GABRIEL ARAYA & ALEXANDRA NOVOA
CONFIGURACIÓN NEOBARROCA Y POESIA DEL LENGUAJE, POR ENRIQUE MALLEN
INCERTIDUMBRE, MUERTE. NEOBARROCO, POR SOLEDAD CHÁVEZ FAJARDO
ENRIQUE LIHN, CREADOR SUBLIME, PRODUCTOR INAGOTABLE, POR ALBERTO MORENO
EN ESTA EDICIÓN
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POESÍA
Director de Arte
Gabriel Valenzuela
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Cuando me pidieron volver a escribir sobre poesía neobarroca estábamos inmersos, en Chile, en las revueltas
de octubre. En ese momento, yo no tenía cabeza nada
más que para la revuelta, por lo que fui posponiendo mis
lecturas y reflexiones, inmersa en lo neobarroco, neobarrococó y neobarroso de las calles, de las protestas, del
arte efímero de la denuncia. ¿Acaso la revuelta no tenía
ese halo neobarroco? El caos como producto de dar con
una certeza, esa de que Chile había despertado, pero no
se le dejaba despertar y se le mutilaba y silenciaba; mas
el discurso, variopinto, disparatado, afloraba y proliferaba.
Sí, como primavera en el ojo de un micólogo: nuevo, extraño, alienado, lisérgico, soberbio. Sí: maravilloso y horroroso. En efecto, la premisa de Jameson respecto a la experiencia posmoderna que conjuga júbilo y terror y que
Rojas atrajo al neobarroco, se concretaba en la revuelta. Sí,
estábamos en las calles, en las protestas: llenos de dicha y
aterrorizados, con la felicidad de despertar, con el horror
de ver la tortura y represión. Kozer mismo, al describir el
tropos fundante de la poesía del neobarroco, más que
metonimia o metáfora, se quedó con el anacoluto, puesto que el sistema de expresión con sus cambios bruscos
se vuelve insuficiente, como insuficiente es el solecismo.
Así lo constatamos, a su vez, en el contexto que estamos
viviendo: tiempos abruptos, bruscos, entrecortados. Justamente, las reflexiones acerca de la escritura neobarroca
bien podían caracterizar lo que se vivió por casi cinco meses en Chile, pues las textualidades reflejaban una “escritura abierta, influenciable, fluctuante y hecha al meandro”
escritura que “procura pliegues y repliegues, vórtices y
vértices, y se sabe siempre cercana al espanto del borde”,
como describió Kozer su propio trabajo en una entrevista.
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Incertidumbre, muerte.
Neobarroco.
Soledad Chávez Fajardo
Sin embargo, estos tiempos vinieron a complementarse
con la catástrofe que se instaló desde marzo toto orbe. En
efecto, con la llegada de la pandemia y la reclusión, la idea
de sentarme y volver al neobarroco se tornó algo necesario, urgente. Una vez más, había mucho de barroquismo
con la llegada del virus, mucho de lo abrupto y brusco
que hablaba Kozer. Pensaba, por ejemplo, en las epidemias del XVII y XVIII y la peste en Andalucía, norte de Italia,
Londres o Viena y en las piezas barrocas relacionadas con
la danza de la muerte. Con este tinglado, era inevitable
dar un salto temporal y pensar en la poesía neobarroca
e imaginarme cómo se puede manifestar este momento
en dicha pluma. Pensé, para ello, en cartografías críticas,
como Latinoamérica o Estados Unidos. Pensé, en reducción, en dos poetas latinoamericanos neobarrocos que
habitan ese crítico espacio estadounidense: José Kozer y
Eduardo Espina, una vez más. Ne-no-barroco o barrococó,
como lo prefiere llamar Espina (más que nada porque el
rococó representa lo espurio de la historia “el iterativo desecho visual de la realidad” como lo describe. Tan de los
tiempos ¿No?). Lo actual, en rigor, es uno de los reclamos
de la poesía neobarroca; más que más, las bases teóricas,
los prolegómenos de esta tradición discursiva, la neobarroca, (pienso en Sarduy, sobre todo) se relacionan directamente con lo que acontece en el contexto. En efecto,
el presente, el ahora mismo es una de las constantes en el
textualizar neobarroco. A propósito de esto, siempre me
viene a la mente esa afirmación de Kozer en una entrevista: “Yo quiero comer presente. Sólo quiero estar compuesto de presente”, justamente por esta razón, por la
urgencia de la actualidad. Una actualidad que demanda
muchísimo, por lo demás. A propósito de esto, Espina, en
línea con la postura contextual extrema que le debemos
a Sarduy y, cómo no, a la Escuela de Viena en la historia
del arte, insistía en que los acontecimientos que nos llueven en la modernidad de las comunicaciones hacen que
uno “vea más”. En efecto, el poeta neobarroco se acoge
“plegándose a la multiplicidad y al simultaneísmo actual
(histórico) de una sociedad de rápidos cambios” nos describe Kozer. Por lo mismo, el poema resultante está lleno
de realidades diversas dándose a la misma vez y sin parar
de ocurrir, como lo explica Espina en esa suerte de manifiesto del 2015. Por lo mismo, no dejaba de preguntarme:
¿Qué diablos estarán escribiendo Kozer y Espina hoy por
hoy? ¿Cómo se perciben estos tiempos en sus textualidades? Justamente, es poetizar en y con un mundo abrumado y abrumador, como lo caracteriza Kozer. Pensé,
apriorísticamente, en una sola palabra clave: la muerte, la
muerte que acecha, que se instala, que se impone. Más
la muerte que la enfermedad en sí, en rigor. La fatalidad
de la que hace referencia Rojas cuando reflexiona acerca
del barroco; fatalidad, porque escapa a la razón humana.
¿Cómo lo hacen estos poetas neobarrocos con los eventos que estamos viviendo hoy por hoy?
Para ello, quiero tomar tres poemas para reflexionarlos,
saborearlos, deglutirlos: “Danza macabra” y “Tiempo anterior” de José Kozer y “Objetos sin consecuencias (Algunos de los años inaccesibles a la duración)” de Eduardo
Espina. A los dos les comenté que quería escribir sobre
su poesía en estos tiempos y me compartieron estos
poemas. Quiero hacer una referencia panorámica de los
poemas: por un lado, Kozer, en “Danza macabra” nos contextualiza de una manera directa el tema de la muerte en
el contexto actual en un tono de sátira menipea (muy de
Kozer, dicho sea de paso) muy, incluso, en la veta rabelesiana, por eso de partir con la muerte de una reina por el
virus (“la afección pulmonar”) y la descripción detallada
de lo que implica la muerte en el ápice de la estructura
piramidal y su repercusión en la sociedad misma. En todo
ello se concluye la imposibilidad de una muerte de lujo.
En “Tiempo anterior”, el sujeto de la enunciación ve la
muerte, inevitable, acercándosele. La descripción de los
hechos fisiológicos, muy en la línea kozeriana, se organizan y describen cómo es el ocaso, ocaso físico. A su vez,
se repiten tópicos kozerianos, como traer el paraíso a la
realidad y esta se traduce en su hogar, en su mujer, en la
cotidianeidad con ella. ¿Qué pide? Pues más tiempo, más
tiempo para seguir en esta realidad. Por otro lado, Espina,
desde un tiempo hasta ahora es condescendiente con el
pobre lector y nos entrega pistas, fuera del título, en pies
de página, como en “Objetos sin consecuencias”. Allí, en
efecto, nos contextualiza de qué va el poema. “Objetos
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sin consecuencias” es parte, dentro de la poesía espiniana, de los que yo llamo elegías a los progenitores (hay un
fuerte efecto, en el poeta, del fallecimiento de sus padres,
que se puede ir rastreando en poesía y en reflexiones
en su trabajo como periodista. Una tradición discursiva
elegiaca rica en aristas y matices, porque la muerte de
ambos ha repercutido en el poeta uruguayo; bueno, en
muchos poetas neobarrocos). En “Objetos sin consecuencias” la reflexión en torno a la muerte de la madre
se centra en un evento en especial: el regreso del hijo al
que fuera el hogar de la madre. Sus cosas, por un lado,
toman un especial protagonismo y, por otro lado, el recuerdo de una de las últimas conversaciones que ambos
tuvieron antes del fallecimiento de ella, conversación que
toca directamente el tema de la trascendencia, del paraíso, de la existencia de Dios. Esto, en resumidas cuentas.
Así, en síntesis, una somera descripción de los poemas de
los que, claro está, se puede reflexionar más, mucho más.
Justamente, queremos detenernos en algunos aspectos
que se han mencionado como característicos, fundantes
o determinativos de la poesía neobarroca y poder graficarlos con estos poemas, de estos tiempos.
1. Indefinición como definición. En los tiempos actuales, gracias a las nuevas modernidades, el ser humano se
ha entrenado para “ver más”, nos dice Espina (sí, el “método Ludovico” que vemos en A Clockwork Orange se
ha transformado en lo usual; entre el zapping y el bombardeo de información en las redes sociales y en la red
misma). Es la proliferación simultánea, de una escritura
insaciable, que bien describe Kozer en sus notas respecto
a la poesía neobarroca. En esta dinámica es imposible determinar qué es lo específico, puesto que son muchos los
elementos que rigen la cotidianeidad. En esa linealidad
dispersiva, la poesía neobarroca presenta su unidad en
la fragmentación “en las lecciones de distracción carentes de objetividad”. Por ello, siempre digo, leer un poema
neobarroco es desenredar (solo si uno quiere) la trama
de un ovillo enrevesado. Queda, entonces, la indefinición
como un claro ideologema; indefinición que nos refleja el
objetivo de la danza macabra en el poema de Kozer, objetivo como una cadena de descripciones que parten con
la muerte del ápice de la pirámide social (la reina) para
concluir: “que después/ de todo y sobre todo/ al final no
hay muerte/ de lujo”. Indefinición que nos queda clara,
en el caso de “Objetos sin consecuencias”, al poder ir reordenando las temáticas que se entretejen en el poema
(como suele suceder con la poesía de Espina), que van
desde las reflexiones metalingüísticas, pasando por las
pinceladas a las memorias de la madre, las cosas de esta,
reflexiones sobre el tiempo, la muerte y la trascendencia.
2. El paisaje de la sintaxis. La indefinición se traslada a
la lengua neobarroca en lo que sería un acto de liberación
lingüística, algo en lo que insiste mucho Espina. Esto se
traduce en que la lengua se libera “de cualquier responsabilidad comunicacional inmediata”; justamente, porque
se juega en otra dinámica, con otras reglas del juego, con
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otras temporalidades. En el poema de Espina, por ejemplo, metalingüísticamente se reflexiona en el léxico: “a las
palabras, /una manera de ser para que los nombres puedan. / Se hacen las distraídas/ Son en ocasiones anónimas
un sinónimo, un/clima desconocido tal cual al Sur quiso
serlo”. Se revisita el poder del léxico por sobre codificaciones: “a pesar de que el diccionario trate a la suerte / como
una palabra con la misma suerte que / las demás”. Cada
vez se patentiza más esa queja nietzscheana respecto al
logos, insuficiente para lo que se siente: “A menudo es el
idioma el rumbo a imitar / cuando el espíritu pregona y
qué importa / despertar junto a los puntos suspensivos. /
Solos porque pueden los nombres llaman, la invisibilidad
jamás termina por entero”. Justamente, para gozar, en la
lectura, hay que tomar en cuenta el cantar de la sintaxis
del poema neobarroco, “su paisaje” como lo describe Espina en el manifiesto. Un paisaje como el que nos regala
Kozer, en “Tiempo anterior”:
En sus últimos años se propuso, irrisorio, estudiar el
Tiempo, los campanarios,
tañer las horas bobas del
día, y ahora que es una
antigualla, en este mundo
digital, cada vez menos
vegetal, la flor es imagen
virtual, lo vemos sumirse
entre relojes de sol,
sombras de agua y
arena, relojes de vela,
llega la noche, otro día
termina, horarios, sonería,
quizás fueran eslabones.
¿Cómo se traduce esto, entonces? Pues en una escritura
de la desmesura.
3. Lector superado. ¿Qué sucede con el receptor en
este caso? ¿Qué hacemos con un lector de poesía neobarroca? Pues se apela a su atención, rebasándola. Se
apela a su atención abrumándolo, asombrándolo, agotándolo, saturándolo. No es fácil, de hecho, leer y digerir
a un neobarroco. ¿Cuál es la premisa con este estado de
la cuestión? La premisa es que el lector no deba sentirse
reconfortado al leer un poema neobarroco. No hay, las
más veces, un solaz característico como en la estética
clásica. ¿Qué se busca, por lo tanto? Se buscan nuevas
lógicas de lectura, nuevas maneras de poder hacerse de
un armazón con lo que el poema nos va entregando. En
la dialéctica de la poesía neobarroca, creo, el espacio estético con el que uno se suele refocilar, complicar, alterar,
maravillar, asombrar es insuficiente. En efecto, no basta
con ello y se requiere, cual juego hegeliano, del salto que
va de lo estético a lo general (el general hegeliano, insistimos). Pero una generalidad otra, nueva, la que, si bien
toca y expresa el contexto, va por otras lindes, por otras
vías, absolutamente revolucionarias.
4. Subjetividad exacerbada. Hay, por lo demás, una crisis con la intimidad en estos tiempos, algo que, si bien se
toca y se expresa en un poema neobarroco, se ha transformado en una entidad nueva, inquietante, desdoblada.
La subjetividad se acrecienta y se desborda, por lo que
pasa a ser sujeto, por ejemplo, la cosa, el reflejo de la cosa
o la sintaxis misma. En “Objetos sin consecuencias”, Espina –repito– amistoso con el lector, entrega una pista en
uno de los pies de página: a dos años del fallecimiento
de su madre, el poeta volvió al apartamento que ella habitó hasta el final de sus días y las cosas estaban intactas,
desde esa mañana en que fue al hospital para no volver.
Uno de los motivos del poema es, justamente pensar en
la procedencia de las cosas de la madre “de dónde habrían venido, porque nada se salva de tener un origen”.
Es la imposibilidad, entonces, de que la cosa, en metonimia, hable por la madre: “Pensé en cómo incluso luego
de pasar tantos años acompañándola seguían sin poder
decir, quise saber quién se los habría regalado, cuándo,
en qué época anterior”. El poema, en parte, consiste en
ello, un duelo, un duelo a partir de lo cósico, da cuenta
del peso de la ausencia: “Y aquel florero, que jamás pudiste saber / quién debió habértelo regalado ni cómo /
pudo ponerse de acuerdo con el pasado / para empezar
su ciclo entre los claveles: / el olvido amenazado por una
flor de más”. ¿Realmente esto es lo que importa? Sí y no,
claro está. Comulga el poema con las premisas neobarrocas: “la vida convertida en la quietud de los objetos /
aproximados que más o menos bien vieron al / viento,
los que fueron de mi madre mirando a /quien sabe qué
parte cuando también estuvo”. Justamente, la cosa y la
persona; uno y no uno a la vez (esto me recuerda a Nāgārjuna, pero ¿Acaso no hay mucho del camino medio
en la lógica neobarroca?). Las cosas llevan al recuerdo de
los últimos días con la madre: “a las / cosas las salva la vez
que alguien las vio solas. / Según los temperamentos, primero hablaron / de la pérdida, después, de la penúltima
tarde”. Por otro lado, en “Tiempo anterior”, la descripción
ansiosa, detallada, agolpada se dispone de dicha manera
solo para dar cuenta del paso del tiempo y que el lector,
asfixiado, lo constate:
y cefalalgia, péndulo
}y desequilibrio, el
cuerpo tropieza
consigo mismo, hilo,
vive el viejo en un hilo,
al filo, una pendiente:
pendiente vive el
anciano de un traspiés
no vaya a ser que, y,
el golpe sería seco, la
costilla (se sobreentiende
la que Adán el Amoroso
por vía divina entregara
a Eva) pitos, flautas,
serpentinas, se quiebra
Es, justamente, ello: vivir en y por cosas, sensaciones, proliferaciones, lo que puede estar sintiendo el otro.
5. Intimidad/Exposición. Con este estado de la cuestión, en el sujeto de la enunciación neobarroco es difícil
hablar de una intimidad, tal y como suele entendérsela.
La muerte de los seres queridos, por ejemplo, no genera
la versión sentimentalista clásica de la pérdida, el duelo
y el luto. Para nada. Esta de deconstruye y se proyecta
de las más impresionantes formas y maneras Ha sido un
tema tratado en un buen número de casos de poetas
neobarrocos. En “Objetos sin consecuencias”, de hecho,
por la relevancia que cobran los objetos y la historia de
estos, ahora en ausencia de su dueña, se pregunta el sujeto: “¿Valdría la pena un plan implacable para decirles de
la ausencia infinita de dueña?”. Por otro lado, la coprofilia,
otro aspecto que expone al sujeto neobarroco, se trata
en “Tiempo anterior”. El recurso del cuerpo mismo del sujeto (muy kozeriano) revela las intimidades en pos de dar
con el prisma completo del estado de la cuestión:
Todo se aleja, brota
[…], otro
derrumbamiento óseo,
otro penar cardíaco, el
dolor del costado era
de un flato atravesado
(atarugado) no se da
para sustos: de
momento no hay
obstrucción mental
(intestinal) […],
[…], el flato
sale disparado,
se relaja el vientre,
por contracción el
esfínter vuelve a
su condición: y el
vejete pancho y
ancho se dispone
a cumplir cien años
haciendo calistenia, […].
La finalidad, intuyo, es proponer una nueva ontología,
en donde la tristeza, la lástima, la victimización, la culpa
y tantos aspectos y comportamientos tan propios del
hombre moderno se revisiten críticamente y se superen.
Ahora quedan los conceptos (vejez, muerte, trascendencia) como celdas vacías, prestos a ser contenidos nuevos,
revisitados. Maravilla.
6. Colofón: de la trascendencia. Empero, y aquí lo interesante de todo, se llega a una antesala de lo religioso,
mas desde una óptica crítica. El segundo pie de página
de Espina nos expone una escena estremecedora: un diálogo con la madre antes de fallecer ella “¿Vos crees que
hay cielo?”, le pregunta ella. Lo que conlleva estos versos:
“¿Le daremos a la espera algún más allá?/ ¡Son tantas las
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preguntas del país tardío!/ Pocos martes antes de que
fuese el final/ la forma para no dejar a la muerte fuera/
preguntaste, porque podías, habrá ¿cielo / o sol desierto
lejos de los ojos donde ver/ luego de haber ido para durar
diferente?”. Uno recuerda, de hecho, al leer estos poemas,
las reflexiones de Kierkegaard, quien en Temor y temblor
explicitaba que la fe no es un movimiento estético, sino
que pertenece a un estadio más elevado. Pero ¿qué es
tener fe? ¿cómo es un hombre de fe? Kozer podría caber
perfectamente en lo que es un hombre de fe tal y como
lo describe Kierkegaard, mas en estos tiempos, con otros
requerimientos y condiciones. El hombre de fe es quien
disfruta de cuanto contempla, pues todo solicita su atención. El hombre de fe sabe muy bien lo que hace y por
qué lo hace y “cada vez que se le ve intervenir en lo particular lo hace con esa tenacidad que es más bien típica
del hombre mundano cuyo espíritu está apegado a semejantes cosas cismundanas” nos describe el danés. De
hecho, esa mundaneidad en Kozer, aún crítica, aún compleja, no hace más que enfatizar esta realidad y cantarla.
Cantarla aunque se esté yendo al carajo. Kierkegaard termina de caracterizar al hombre de fe como aquel quien
incesantemente hace el movimiento del infinito, pero lo
lleva a cabo con una corrección y una seguridad tal que
expresa siempre lo finito sin que por un solo instante
deje entrever la existencia de otra cosa. Es ese el quid del
hombre de fe: expresar a la perfección lo sublime en lo
pedestre. Y aquí la jugada maestra del poeta cubano: la
trascendencia aquí, pues para Kozer el Paraíso está aquí,
en casa, con su mujer:
imaginando que
está en el Paraíso la
casa y su mujer es la
Resurrección.
E, insisto, hay un halo de infinitud, de sublimidad en la
escritura y la lectura kozeriana inédita (la nueva fe que la
llamo). Mas por su elevación, la fe debe ir precedida de
la resignación. Nos detenemos en este estadio, el de resignarse, porque el hacerlo, y en esto seguimos a Kierkegaard una vez más (llama Kierkegaard en estos tiempos y
llama mucho), no se requiere de fe alguna: es producto
de un movimiento que se da cuando el mundo desborda
al hombre. En esto traigo de nuevo a Espina, su pie de
página y el diálogo con su madre. El hijo, a la pregunta
de la madre, acerca de la existencia del cielo, le contesta: “Será tal cual te lo imagines, y algún día ahí te veré”.
En efecto, el poema insiste en ello: “Es tan sencillo como
llegar: por creer / en la otra vida, esta hace que existe.”;
“Tan simple como traer a Dios a los días, / como decirle al
silencio que más quiso”; “El catolicismo sirve para que el
cielo exista en quienes algún día podrán ir”. Creo que allí
radica el vaivén en los tiempos de catástrofe: o aferrarse
a los paraísos (escasos) que hay en la tierra o resignarse y
creerse una salvación: “El problema, Mamá, es la abstracción, / la fe en cimas inciertas convertidas en/ religión,
en tan mal intento de ateísmo/ a cambio de la primera
piedra por tirar, / del yo moribundo pidiendo ayuda vivo”.
Y la incertidumbre por encima de todo y todos, lo que
aún no puede ser respondido: “Si algo queda para ser
desconocido,/ en el Cielo las cosas podrán decirlo,/ las
palabras, escribirse unas a otras.” Queda neobarroco para
rato y, creo, ayuda mucho para sobrellevar las catástrofes
y las incertidumbres.
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Referencias bibliográficas
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Arcos, Jorge Luis. 2005. “Lo hermoso fluye sin espacio. Entrevisto a José Kozer”. Encuentros, pp. 24-34.
Espina, Eduardo. 2015. “Neo-no-barroco o barrococó: hacia una perspectiva menos inexacta del neobarroco”. Revista Chilena de Literatura 89, pp. 133-156.
Kierkegaard, Soren. 2012 [1843] Temor y temblor. Madrid:
Luarna.
Kozer, José. 2015. “Nota para una cierta poesía latinoamericana actual”. Revista Chilena de Literatura 89, pp. 305-307.
Rojas, Sergio. 2016. “Sobre el concepto de neobarroco”. Revista de Teoría del Arte 11, pp. 21-39.