Primera
Junta Revolucionaria de Gobierno
Coronel e Ing. Jaime Abdul Gutierrez
Ing. Mario Antonio
Andino
Ing. Roman
Mayorga Quiroz
Dr. Guillermo Manuel Ungo
Coronel Adolfo
Majano Ramos
En
la medida en que la oposición
al gobierno del general Carlos Humberto Romero se
agudizaba, algunos militares se dieron cuenta de
que sería necesario efectuar cambios en la
dirección política del país
para evitar una confrontación mayor. Pesaba
en su análisis la caída del dictador
Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua a mediados
de 1979. También pesaba en el análisis
de los militares salvadoreños la política
norteamericana en defensa de los derechos humanos
del presidente estadounidense Jimmy Carter. Carter
ya había enviado a sus emisarios a San Salvador
para que manifestaran su repudio a la represión
desatada por el gobierno del general Romero y trataran
de persuadirle para que buscara una negociación
con sus enemigos políticos.
Por
su parte, las fuerzas opositoras al régimen
de Romero se sintieron más fuertes y confiadas
como para presionar abiertamente a las fuerzas del
orden público. Cuando el gobierno restableció las
garantías constitucionales en marzo de 1979,
comenzaron huelgas y tomas de edificios públicos
que la policía trató de controlar sin
mayor éxito. Por el contrario, el uso de armas
de fuego para disolver manifestaciones fue transmitido
por las cámaras de la televisión a
los hogares de norteamericanos y europeos, quienes
observaban horrorizados masacres como la de las gradas
de la catedral de San Salvador en mayo de 1979. Los
gobiernos de Alemania Federal, Japón, Suiza,
Gran Bretaña y Costa Rica decidieron cerrar
sus embajadas en El Salvador ante la incontrolabe
espiral de violencia.
Finalmente,
la misma fuerza armada decidió derrocar
a su presidente y comandante en jefe, el general
romero. El 15 de octubre de 1979, cierto número
de cuarteles y destacamentos se declararon en rebelión
y el último presidente militar de El Salvador
abandonaba el país rumbo al exilio en México.
Ese mismo día un grupo de militares golpistas
redactaba una proclama que contituye una de las más
categóricas denuncias de las injusticias que
había conocido El Salvador hasta entonces.
Los golpistas se comprometieron a ponerle paro a
las violaciones a los derechos humanos y a la violencia
política, a la vez que anunciaban las medidas
para lograr "una distribución equitativa
de la riqueza nacional", sobre todo una reforma
agraria y eformas a la banca y el comercio exterior.
A
los pocos días se había conformado
una Junta Revolucionaria de goberino, integrada por
dos militares y tres civiles.
Sin
embargo, la junta se encontro en una situación
de gran dificultad: por un lado, las fuerzas de
la izquierda, aglutinadas ya en diversos movimientos
de masas, seguían manifestándose y
tomándose edificios públicos para protestar
contra la junta, por el otro lado, la derecha se
organizaba también para oponerse a las reformas
anunciadas.
También
comenzaron a perfilarse con mayor nitidez las diferencias
en el seno de la fuerza armada. Varios de los promotores
del golpe del 15 de octubre
fueron marginados y el grupo de oficiales de jóvenes
comprometidos con el programa de reformas sociales
tuvo que subordinarse a los oficiales de mayor jerarquía,
quienes no tendrían el mismo entusiasmo
por los cambios anunciados.
La
junta incapaz de controlar el rumbo de los acontecimientos
y la espiral creciente de violencia, menos aún
pudo poner en marcha la reforma agraria y otras medidas
anunciadas. Hacia finales de año, durante
una tormentosa reunión, la Junta y su gabinete
de Gobierno amplazaron al Alto Mando de la fuerza
armada, exigiendo una estricta obediencia de los
militares al Gobierno y un cese a la represión.
Ante la negativa del Alto Mando, los civiles en
la Junta y los ministros del gabinete terminaron
renunciando a comienzos de 1980, dando fin a "La
Primera Junta".
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